El viernes 24 y sábado 25 de mayo de 2024
transcurrieron como tantos otros días de los que rutinariamente se deslizan
hacia la revolución y el abismo en un país alegre y confiado, donde dizque
finalmente “nada pasará”.
Sin embargo, para quienes sepan
contemplarlos
con mirada histórica, estas dos jornadas marcan un punto de inflexión, porque
la entrega del país a las fuerzas más radicales y fanáticas de la revolución va
acompañada del acto simbólico que exalta su triunfo, el regicidio.
Me explico: la firma en Caracas, el sábado 25
de mayo, del primer acuerdo entre Gobierno y el ELN (yo con yo), forma parte
del convenio clandestino entre ambos, que empieza a emerger y que se presenta
como el preludio de una “paz” largamente añorada, y no como el mecanismo
truculento para saltar súbitamente del actual modelo democrático, al de corte
marxista-leninista y totalitario de Gustavo y Eliécer Herlindo.
En efecto, desde agosto de 2023, en La Habana, Petro
y el ELN, en presencia del jefe de ambos, constituyeron el llamado Comité
Nacional de Participación, formado por 80 miembros: 64 de igual número de
organizaciones izquierdistas de fachada, 7 en representación de gremios
empresariales, y 8 individuos de relleno, con el fin de preparar textos de
carácter vinculante y obligatorio, para entrar en vigencia tan pronto se
firme el acuerdo final entre el Gobierno y el ELN, el cual no va a requerir
refrendación parlamentaria.
Ahora bien (y no tan bien), los gremios no se
preocuparon de saber qué pasaba en ese Comité, y hace una semana, cuando
leyeron lo que habían firmado, pusieron el grito en el cielo, porque se
enteraron finalmente de que el tal Comité ya dizque había celebrado 78
encuentros con la participación de 8.465 personas y 3.132 organizaciones, y que
tenía listos tres ejes:
1. El de la transición política para establecer
la “democracia directa”; el poder popular; la reforma de la fuerza pública y la
reforma electoral.
2. El de la transformación económica, para
eliminar lo extractivo, establecer la economía popular, cambiar la política
exterior y la tenencia de la tierra, sin olvidar la legalización del negocio de
los estupefacientes, y
3. La ambiental, de un ecologismo delirante,
que llega hasta el propósito de detener la “frontera agrícola”
De nada valió la tardía denuncia de los
gremios, porque el sábado 25 se firmó, por la puerta falsa, el infame documento
que hará posible la reforma constitucional de Petro para convertir a Colombia
en una segunda Venezuela, celebrado con bombos y platillos por los medios
masivos enmermelados, que ocultan aquello de “vinculante”, para que las gentes
gocen esperando el pacífico paraíso prometido, en lugar del infierno del hambre
y el despotismo castro-madurista.
Se oculta también al país que, tan pronto se
firme el convenio Petro - ELN, todo lo definido en el tal Comité de
Participación entrará en vigencia, sin tener siquiera que pasar por el
Congreso, como quien dice, la constituyente de la que viene hablando Petro.
¡La ratificación de ese mecanismo atroz acaba
de hacerse en Caracas, sin que los jefes políticos y sus congresistas, los
medios y sus comentaristas y los gremios y sus empresarios, siquiera se ocupen
de este inconcebible engendro!
***
Como ya hemos esbozado el mecanismo para consumar
la revolución, pasemos al acto simbólico del regicidio, que en nuestro caso es
la condena del presidente Uribe Vélez. Esta será proferida inexorablemente por
un entramado judicial corrupto, desde la nueva Fiscalía (que prometió actuar
dentro de la legitimidad), pasando por una juez sumisa, hasta llegar a una
Corte Suprema infiltrada. Tendremos que asistir a una larga y agotadora farsa
jurídica destinada a humillar, envilecer y encarcelar durante largos años al
gran gobernante que encarna nuestro Ancien Régime.
El clímax de la revolución exige el regicidio
(sea de Luis XVI, Nicolás II o Álvaro Uribe), porque lo que se busca en el
paroxismo del odio es la abolición de todo lo anterior en materia de creencias,
la destrucción de todas las instituciones, la sustitución del modelo económico
y la extinción de la libertad, ¡para crear un hombre y un mundo nuevos!
Todo lo anterior a la revolución es execrable y
sobre su símbolo político visible se desencadena todo el resentimiento y la
venganza de quienes llegan para establecer el orden bárbaro, y, por tanto, no
habrá trapisonda jurídica ni prevaricato que no se cometa, maledicencia que no
se propague, falsa prueba que no se admita, con tal de poder desfogar las más
bajas pasiones de quienes han llegado al poder para disfrutar de la ilimitada libido
imperandi del lumpen intelectual y moral.