Por: Luis Alfonso García Carmona
Prosiguiendo con la
entrega del análisis que nos puede conducir al hallazgo de los resortes
motivacionales que nos pueden dar a una salida viable al callejón que nos mantiene
privados de esperanzas en el futuro del país, me aventuro a concluir el tema
que nos preocupa con las siguientes consideraciones:
Primera.- La magnitud del problema y sus implicaciones hacia el futuro de la
población colombiana no permiten esperar una solución a corto plazo. No
es, por lo tanto, suficiente gravitar todo el peso de nuestra acción en un solo
mecanismo, vale decir, la presentación de una denuncia ante la Comisión de
Acusaciones contra el presidente, o la organización de una exitosa marcha, o la
petición al guerillero-presidente para que renuncie al cargo que indignamente
ejerce, o la ilusión de que este va a ser derrotado electoralmente a través de
una improbable unión de la dirigencia de los partidos supuestamente
democráticos.
Seamos conscientes
de una vez por todas de que la lucha contra el mal entronizado por el fraude en
el poder será una tarea ardua y duradera. Requiere de una sesuda preparación,
una continuada acción, y una eficaz utilización de los mecanismos que nos que
nos permite el Estado de Derecho y la legítima defensa colectiva de nuestros
inalienables derechos.
Segunda.- Un juicioso análisis como el que estamos proponiendo nos indica a las
claras que en nuestro caso, la verdadera solución a la hecatombe que
afrontamos debe partir de nosotros, los colombianos de a pie, que no
compartimos con los políticos las mieles de la corrupción y la concupiscencia
por el poder; de quienes solamente aspiramos a que el Estado cumpla su deber de
administrar los asuntos públicos con pulcritud e idoneidad, respetando la
dignidad de sus gobernados como personas humanas, con sus familias, sus valores
espirituales y sus bienes.
No obstante, hemos
de reconocer que, manipulados por la toxicidad del adoctrinamiento
marxista-leninista y complementado con la propaganda oficial enmarcada en el
odio de clases y en doctrinas materialistas, la población ha sido víctima
de quienes ahora la dirigen hacia el abismo, con la culposa complicidad de
la dirigencia política.
Y no sólo somos víctimas,
sino colaboradores por activa o por pasiva. Quienes se conforman con la
desgracia que vivimos argumentando que no hay nada que se pueda hacer o
quienes simplemente mantienen una actitud de indiferencia frente a lo que
ocurre en el campo del manejo de la cosa pública, son (o somos) responsables
del oscuro destino que aguarda a nuestra sociedad en las diabólicas garras del
comunismo disfrazado con la piel de lobo del progresismo.
La
solución está en nosotros: no nos hagamos bobaliconas
ilusiones. Tomemos las riendas de nuestro propio destino organizándonos con un
patriótico compromiso, aprovechando nuestras fortalezas y subsanando las
debilidades o falencias que nos afectan.
A manera de
ejemplo: ningún político en nuestro país puede reunir un apoyo como el que se
muestra en las marchas y en las redes sociales para pedir la salida de Petro.
Tampoco es necesario adelantar el espinoso camino de convencer a los líderes
políticos para que se unan en dicho propósito, pues ya el pueblo, en forma
espontánea y desinteresada, votó contra los aliados de Petro en las últimas
elecciones, sin pedir permiso a los anquilosados dirigentes.
Tercera.- Cubierta con creces la parte más exigente, la conformación de una masa con
un común objetivo, trabajemos ahora con ahínco en arbitrar los recursos que
nos permitan corregir nuestras falencias y allanar el camino triunfal a la
reconquista del poder.
a. Tornemos esa
muchedumbre de descontentos con el régimen en la más grande fuerza
renovadora del país y convoquemos a los mejores hombres y mujeres de la
sociedad colombiana a integrarse en esta tarea redentora.
b. Reforcemos los dos
principales objetivos que nos mueven: derrocamiento del régimen petrista
y reconstrucción de la sociedad colombiana con el objetivo del bien
común para todos los asociados.
c.
Financiemos esta gran epopeya que marcará el rumbo del
nuevo país, en lugar de fraccionar esfuerzos en batallitas puntuales que no
conduzcan a los objetivos generales.
d. Establezcamos
una actitud y unos sistemas modernos para hacer política. Cambiemos las
desuetas prácticas de los desacreditados partidos por una organización
celular, movilizada por las redes sociales y con un ejército de
coordinadores, dotados de la sabiduría sobre lo que el país requiere, el
compromiso amplio y generoso de trabajar hasta el sacrificio, y adiestrados en
el manejo virtual de células de activistas en todos los rincones de la Patria,
y,
e. Seleccionemos
los programas y reformas que impidan una nueva caída de nuestra sociedad en
la perversión, la corrupción y el odio de clases que el actual régimen
pretende implantar por encima de la Constitución y de la voluntad mayoritaria
de los colombianos.
Cuarta.- Será, como lo hemos reconocido antes, una descomunal tarea hacer que una
masa espontánea de descontentos se transforme en una fuerza política organizada
y eficaz, pero esa es la alternativa que las deplorables condiciones de nuestra
sociedad nos han impuesto.
Respetamos la
opinión de quienes han expresado su incredulidad en toda fórmula basada en la derrota
de Petro en las próximas elecciones, argumentando que en el tiempo que le
queda impondrá una espuria reforma constitucional con el apoyo de las
guerrillas, los vándalos, los capos de la droga y sus corruptos aliados de la
politiquería. Asimismo, se consigna la amenaza de que para la época de las
elecciones se habrá consolidado la dictadura castro-chavista en Colombia
y no habrá espacio alguno para la Democracia.
Son juiciosas
observaciones que merecen ser tenidas en cuenta y tratarlas con especial
cuidado. En primer lugar, el proceso para el derrocamiento del
guerrillero-presidente y para la conformación de la fuerza renovadora que se
oponga a la revolución comunistoide debe acelerarse y adelantarse por
etapas, hasta llegar al objetivo final.
Todos
los instrumentos que hasta ahora han producido dramáticos resultados como el desalojo de la izquierda de las calles, el fracaso de las
manifestaciones de apoyo al Gobierno, el crecimiento del apoyo nacional al
juicio político contra Petro, deben ser incrementados pues no olvidemos
que se trata de profundas debilidades que minan el poderío del régimen.
Otra
opción no existe: no continuemos debatiéndonos en
necedades como las de seguir quejándonos y criticando la gestión oficial sin
ofrecer solución alguna; dilapidar esfuerzos y recursos en tareas
improductivas; enredarse en la maraña de cortinas de humo que a diario emanan
del Ejecutivo para ganar tiempo y distraer la atención a las eficaces acciones
que podrían precipitar su caída.
Quinta.- Compartimos con Jacques Maritain, uno de los más grandes pensadores
de la edad moderna, algunas reflexiones que debieran servirnos de
apuntalamiento ideológico a esta desigual confrontación contra los poderes del
mal:
a. La dignidad
de la persona humana, del bien común de la multitud congregada y de
los valores morales y espirituales deben ser parte esencial de nuestra
filosofía política y social.
b. No sabemos lo que
representan para la historia las reservas de auténtica humanidad, de bondad
y de heroísmo encarnadas en el trabajo cotidiano y en la pobreza
del pueblo obrero y campesino. Son reservas que, a la hora de la verdad,
cambiarán la balanza del poder.
c. Para servir a la
vida temporal de los hombres debemos trabajar por la renovación de las
estructuras de la sociedad.
d. No vamos a
disputar el terreno con otros partidos en el mismo nivel, como políticos en
maniobras y en combinaciones electorales y de gobierno, sino como una gran asamblea
de hombres de buena voluntad, conscientes de la unidad moral que subsiste,
a pesar de todo.
e. Mientras sean
afirmadas la dignidad de la persona humana, la justicia y la primacía de los
valores humanos y morales, que constituyen el bien principal del bien
común terrenal, continuará brillando entre los hombres una pequeña
esperanza de que el retorno del amor al orden temporal es posible.