Amigo soy, debo reconocerlo, del
refranero popular, de los dichos y de los refranes, llenos de apuntes
pintorescos y de reflexiones profundas, siempre en un lenguaje absolutamente
llano.
Ante la mediocridad de lo
existente, ¿quién no ha recurrido o se ha puesto a pensar ante una situación
que invita a festejar o celebrar algo que impacta positivamente a algún
conocido –sabiendo que no es del todo cierto–, al recurso de aquél dicho que
sentencia que “No hay novia fea”, o que “No hay muerto
malo”, o que “No hay quinceañera poco atractiva”, sabiendo
que lo que estamos queriendo es criticar sin hacerlo explícito, a aquellos o a
quienes estamos tratando de mantener en buena relación?
¿Si será que todos los bebés son
hermosos y que todos los ancianos son tiernos?
¿Quién, en medio de tediosas
reuniones familiares o sociales, no ha oído hablar maravillas alrededor de los
hijos, de los sobrinos, de los nietos o de las mascotas, a los padres, a los
tíos, a los abuelos o a los dueños de los miembros familiares? ¿Y cómo no?
Sobra la valoración sesgada y se
desborda la subjetividad impregnada de amor.
Si los niños de hoy son casi
todos genios como promulgan a los cuatro vientos sus papás, ¿de dónde salen los
cafres de 15 años en adelante que pululan en la sociedad? “No hay niño
que no sea inteligente”.
Bajo otra perspectiva, y como me
decía un dilecto profesor y amigo hace ya varios años, “Lo único que uno
necesita para ser ministro es que lo nombren”. Lo cual es absolutamente
cierto. Con las tradicionales excepciones propias de cualquier actividad
humana, son pocos los ministros brillantes cuando están ejerciendo sus
funciones, pero contamos con una verdadera pléyade de sabios que una vez
terminan su período y salen del Ministerio respectivo, hablan, proponen y
critican como verdaderos doctos en la materia. ¿Por qué no eran así de
inteligentes y de propositivos cuando estaban en el cargo? “No hay exministro
bruto”.
“Todo estrén es bonito y
nos queda bien”. Uno siente como un fresquito cuando estrena alguna
prenda, cuando adquiere algún objeto que hace las veces de satisfactor
sicológico o cuando ha obtenido algún triunfo grande o pequeño a nivel personal
o profesional. Pequeñas vanidades que nos transportan por algunos segundos o
minutos a un nivel superior.
“Escoba nueva barre bien”,
es otro pensamiento de uso común que encierra las expectativas, y
por qué no, las esperanzas de que las situaciones cambien favorablemente al
cambiar de personaje.
“La democracia es la menos
mala de las formas de gobierno conocidas”, frase que sirve de consuelo para
tratar de sostener el cañazo de que fuera de la democracia todo es malo,
violando aquella reflexión evangélica que critica a aquellos que ven la viga en
el ojo ajeno, pero no en el propio.
Por último y siguiendo con las banalidades,
todos los funcionarios públicos comenzando por el presidente de la República y
algunos dirigentes gremiales del sector, hace casi seis meses venían
pontificando que el racionamiento de energía no era un tema que nos debiera preocupar,
pues a pesar del fenómeno del niño el nivel de los embalses era muy bueno y no
tendríamos que recurrir a racionamientos. ¡Carreta y más carreta!
Hoy los mismos pontífices, con
las nalgas apretadas, reconocen tímidamente que estamos al borde de un
racionamiento no solo energético, si no que ya mismo tendremos que comenzar a racionar
el agua. ¡Bendito sea el Señor!
Y el auditorio nacional nada que
aprende. Somos testigos que cada cuatro años cambiamos de imbéciles para que
todo siga igual o peor.
Para ponerle un poco de seriedad
al asunto, les comparto algunas reflexiones de unos importantes personajes y
una mía.
“Muchos jueces son
absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia”.
Bertolt Brecht.
“Hay demasiada gente y
demasiado pocos seres humanos”. Robert Zend.
“Lo peor de la humanidad son
los hombres y las mujeres”. Enrique Jardiel Poncela.
“¿Qué tal que la inmortalidad
fuera la posibilidad de escanear las conciencias individuales -en caso de que
se tengan- “? Pedro Juan González.
ENHORABUENA: Merecido
reconocimiento internacional al doctor Francisco Lopera al recibir el Premio
Potamkin otorgado por la Academia Americana de Neurología y la fundación
Americana del Cerebro por sus investigaciones sobre el Alzhéimer, a través del
Grupo de Neurociencias de Antioquia (GNA) adscrito a la Facultad de Medicina de
la Universidad de Antioquia.