Luis Alfonso García Carmona
Todavía frescas en
la retina las impresionantes imágenes de la asombrosa marcha protagonizada por
millones de colombianos el pasado domingo 21 de abril para exigir la salida del
guerrillero de la Presidencia de la República, nos aventuramos a reseñar
brevemente algunas lecciones que esta histórica manifestación de protesta nos
ha dejado.
Primera.-
Es a todas luces evidente que jamás en la historia
política del país se había reunido número igual de manifestantes contra un
gobierno para exigir su caída. Y no es un hecho aislado, puesto que responde a
las constantes protestas que con el grito “¡Fuera, Petro”! se repiten en
los conciertos, espectáculos deportivos y reuniones a lo largo y ancho del
territorio nacional. Para constancia quedan las impactantes imágenes que
circulan por las redes sociales y que no dejan lugar a duda alguna.
Aunque una marcha,
por multitudinaria que sea, no tiene el poder para derrocar al presidente, sí
constituye para cualquiera que tenga uso de razón la expresión de lo que la
mayoría de los colombianos quiere, y debe guiar la acción y las palabras de
gobernantes, dirigentes empresariales, congresistas y comunicadores.
Segunda.-
Fue muy claro y contundente el mensaje de los marchantes:
No más Petro en el poder. Su elección fue espuria por la indebida
entrada de dineros por encima de los topes fijados por la ley a la campaña. Y
su proyecto de convertir a Colombia en otro esclavo del comunismo, totalitario
y ateo, no es compartido por el pueblo colombiano.
Por eso no se
entiende la acomodaticia posición de los politiqueros de siempre, que pretenden
hacerse pasar por opositores a Petro ahora que esa posesión puede dejar
réditos, torpedeando el objetivo prioritario de la protesta: el derrocamiento
de la tiranía. Y, ¿cómo lo hacen? Proponiendo llamar al presidente para que “enmiende
el curso”; pidiendo sentarse a negociar puntos clave de sus reformas como si
hubiera la más remota posibilidad de que Petro cumpla alguna de sus promesas;
evitando la frase tabú de “¡Fuera, Petro!” para esconder su oculta estrategia
de asegurar que Petro termine su mandato, y callando cualquier alusión que
ofenda la “inmaculada imagen presidencial”, pues así se lo han exigido los
“jefes naturales” de sus colectividades.
Tercera.-
Mientras los colombianos comprometidos con la salvación
del país sigamos marchando, seguiremos siendo los dueños de la calle, espacio
público que en el pasado los camaradas de Petro utilizaron para incendiar el
país y crear el caos en la economía con el pretexto de que era un “estallido
social”. Preocupa tanto al camarada presidente, que sólo atinó a publicar una
grotesca burla, mentir como es su costumbre afirmando que solamente salieron
250.000 manifestantes en todo el país (menos de los que marcharon en una sola
ciudad), y a tratar a todos los que marcharon como unos retrógrados
representantes de la clase dominante, todo lo contrario de lo que vimos en la
calles.
Cuarta.-
Mientras recordamos las millonarias pérdidas humanas y
materiales que dejaron las protestas de Petro con sus amigos del ELN, FARC, Fecode,
Primera Línea y demás vándalos y sicarios, debemos poner como ejemplo
que esta millonaria movilización transcurrió en completa calma y diciplina
ciudadana sin causar lesiones a nadie ni daños a la infraestructura urbana. Un
ejemplo de cómo se debe participar en política y un presagio de lo que puede
ser un Gobierno con el bien común como propósito nacional, independiente de la
sucia politiquería y de la amenaza comunista.
Quinta.-
La historia nos trae múltiples ejemplos de movilizaciones
pacíficas que han logrado cumplir sus metas, cuando han estado acompañadas de
perseverancia, compromiso con el objetivo general, ausencia de protagonismos, y
trabajo eficiente para atraer a más activistas cada día. El movimiento antirracista
en los Estados Unidos fue una muestra de un pueblo desarmado que conquistó el
reconocimiento de sus derechos mediante la denuncia masiva de las injusticias
sufridas por largos años. Al final, recibió el apoyo de toda una nación que
entendió su lucha.
Pero ello empezó
cuando cada uno de los afectados por la persecución comprendió que la solución
no vendría de los políticos o de otras fuerzas sino de lo que cada uno podría
hacer por sí mismo. En Colombia ocurre similar coyuntura. Algunos todavía
esperan que llegue alguien a salvarlos, que los políticos se unan y nos salven;
que los militares den un golpe de Estado; que aparezca un líder carismático;
que otros salgan a marchar por nosotros; que la financiación caiga del cielo;
que broten de la nada miles de activistas para mantener las marchas e
incrementar sus participantes.
Sexta.- Principal lección que nos regala esta marcha. En nuestras manos está el
futuro del país y el bienestar de nuestros hijos y nietos. No seamos inferiores
al trascendental momento que nos ha correspondido vivir. Este movimiento de
“¡Fuera, Petro!” no es de nadie, es nuestro. No dejemos que otros se lo roben
para defender sus egoístas intereses. Pregúntate ¿cómo puedo ayudar para que
crezca este movimiento y se convierta en una fuerza capaz de derrotar a la
desueta clase política y a la venenosa doctrina de la izquierda
marxista-leninista?