Por José Leonardo Rincón, S. J.
Este
modelo 62, acaba de cumplir 62. ¡Qué barbaridad! ¿A qué horas nos volvimos viejos?
Bueno, como diría el otro, vieja la cédula, porque el sujeto todavía se siente
con muchos ánimos. Y mientras Dios nos regale salud haremos todo lo que esté a
nuestro alcance por seguir creciendo personalmente y buscando el bien de los
demás. Esa es la vocación de servicio y lo que ayuda a darle sentido a la
existencia.
Como
todos los años, la celebración del propio cumpleaños fue un día para celebrar y
dejarse consentir. En tanto algunos que conozco ese día se desaparecen y no se
dejan ver de nadie, ni se dejan felicitar. Por el contrario, en mi caso, ese
día me dedico a recibir llamadas, leer correos y contestar mensajes en las
redes sociales. Como quien dice, es un día para subir la autoestima y sentir
las expresiones de afecto que provienen de familiares, amigos y conocidos,
aunque en realidad los festejos se pueden extender durante la octava.
La
verdad, este año me sentí abrumado, anonadado. La cascada de detalles se
transformó en avalancha de esas expresiones de cercanía y amistad, que
finalmente resultaron ser más un tsunami de afecto. Desbordante realidad que me
llevó rápidamente a darle gracias a Dios y a endosarle todo eso, pues Él es el autor
y artífice del asunto. Pensé también en mi madre a quien le debo en buena
medida lo que soy. Recordé a todos aquellos que a lo largo de estas décadas han
contribuido de múltiples maneras a moldearme y ayudarme a crecer y madurar.
Cada
mensaje, cada llamada, trajo a colación tanta historia acumulada, tantos
rostros, tantas vivencias experimentadas, a veces duras y tristes, la mayoría
de las veces alegres y maravillosas, como es el variopinto existencial de todos
nosotros. Me sentí afortunado, pero no me comí el cuento de que solo yo lo era.
Lo cierto es que cada persona que me saludó también tiene su propio acumulado favorable
en el balance de su vida y en el día de sus cumpleaños seguramente siente otro
tanto como yo. Es un patrimonio común que, si fluye y se comparte, nos
enriquece y hace felices a todos.
Estoy
tratando de responder a cada uno en particular su saludo, pero aquí debo
hacerlo general y masivamente para todos. Gracias por la amistad, gracias por
los augurios y buenos deseos, por los abrazos y las bendiciones, por los
reconocimientos sinceros, por las palabras cargadas de afecto. Todos esos
regalos para el corazón son activos para el alma. Si son tantos es porque Dios
me ha regalado muchas amistades en todas las latitudes de este mundo, con cada
una hay temas para episodios o sagas enteras. Hay mucha vida, mucha historia. Y
todo, a pesar de mis humanas limitaciones. Por eso, con mayor razón: ¡gracias,
muchas gracias! Dios los bendiga por hacer parte importante de mi vida.