viernes, 2 de febrero de 2024

Al estilo de Jesús

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Hoy se celebra en la Iglesia la fiesta de la presentación del Señor en el templo. Y esta fiesta se ha asociado con la fiesta de la así llamada vida religiosa.

Estrictamente hablando, al estilo de Jesús debemos ser todos los que nos declaramos sus seguidores, los cristianos. Pero desde los primeros siglos en la vida de la Iglesia, comenzó a suscitarse un estilo de vida, una forma de ser y hacer las cosas, con el propósito de hacerlo de una manera más radical y a eso se le llamó la vida religiosa o la vida consagrada, esto es, el tratar de vivir la caridad perfecta.

Se trataba y se sigue tratando de asemejarse más estrechamente a Jesús de Nazaret en alguna de sus múltiples facetas, en alguna de sus formas de actuar con los demás. Apartarse del mundo, sustraerse de los afanes cotidianos, para dedicarse a una vida austera, simple, de penitencia y de oración permanente, de trabajo humilde para sobrevivir con lo estrictamente básico, fue una de esas primeras maneras. Lo hicieron algunos como anacoretas de manera individual y luego otros en ermitas de montañas y desiertos, ya en pequeños grupos.

El Espíritu Santo en cada uno de nosotros, hombres y mujeres, suscita talentos, dones y carismas. De modo que hay algunos, hoy día también, que se sienten llamados, esto es, convocados, con vocación de hacerlo de una u otra manera, repito, al estilo de Jesús. Consagrar su vida entera, no necesariamente como sacerdotes, pero sí siguiendo los consejos evangélicos de la pobreza, castidad y obediencia, realizando trabajos específicos: la enseñanza de los niños, la atención a los más pobres y necesitados, cuidar ancianos y enfermos, por ejemplo. Esos carismas, que inspiraron a algunos, pronto encontraron adeptos y seguidores quienes, unidos en comunidad, conformaron congregaciones y órdenes religiosas, organizados bajo unos estándares o reglas comunes.

Entonces el variopinto resultó ser muy amplio y diverso, todo un abanico de posibilidades de realización. En monasterios y conventos o insertos en el mundo con todos sus retos de múltiples misiones en campos y ciudades. En ministerios apostólicos de diversa gama y calibre con poblaciones objetivo diferentes. Pidiendo limosna y mendicando unos, trabajando activamente otros. Cada carisma, es peculiar y único. No hay unos mejores que otros, sencillamente son diferentes. Todos se requieren, todos son necesarios. Reclaman hombres y mujeres apasionados, que les guste lo que hacen, que disfruten a plenitud su cotidiana entrega en el servicio a los demás.

Lo importante es que tengan a Cristo como centro. El es el inspirador que mueve, anima, motiva y da sentido a la vida consagrada a su causa. Es el norte y la brújula que orienta por la senda correcta de querer vivir su propuesta. Se trata de hacerlo a su estilo, en comunidad, con sus principios y valores. Vale la pena hacerlo y el espectro de posibilidades es enorme y da cabida a todos. La míes es mucha, trabajo ingente es lo que hay. Pero se necesita sentirse llamado, no es para cualquiera tampoco. Hay que ser tenaces y estar encarretados con la propuesta de Jesús.