Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez
El ejercicio del poder es para servir, no para
lucro y vanagloria de quien lo ejerza. La expresión colectiva del pueblo contra
el populismo en eventos públicos no es más que la manifestación de indignación
e impotencia que siente todo ser al saberse atracado, robado, usurpado y
engañado.
Dice el adagio: “Desde que las disculpas se
inventaron a los gatos los amarran con longaniza”. Y es que ni la
ignorancia, la torpeza o la maldad tan propias de las taras ideológicas,
justifican el desconocimiento de la ley, de las responsabilidades
gubernamentales y mucho menos las conductas dolosas estipuladas en los códigos
penales, de acuerdo con los preceptos de las constituciones democráticas.
Nos atracaron de frente, a mano armada por
medio del libertinaje aplicable a las organizaciones narcocriminales de todo
tipo, hoy asociadas con los muchos políticos que elegimos democráticamente para
cuidar del erario y conducir el Estado, en función del desarrollo y el
crecimiento de las naciones.
Al pueblo, a la sociedad y a la
institucionalidad regional Andina, de algunas naciones centroamericanas y
también en España, se les están robando las libertades, la seguridad y el
bienestar, la movilidad, la billetera y hasta las esperanzas.
Mientras los encargados de la conducción de los
gremios, de la sociedad civil, las fuerzas armadas, los medios y los entes de
control, los empresarios y todo tipo de organizaciones cívicas, eclesiásticas y
comunales, nos desentendimos frente a la mutación de ilegalidad en legalidad;
parece que el cambio consistió en desaparecer de la interpretación de los
códigos penales, los delitos de: “prevaricato, peculado o malversación,
concusión y cohecho, abuso de autoridad, tráfico de influencias y enriquecimiento
ilícito”, para convertirlos en las herramientas, según ellos, legítimas, de
conducción del Estado.
Si el problema de Oriente Medio es el
terrorismo y la violencia financiados por el fundamentalismo religioso, el
nuestro, en Iberoamérica, no es otro que la degeneración y la corrupción
política y económica a causa de la narcodependencia. Tristemente en ambos
casos, la debilidad institucional termina con la aceptación de utópicas
negociaciones con el terrorismo y la violencia dentro del marco de la
legalidad, resultando la sociedad atrapada en el círculo vicioso de la
impunidad que sólo multiplica la violencia.
Fue, atracando la constitucionalidad y la
legitimidad del poder con el virus revolucionario cubano, que se instauraron
las falsas democracias operadas por las narcocleptocracias autócratas y
dictatoriales que actualmente operan cuatro de los estados bolivarianos y que
hoy tienen en jaque la unidad de España.
El contagio castro-chavista nos llevó a
realidad del Ecuador bolivariano y a la de Colombia en la actualidad,
consecuencia del inconstitucional acuerdo de Cuba que desconoció al
constituyente primario y que, omitiendo la ilegalidad del crimen organizado
narcoterrorista, en términos de DIH, admitió la existencia falaz de un
“conflicto armado”, lo que abrió la puerta al reclamo espurio del estatus de
beligerancia, que a su vez conllevó a reclamar un inexistente derecho de
rebelión, con el cual se justificó la concesión de impunidad y la conexidad de
delitos que condonó arbitrariamente crímenes de sangre o de lesa humanidad y
otorgó prebendas políticas a los delincuentes.
Lo anterior habilitó la multiplicación
exponencial de bandas criminales en nuestros países, con lo cual se hace
imposible la presencia del Estado en zonas de ocupación criminal y el control
de la seguridad y la movilidad ciudadana, sin recurrir a medidas
extraordinarias, si se quiere recuperar un Estado de derecho funcional.
Venezuela y Colombia fueron los laboratorios
del nuevo sistema para inocular el virus del caos controlado por ideas
narco-neo-estalinistas que amenazan las democracias del mundo cristiano. La
diferencia entre los líderes que permitieron y promovieron la llegada del
socialismo del siglo XXI con Ali-Baba el leñador de la fábula persa que se
encontró el tesoro en una cueva y le llenó las bolsas a los ladrones, es que
aquel sólo atendió a una pandilla de 40 ladrones, mientras en la región Andina
los alcahuetas del castro-chavismo dejaron abierta la puerta de la cocina para
que entraran narcogobiernos a repartir el poder entre cuanto cleptócrata,
resentido y delincuente pudieron recoger en las calles.
Aquí mientras nuestro Gobierno esparce el virus
de la vida por las galaxias del universo, permite y hasta subsidia el de la
muerte por todo el territorio nacional. Nadie medianamente normal y decente con
dos dedos de frente, así haya votado por el cambio como lo hicieron muchos
gomelos y mamertos, se trepa como maquinista en ese tren del cambio sin
carrilera, pero tampoco podemos seguirle comiendo cuento a la mentira y el
engaño de gobiernos cínicos, incapaces, que demuestran estar patológicamente
enfermos y adictos a la irresponsabilidad, la improvisación y la psicodelia.
La región no aguanta más estar gobernada por
seres ineptos, depravados, mañosos y desvergonzados, que se dan la gran vida y
terminan siendo millonarios, ni por terroristas empedernidos que manejan la
amenaza al empresariado y cercenan la libertad de expresión, de inversión y el
emprendimiento, con la sutileza del corte de una cuchilla “Gillette”. El pueblo
latinoamericano está harto de la dialéctica embustera del populismo, de un
discurso demagogo que desprecia la verdad, mientras la conducta personal de sus
gobernantes humilla la bondad y el intelecto del ciudadano e insulta la gente
honesta y trabajadora que ve ya embolatadas sus capacidades y sus esperanzas.
La llegada un socialismo del siglo XXI
confeccionado a la medida del narcoterrorismo criollo cubano-bolivariano, es
pura hechura de los egos de expresidentes vanidosos y de dirigentes gremiales
flojos y alcahuetes, que como único legado y herencia dejaron a estos países
una total inversión de los valores propios de la responsabilidad de la
conducción del Estado y el manejo de la cosa pública.
No es tarde aún. Dependemos de la justicia y su
capacidad de castigar judicialmente el estupro político, social y económico
cometido. La gente desconfía del juicio político parlamentario pues, ni los
legisladores ni quienes hoy ostentan el poder, han sido capaces de judicializar
a los grandes proxenetas, ni a los cabecillas de las organizaciones
narcoterroristas.
La región sigue pagando un gran costo de
oportunidad inmenso, mientras quienes infestaron nuestras democracias de caos
al confundir libertad con libertinaje, obligaciones con garantismos e igualdad
con equidad, hoy se inventan la falsa teoría de la inmunidad internacional de
los exmandatarios, con el fin de evitar el bumerang de la responsabilidad
criminal vinculada con sus campañas y mandatos, con el caso de corrupción
internacional de Odebrecht, y con el que recibió, por debajo de la mesa, ayudas
y compensaciones de contratistas públicos y todo tipo de organizaciones
criminales, terroristas y narcotraficantes.