jueves, 23 de noviembre de 2023

Llegó la hora de extirpar el crimen en Colombia

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

Un Estado que sea impotente para reprimir y castigar la delincuencia es un Estado inviable. Cuando los gobernantes y representantes del pueblo en las corporaciones públicas utilizan el poder en favor de los criminales y no para la protección de la población, no queda otro camino que la rebelión contra las estructuras del crimen y la remoción de quienes indignamente están ejerciendo las funciones públicas.

No olvidemos que es deber prioritario de los gobernantes proteger a los gobernados en sus vidas y en su patrimonio. Si incumplen esa obligación, no solo están faltando a sus compromisos con la Constitución y la Ley, sino que, asimismo, están atentando en materia grave contra el bien de la Patria y de la comunidad.

Hemos llegado en Colombia a dramáticos índices de inseguridad originados por el aumento de la acción delictiva de diferentes actores, por la impunidad que ampara a los responsables del delito y por la ausencia de políticas eficaces para combatir el delito en todos sus niveles y modalidades.

Según el Índice mundial del crimen organizado de la Organización de Naciones Unidas, Colombia, registra a nuestra nación en el vergonzoso segundo lugar entre los 193 países miembros. Los países con mayores índices de criminalidad son Birmania, Colombia, México y Paraguay. ¿Por qué otros países con similares o peores condiciones socioeconómicas, no alcanzan tan elevados índices delincuenciales? Hay que reconocer que probablemente sus políticas contra el crimen, normas penales y sistemas judiciales y de policía son más eficientes.

Con la mirada puesta en la búsqueda de soluciones eficaces para su definitiva supresión, invito a mis coterráneos a analizar el prioritario tema de la inseguridad y de la creciente criminalidad en Colombia.

Causas inmediatas de la criminalidad

Entre las causas inmediatas que nos han convertido en una sociedad esclavizada por el poder de la droga, gobernada por una camarilla asociada a los peores criminales de nuestra historia y en estado de absoluta indefensión por la inoperancia de las autoridades y la venalidad de los jueces, encontramos:

Corrupción
1.- Corrupción

Nuestro sistema político está basado en la corrupción, ya que al poder se llega fundamentalmente a través de la compra de votos, como se demostró ampliamente en las últimas elecciones para Congreso y Presidencia, en las que los ganadores violaron amplia –e impunemente– los topes de gastos señalados por la Ley. Por supuesto, el ejercicio del poder queda condicionado a compensar a quienes financiaron las campañas con burocracia, contratos y toda clase de prebendas non sanctas. En suma, quedan entronizadas la corrupción y la delincuencia, como pautas determinantes de la gestión pública. Tanto la compra de votos como toda maniobra de fraude electoral deben ser castigadas como otro tipo de corrupción.

Acuerdo de La Habana
2.- Acuerdo de La Habana

Con el claudicante y espurio Acuerdo de La Habana se introdujeron en forma fraudulenta en nuestra Constitución disposiciones que blindaron el execrable delito del narcotráfico, premiaron a los más crueles terroristas de nuestra historia con curules en el Congreso, otorgaron subsidios a sus organizaciones criminales, entregaron a los delincuentes emisoras para continuar propagando las tácticas subversivas, y concedieron amnistía absoluta a los narco-terroristas sin que mediara reparación a las víctimas, ni compromiso de no reincidir en sus crímenes, ni denuncia de rutas del narcotráfico. Se sentó el peor de los precedentes para fomentar la aparición de nuevos frentes de violencia y para moldear a la juventud en la cultura del dinero fácil y en el axioma de que el delito siempre paga. La aplicación de este funesto pacto choca abiertamente con los deberes principales del Estado como son la guarda del orden público y la protección de la vida, integridad personal y patrimonio de los gobernados.

3.- Aparato judicial

Nuestro sistema normativo impide contar con una administración de justicia imparcial e idónea que cumpla con su deber de resolver adecuadamente los conflictos judiciales, defender los derechos de las personas y reprimir con eficiencia las trasgresiones de la Ley.

El origen político de los nombramientos de los magistrados de las altas cortes, facilita la llegada a tan altas posiciones de individuos sin la preparación intelectual y la probidad que les permita ejercer su cargo con decoro.

La investigación y el juzgamiento de los magistrados son ineficaces y sospechosas, toda vez que están asignadas a políticos que, a su vez, son investigados y juzgados por los magistrados, lo que genera un conflicto de intereses.

La selección y la promoción de los funcionarios judiciales no corresponde a una evaluación de sus méritos sino a razones clientelistas o politiqueras, lo que contribuye al escaso nivel de la administración de justicia.

Existe una proliferación de altas cortes, con un pésimo resultado en su eficiencia, conflictos de competencia y elevado costo para el fisco. Se debería reducir el número de altas cortes creando un tribunal supremo con salas especializadas, organismo que deberá encabezar y orientar la rama jurisdiccional con la más absoluta sabiduría y sin intervención de los vaivenes de la política. La Corte Constitucional que prevaricó para permitir el desconocimiento de la voluntad popular en el plebiscito de 2016, demostró su incapacidad para custodiar la Constitución y, en consecuencia, debe desaparecer.

No existe razón alguna para permitir la vigencia de la Justicia Especial de Paz, creada contra la voluntad del pueblo soberano, violatoria de los principios universales del derecho y diseñada, como se ha demostrado en los últimos 6 años, para consagrar la impunidad de los delitos cometidos por las FARC y perseguir a los militares que han luchado por la defensa de las instituciones y a quienes se opongan a la instauración de un régimen comunista en el país.

Debe ser proscrita de la rama judicial “la dictadura de los jueces”, o sea la potestad para extralimitarse y usurpar funciones legislativas o ejecutivas. La Sala Constitucional del Tribunal Supremo deberá concretarse a decidir sobre los procesos donde se debata la exequibilidad de una norma, absteniéndose de expedir nuevas de carácter legislativo o disposiciones que corresponda adoptar al poder ejecutivo.

El atávico ritmo paquidérmico que caracteriza a los trámites judiciales no se soluciona –como hasta ahora se ha ensayado– con aumentos presupuestales a la rama judicial. Hay que establecer un sistema de vigilancia y control a los despachos judiciales para exigirles un nivel de eficiencia; igualmente, se debe exigir el estricto cumplimiento de los términos judiciales, con el acompañamiento de sanciones disciplinarias para los trasgresores de las normas.

4.- Legislación penal

Se requiere una reforma de las leyes sustantivas y procedimentales en materia penal, para imponer penas acordes con la gravedad de los delitos, privar de beneficios penales a los criminales que representan mayor peligro para la sociedad y agilizar los trámites y la duración de los procesos. Debemos abandonar la “hipocresía legislativa” y, en vez de aprobar reformas inútiles, imitemos el gran cambio experimentado por Singapur. Hasta 1960 era uno de los lugares más inseguros del mundo. Con la aplicación de la pena de muerte para criminales y corruptos, erradicaron la delincuencia y hoy es uno de los países más seguros y con mayor índice de crecimiento económico. (https://www.canal26.com/internacionales/singapur-el-pais-que-erradico-la-delincuencia-con-pena-de-muerte-y-trabajos-forzados--264339)

No puede constituirse la permisividad o laxitud de la ley en un estímulo a la proliferación del delito. La legislación penal debe ser severa y estar acorde con una política de erradicación del delito, protección de los derechos humanos de las víctimas y garantía de seguridad para la población.

Tampoco la minoría de edad puede servir para la proliferación de la actividad criminal. Los menores de edad que, a juicio de los médicos forenses, tengan capacidad para distinguir entre el bien y el mal, deben ser vinculados a la acción penal, aunque su detención se cumpla en lugares diferentes a los destinados a mayores de edad.

Los responsables de porte de armas de fuego y explosivos no podrán gozar de excarcelación provisional, casa por cárcel ni de los subrogados penales. Tampoco quienes participen como cómplices o auxiliadores en delitos catalogados como de gran impacto.

Estas reformas deben incluir al sistema penitenciario, con el objeto de garantizar la seguridad y disciplina en los establecimientos carcelarios, establecer la obligatoriedad del trabajo para los reclusos, evitar la comisión de delitos desde las cárceles como ocurre en la actualidad y buscar su readaptación.

Debilitamiento de la policía
5. Debilitamiento de policía y organismos de inteligencia

La actual coyuntura política que sigue los lineamientos marxistas y el propósito de generar caos, anarquía y desestabilización de las instituciones, ha conducido al desmoronamiento de la Policía Nacional y de las Fuerzas Militares, que han sido afectadas por la mutilación de sus cúpulas directivas, reducción de sus presupuestos, cambio de sus misiones naturales y destrucción de la capacidad de sus servicios de inteligencia. En tales condiciones, su aporte a la persecución del crimen y a la garantía de la tranquilidad ciudadana se ha visto notoriamente disminuido.

Tarea inaplazable es recuperar la dignidad y la capacidad operativa de nuestras fuerzas armadas y policiales, así como las demás agencias de investigación, como el CTI. Se debe contratar la asesoría de los más avanzados países en materia de investigación criminal e importar tecnología de punta para el control y seguimiento de la actividad subversiva y delincuencial.

Estrategia general

Presupuestos indispensables para la titánica labor de extirpar la criminalidad en nuestro país, son los siguientes:

Primero.- Reconquistar el poder legislativo y ejecutivo para adelantar las reformas normativas necesarias para desarrollar una política eficaz tendiente a erradicar la inseguridad, el terrorismo, el narcotráfico, la corrupción, el secuestro, la extorsión y el vandalismo, prácticas delictivas que cuentan con el apoyo del actual régimen de extrema izquierda, y que rechaza el pueblo colombiano, en su gran mayoría. Sin el poder presidencial y la mayoría en el Congreso, es absolutamente ingenuo aspirar a dar una lucha real contra el crimen.

Gracias a la Providencia Divina, se demostró en las urnas que existe esa fuerza democrática mayoritaria, que consignó el pasado 29 de octubre su desacuerdo con el petrismo, con sus proyectos totalitarios y con sus candidatos.

Solo resta encauzar ese movimiento patriótico a una tarea tan noble como la erradicación de la violencia, la inseguridad y el crimen de nuestro amado país, mediante la reconquista del poder y la reconstrucción de Colombia.

Ya se ha iniciado la confederación de los grupos de resistencia y oposición al régimen petrista, con las organizaciones de civiles y militares de la reserva que vienen participando en las marchas de protesta callejera y el resto de las asociaciones y colectivos opuestos a la camarilla marxista-leninista que ocupa fraudulentamente el poder.

Prospera el juicio político adelantado a partir de la denuncia por indignidad formulada por el abogado José Manuel Abuchaibe, denunciando por prevaricato a quienes se oponen a su trámite y advirtiendo a los congresistas sobre el peligro que corre su posible reelección en caso de que desoigan la voluntad de los electores que, en su mayoría, desean la salida de Petro de la silla presidencial.

Se está iniciando la labor proselitista que durará 30 meses, creando células de activistas en todo el territorio nacional, bodegas de expertos en redes sociales y comunicación virtual, comités financieros y colectivos de abogados.

Se definirán temas de atención prioritaria para el próximo gobierno, que constituirán las banderas que aglutinen el respaldo popular. En materia criminal, se propone una lucha a fondo para erradicar las variables delictivas de mayor impacto, a saber:

a. Cultivo y tráfico de estupefacientes.

b. Terrorismo, ataques a fuerza pública y población civil, daños a infraestructura pública.

c. Secuestro y extorsión.

d. Corrupción.

Vandalismo, daños al sistema de transporte y a la infraestructura urbana, bloqueos a la actividad ciudadana.

Segundo.- Reforma constitucional y legal. Tan pronto se posesione el nuevo régimen que extirpará la criminalidad y reconstruirá la Nación, se someterá a la decisión del pueblo soberano un plebiscito que, en materia de criminalidad, contendrá propuestas como las siguientes:

1. Reforma de la administración de justicia, que incluya: a) Fusión de las altas cortes en un tribunal supremo con salas especializadas; b) Designación de los funcionarios judiciales mediante concurso de méritos y aplicación rigurosa de la carrera administrativa; c) La investigación y el juzgamiento de los magistrados se cumplirá en un tribunal de aforados, compuesto por abogados elegidos por concurso; d) Las funciones de la Corte Constitucional pasarán a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, pero se abstendrá de extralimitarse en sus funciones asumiendo funciones que corresponden al Congreso o al ejecutivo; e) Se eliminará la Justicia Especial de Paz, y, f) Asignar a la Procuraduría General de la Nación la función de fijar índices de rendimiento a los despachos judiciales, exigir el cumplimiento de los términos judiciales y aplicar sanciones por su incumplimiento o por bajo rendimiento laboral.

2. Reforma a la ley penal y a la Constitución para aprobar: a) Pena de muerte para los responsables de delitos de gran impacto, a saber: a) Cultivo y tráfico de estupefacientes; b) Terrorismo, ataques a la fuerza pública, daños a la infraestructura pública; c) Secuestro y extorsión; d) Corrupción; y, e) Vandalismo, daños a los sistemas de transporte y a la infraestructura urbana, bloqueos a la actividad ciudadana. Otras reformas: f) Agilización de los trámites en los procesos penales; g) Incorporar a los menores de edad como sujetos de la acción penal cuando, a juicio del médico forense, estén capacitados para distinguir el bien del mal; g) Privar a los responsables del delito de porte de arma de fuego y explosivos y a los cómplices o auxiliadores de delitos catalogados como de mayor impacto, de excarcelación provisional, casa por cárcel y cualquier subrogado penal, y h) Reprimir el fraude electoral y la compra de votos con la misma severidad aquí propuesta para la corrupción.

3. Modificar el sistema carcelario para eliminar la posibilidad de cometer delitos desde las cárceles y buscar la rehabilitación del preso mediante trabajo obligatorio y remunerado.

EPÍLOGO

Es natural que a muchos les asalte el escepticismo sobre la posibilidad de conseguir tan drásticas reformas en nuestra Constitución y nuestra ley penal, pero no existe otra alternativa idónea para erradicar el delito de manera efectiva.

Como es lógico, previamente hay que acceder al poder político que permita adoptar medidas tan contundentes como las que amerita el gravísimo problema de la inseguridad y la delincuencia que se han enseñoreado de nuestra sociedad.

Ha dejado de ser esta una quimera inalcanzable pues somos testigos los colombianos de la reacción en masa, sin una previa organización, para derrotar ampliamente a los candidatos del petrismo a las gobernaciones, alcaldías asambleas departamentales y concejos municipales.

Se nos antoja que, si ello fuera posible, antes de que existiera una directiva, unos programas, unos recursos humanos y físicos para adelantar una planificada campaña, alcanzar el respaldo para la propuesta de limpiar a Colombia del crimen, a través de un movimiento organizado para tal efecto, gozará de un arrollador respaldo popular.

Me atrevería a preguntar:

¿Cuántos colombianos están dispuestos a apoyar la extirpación del terrorismo, el narcotráfico, la corrupción, el secuestro o el vandalismo?

Singapur, el imperio de la ley
¿Cuántos compatriotas ansían contar con un Gobierno al estilo del de Bukele en El Salvador o el de Lee Hsien Loong, que, con la pena de muerte para los criminales, convirtió a Singapur, que era uno de los países más inseguros de la tierra, en un remanso de paz y prosperidad?

¿Cuántos colombianos en este momento apoyan los programas petristas y su intento de perpetuarse en el poder a través de las milicias armadas y de la conversión del país en un esclavo del comunismo?

ANEXOS : Tratamiento especial para los delitos de mayor impacto

A. Cultivo y tráfico de estupefacientes. Por segundo año consecutivo, los cultivos de coca alcanzaron un máximo histórico en Colombia. Según el reporte del área sembrada de coca con fecha de corte a 31 de diciembre de 2022, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la cifra llegó a 230 000 hectáreas, lo que significa un aumento del 13 % con respecto al 2021. Los cultivos de hoja de coca en Colombia han aumentado un 61%, pasando de 143.000 hectáreas sembradas en 2020 a 230.000 en 2022. Si se tienen en cuenta las cifras de 2012, el incremento es de más de cuatro veces. Colombia alcanza entre el 60% y 70% de los cultivos en el mundo. El 88% de las hectáreas están en “enclaves productivos”, lugares donde han persistido los cultivos y las demás etapas de producción de cocaína por más de 10 años. El 49% del área con coca se concentró en zonas de especial protección ambiental en Colombia. Los Parques Nacionales Naturales más afectados fueron Paramillo y La Paya. En los resguardos indígenas se registraron 23.794 hectáreas de coca, un incremento del 18% respecto al 2021 cuando hubo 20.100 hectáreas de este. (Juan Carlos Granados, Pilar Puentes , Mongabay, 12 septiembre 2023).

Coinciden estos incrementos con la presencia de los siguientes factores dignos de tener en cuenta:1) Participación de organizaciones criminales transnacionales 2) Presencia de narco-guerrillas, como las llamadas “disidencias” de las FARC, ELN y Segunda Marquetalia 3) Absoluto fracaso del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos, ya que 7 años después de la firma del claudicante Acuerdo de La Habana, en lugar de reducirse el área sembrada con coca, gracias a la erradicación manual, esta se ha incrementado sustancialmente 4) Aumento de los conflictos entre grupos ilegales armados por el control de los territorios sembrados ilícitamente 5) Ausencia total del Estado que ha abdicado de sus principales funciones, como las de preservar el orden, la salud y la integridad de los colombianos. Estas premisas nos indican a las claras que para combatir el narcotráfico hay que adoptar de una vez por todas las siguientes decisiones: a) Sustituir la erradicación manual por la fumigación aérea que tan buenos resultados produjo en el pasado; b) Perseguir el abominable delito del narcotráfico en todo el territorio nacional, incluyendo reservas naturales y resguardos indígenas utilizados con ese ilícito fin; c) Reiniciar el bombardeo aéreo de laboratorios y depósitos de la droga; d) Control de precursores con cooperación internacional; e) Seguimiento a dineros y bienes ilícitos relacionados con el tráfico de estupefacientes y expropiación mediante cooperación internacional y ágiles procesos judiciales; f) Creación de empresas de producción agrícola y agroindustrial para ofrecer alternativas de ingresos a los cultivadores de cocaína, en reemplazo de inútiles subsidios que solo estimulan la resiembra de coca; g) Pena de muerte para los responsables del cultivo, procesamiento, venta y transporte de estupefacientes y cadena perpetua para sus cómplices, auxiliadores, poseedores de bienes dedicados a esa actividad e inversionistas en el ilícito del narcotráfico.        

B. Terrorismo, ataques a fuerza pública y población civil, daños a infraestructura pública. La Ley 599 de 2000 define el terrorismo como la acción de provocar o mantener en estado de zozobra o terror a la población o a un sector de ella, mediante actos que pongan en peligro la vida, la integridad física o la libertad de las personas o las edificaciones o medios de comunicación, transporte, procesamiento o conducción de fluidos o fuerzas motrices, valiéndose de medios capaces de causar estragos. Según Indepaz, durante 2022 tuvieron lugar 94 masacres con 300 víctimas letales. En los meses de enero a octubre de 2023 se han perpetrado 73 masacres con 234 víctimas. El índice de terrorismo global cataloga a Colombia entre los 15 países con mayor índice de terrorismo en el mundo. Esta es una dantesca realidad que retrata la desidia del Estado en el cumplimiento de su principal tarea, cual es garantizar la seguridad en el territorio nacional y el derecho a la vida y a la integridad de la población. Enseñan las estadísticas que las políticas oficiales son fundamentales para el crecimiento o la reducción de los actos terroristas. Por ejemplo, gracias a la política de “Seguridad democrática”, el número de torres de energía derribadas, que en 2003 fue de 329, se redujo a 39 en 2010; las voladuras de oleoductos que en 2001 fueron 261, sólo llegaron a 31 en 2010 (una reducción del 88.1%). A partir de ese año, con la llegada de Santos al poder, dichos índices volvieron a aumentar, alcanzando 225 en 2013 (un aumento del 86,2%). La erradicación de esta plaga del terrorismo requiere mano dura por parte de las autoridades, con determinaciones como las siguientes: a) Declarar la ilegalidad de cualquier entidad o grupo que sea responsable, cómplice, financiador o inversionista en actividades terroristas; b) Pena de muerte para los responsables de actos de terrorismo y cadena perpetua a sus cómplices, auxiliadores o financiadores; c) Prohibición de protestas, marchas o manifestaciones públicas donde se presenten ataques a la población civil o a la fuerza pública, daños a la infraestructura urbana, obstáculos a la circulación de vehículos y peatones; d) Obligación de las autoridades municipales de exigir el compromiso previo de las entidades organizadoras de las manifestaciones para que estas transcurran en completo orden, so pena de incurrir en grave falta disciplinaria sin perjuicio de las consecuencias penales.

C. Secuestro y extorsión. El mismo Ministerio de Defensa publicó un preocupante informe. De acuerdo con el documento en lo corrido de 2023 (con cifras registradas de enero a agosto), este flagelo ha aumentado en un 91% en comparación al primer año del expresidente Iván Duque. Lo que significa que, hasta esa fecha, se contabilizó el secuestro de 218 personas. No solo los secuestros experimentaron un incremento, pues los robos llegaron al 24,6% y los casos de extorsión llegaron al 100%. Estamos regresando a cifras que no se veían desde el Gobierno de Santos en 2014. (Redacción El País, 21 de septiembre de 2023). Protagonistas de estas execrables prácticas resultan ser casi siempre las guerrillas del ELN, y las disidencias de las FARC, en algunos casos en complicidad con otros grupos delincuenciales. Como es natural, es esta una modalidad delictiva que requiere un alto grado de sofisticación en las labores de inteligencia, sector que ha sufrido gran deterioro en las 3 últimas administraciones. Por ello, para combatir tanto el secuestro como la extorsión, tendremos que: a) Dotar de los más adelantados recursos tecnológicos a las unidades de inteligencia militares y de policía: b) Acordar con los países más avanzados en la materia el asesoramiento y la adquisición de las tecnologías acordes con la magnitud del problema; c) Pena de muerte para responsables de secuestro y cadena perpetua para sus cómplices y auxiliadores y para quienes incurran en el delito de extorsión; d) Declarar la ilegalidad de las entidades u organizaciones que participen en los delitos de secuestro y extorsión; Corrupción. El 80% de los colombianos considera que es el mayor problema del país. La mitad de los electores ha vivido de forma directa o indirecta ofertas de compra de votos en el último año. Solo un 5% tiene una opinión favorable de los partidos. El 80% no está satisfecho con el funcionamiento de la democracia, según la encuesta de 40dB para EL PAÍS, América, ocho, de cada diez personas, nombra la corrupción como el mayor de sus problemas, por encima de la desigualdad y la pobreza. La percepción de que no se juega limpio se extiende a todas las capas de la sociedad, desde pequeños sobornos para obtener beneficios en la vida cotidiana, nepotismo hasta en las más altas instituciones del Estado o entramados a gran escala que afectan a empresas privadas o públicas. La idea de una corrupción que lo entrampa cubre a todo el sistema de poder y hunde la valoración de las instituciones políticas, del presidente a los partidos. La idea de acabar con la corrupción sale de forma intermitente de la boca de todos los candidatos. Los aspirantes de derecha a izquierda agitan la misma bandera, conscientes del rechazo que genera en una sociedad acostumbrada a los escándalos. El abuso de poder, el clientelismo y el uso indebido de fondos públicos está tan enraizado que en política se convierte en excepcional no estar involucrado en algún caso turbio. Entre todos los países de la OCDE, solo México y Turquía tienen peores niveles de corrupción que Colombia. Eso significa que las mafias de compra de voto, algunos muy sofisticados y otros extremadamente simples, alcanzaron a la mitad de la población en el último año electoral. Estas dos variables, bajos ingresos y desinterés por la política, los convierte en un objetivo fácil de las maquinarias de compra de votos. El descrédito de las instituciones políticas es absoluto. Solo un 4,8% de los encuestados tienen una opinión favorable de los partidos, apenas un 7% aprueba al Congreso y menos de un 10% tiene buena imagen de las instituciones electorales. (https://elpais.com/america-colombia/2022-05-09/la-corrupcion-el-agujero-negro-de-colombia.html?event=regonetap&event_log=regonetap&prod=REGCRARTCLB&o=cerradoclb)

Entre el 2009 y 2016 se reportaron 3.966 casos de corrupción. En Colombia, en particular, la corrupción entre 1991 y 2011 le costó al país más de $189 billones, lo que equivale al 4% del PIB. Los tipos de corrupción más frecuentes en Colombia por el número de sanciones son el soborno, la apropiación de bienes públicos, la extorsión y el nepotismo. Gómez y Gallón analizan las principales causas de corrupción en Colombia: debilidad de los sistemas de planeación y control; alta discrecionalidad en las decisiones de los funcionarios públicos; monopolio en la prestación de servicios por el Estado y falta de transparencia de información y procedimientos; débiles sanciones, que constituyen incentivos para las conductas corruptas; bajos salarios públicos; y burocracia clientelista. La práctica del soborno parece tan arraigada en Colombia que según la Cuarta encuesta nacional sobre prácticas contra el soborno en empresas colombianas el 91% de los empresarios participantes consideran que secretamente se ofrecen dádivas para obtener contratos y, según la misma encuesta, los montos pueden alcanzar en promedio el 17.3% del valor del contrato, representando la cruda realidad que el 58% de los empresarios encuestados afirman que “si no se pagan sobornos se pierden negocios”. La cultura de control observada en las entidades analizadas en este trabajo de investigación es débil. Da cuenta de ello el hecho de que 70% de las entidades seleccionadas, obtuvieron resultados en los rangos “con deficiencias” e “ineficiente”, lo cual indica que los controles implementados para la mitigación de los riesgos identificados al interior de las entidades no están cumpliendo su función. Eso significa que dichas entidades no están comprometidas con el logro del cumplimiento de sus fines como parte del Estado, y deja entrever que los sistemas de control interno han sido implementados como un mero formalismo normativo, y no por la firme y auténtica intención de aportar bienestar a la sociedad. La percepción de indignación puede crecer y ese factor deteriora la ética en las bases sociales en dos sentidos: por una parte, incentiva el arribismo y la búsqueda de dinero fácil, por otra, promueve una reacción social en contra. Ese repudio es un factor de gran oportunidad para robustecer un proceso educativo de respeto de lo público, alcanzar la transparencia, el respeto de la legalidad y la probidad como valor. (Universidad Externado de Colombia, 2018). La corrupción administrativa es la que más llama la atención. El 44% de los hallazgos de la prensa estuvieron enfocados en esta, siendo la contratación el campo donde más se registraron irregularidades (177), en circunstancias como “direccionamiento de contratos con requisitos habilitantes muy específicos y el pago del bien o servicio a pesar de no haberse cumplido en su totalidad”, según el informe. Hay abuso de poder para beneficio personal pues se “busca fortalecer un poder político particular”, lo cual afecta la consolidación democrática. (El Colombiano, 2023)

D. Vandalismo, daños al sistema de transporte y a la infraestructura urbana, bloqueos a la actividad ciudadana. Para nadie es un secreto que las organizaciones de la extrema izquierda han aprovechado la protesta social para intentar la desestabilización de los gobiernos a través del vandalismo. Se han apoyado en los espurios acuerdos de La Habana y en la cobardía o complicidad de gobiernos supuestamente “de centro”, como los presididos por Juan Manuel Santos o Iván Duque, que se han hecho “los de la vista gorda” frente a los desmanes contra la población cometidos por vándalos como los de la “Primera Línea”, patrocinados ahora por el régimen de Petro. En la “toma guerrillera” del 2021 organizada por el entonces candidato Petro en unión de las disidencias de las FARC, del ELN, y de La Nueva Marquetalia, el vandalismo castigó al país con profundos daños a la economía y al sector privado, destrucción de infraestructura urbana tanto pública como privada, homicidios y lesiones a miembros de la fuerza pública y de la población civil, destrucción de estaciones y vehículos de transporte urbano, ataques a puestos de la Policía Nacional, y agresiones de todo tipo contra la integridad y el patrimonio de los colombianos. Durante esas semanas, unas 80 personas murieron en las calles en los violentos enfrentamientos entre manifestantes y los agentes desplegados, lo que abrió un intenso debate sobre la preparación de los cuerpos policiales. Está claro que combatir con éxito la plaga del vandalismo requiere: 1) Una política severa del Gobierno para garantizar el orden. 2) El presupuesto de que una cosa es la protesta ordenada y pacífica dentro de los cauces de la Ley y otra muy diferente es la anarquía, el desorden y la comisión de delitos en nombre de la libertad de expresión.