Por José Alvear Sanín
El triunfo de Milei le importa también un
comino a Petro. Él sabe que el castro-comunismo está perdido electoralmente en
toda la América Latina, y, por tanto, hay que acelerar la degradación del ejército,
el reclutamiento de guardias campesinas y de cien mil “jóvenes de paz”, sin
olvidar el fortalecimiento de las guerrillas, y sus “disidencias”, con el fin
de lograr pronto el predominio en el balance de fuerzas.
El país lleva quince meses oyendo la monserga
de las dificultades con las que tropieza la negociación de “la paz” entre Petro
y el ELN, como si el Gobierno tuviese fines diferentes a los de la banda
terrorista. Ni Petro representa un Estado de derecho, ni el ELN es un grupo
deseoso de integrarse a un país normal. Quien no comprenda que esa tal
“negociación” no es cosa distinta de un simulacro para engañar al país, está en
Babia, como la mayor parte de los comentaristas, para no hablar de los jefes
políticos y los congresistas, que se acomodan en vez de cumplir con su deber de
destituir a Petro por la multitud de sus actuaciones dolosas e ilegales.
Ambas pretendidas partes pertenecen al espectro
ideológico y político del Foro de Sao Paulo, cuyos integrantes combinan todas
las formas de lucha: unos, participan en política, más o menos dentro de las
normas constitucionales, mientras otros lo hacen mediante el terrorismo y las
guerrillas; pero jamás los primeros desautorizan a los violentos. Aquí sí que
es cierto aquello de que “Olivos y aceitunos, todos son unos”, o, como
dicen otros, “Negociando yo con yo”.
En estos días, el país se ha conmovido por el
enésimo secuestro del ELN este año, el del señor Luis Manuel Díaz, cuyo hijo,
al parecer, tuvo que pagar tres millones de dólares para rescatarlo.
Ahora bien, con el cinismo habitual, a
continuación, el ELN se presenta como una organización pobrísima y, por tanto,
solicitan financiación del Gobierno nacional, para poder dejar de “retener” las
gentes, que se ven obligadas a contribuir así a “la búsqueda de la paz”.
La respuesta del ministro del Interior ante tan
horripilante propuesta fue de supina admisión, mientras llega el momento de
convenir los montos y desembolsos, sin que por eso el ELN vaya a dejar de
secuestrar, porque para eso habrá siempre “disidencias”. Tampoco, desde luego,
dejarán el narcotráfico, además ya legalizado de facto por el gobierno
nacional.
Entre tanto, avanzan en las más densas sombras
las deliberaciones del Comité de Participación, formado mayoritariamente por
docenas de organizaciones comunistas de fachada, preparando el documento
vinculante para sustituir la Constitución Nacional, sin necesidad de
ratificación popular ni legislativa, tan pronto se firme el acuerdo final entre
Petro y los alegres muchachos del Comando Central del ELN.
Este acontecimiento no tendrá lugar antes de la
elección de fiscal y procurador, pero en todo caso, desde ahora sabemos que el
ELN jamás cederá en sus posiciones maximalistas de inspiración polpotiana. Absoluta
razón tiene el profesor Alfonso Monsalve Solórzano en uno de sus más recientes
y excelentes artículos, “Doxa, ¿y de qué van a vivir?” (https://www.lalinternaazul.info/2023/11/12/doxa-y-de-que-van-a-vivir/
:
Ya
estamos informados por el propio Antonio García de que el ELN no entregará
armas. Como quien dice, solo aceptará ser el ejército del Estado que surja de
la negociación, y los que tendrán que deponer las armas serán las Fuerzas
Armadas y de Policía de nuestras instituciones.
No nos engañemos. Mientras más claro sea el
desprestigio de Petro y la animadversión popular hacia sus propuestas lunáticas
y perjudiciales, con mayor razón avanzará velozmente hacia la revolución, su
única y verdadera motivación.
Ninguna duda cabe de que los jefes supremos de Gobierno
y ELN firmarán su macabro acuerdo, inspirados por sus tiernos corazoncitos de
secuestrador...