viernes, 24 de noviembre de 2023

La resurrección de la fe

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

El almuerzo para celebrar el onomástico de mi mamá el miércoles 22 concluyó con una pregunta: “supongo que hoy ofrecerán un buen concierto”. Claro, respondí, no podía ser para menos si Santa Cecilia es la patrona de los músicos. Para no ponerla nerviosa no quise contarle que en la noche estaría en la reapertura del remodelado auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, que para festejar sus 50 años de existencia quiso reinaugurarlo con la premier de la colosal obra, La resurrección de la fe, del joven maestro y compositor bumangués Juan Pablo Carreño.

Lo que son las cosas. Llegamos hora y media antes de la señalada y la fila no solo era cada vez más larga, sino que también se iba robusteciendo. Tres jóvenes jesuitas, dos de ellos egresados de sus claustros eran mis compañeros. Faltando veinte puestos para entrar, en la mismísima puerta del auditorio con mejor acústica de Suramérica nos anunciaron lo peor: el aforo estaba completo. Detrás de nosotros perfectamente podían estar dos mil personas esperando. La invitación era a sentarse en la plazuela llamada del Ché, donde una pantalla gigante nos permitiría asistir al concierto. Mis amigos no se movieron. Esperemos, de seguro dejarán entrar un poco más. Y así fue. A los pocos minutos lo anunciaron: pueden acceder otras 50 personas. ¡Se hizo el milagro!

El auditorio es majestuoso. No importaba estar en una esquina de la platea. Y miren ustedes, nos ubicaron a tres o cuatro metros del atril y al lado de una imagen densamente iluminada que captó inmediatamente nuestra atención: ¡el Cristo mutilado de Bojayá! Después de los saludos protocolarios encabezados por Dolly Montoya, la rectora, deslumbrante la entrada de 100 músicos de la filarmónica, 8 o 10 solistas y 700 voces de 26 coros diferentes, con la batuta del director ruso Guerassim Voronkov. Sencillamente espectacular.

La obra, compuesta pa celebrar el aniversario de los acuerdos de paz, sigue el esquema de las famosas misas de los grandes compositores, alterna instrumentos, solos y coros, con textos de Jeremías, Francisco de Asís, Nicolás Gómez y Fernando González, para rendir tributo, con nombres propios, a las víctimas de las masacres de Bojayá y El Salado. Música y textos se amalgaman artísticamente con un efecto desgarrador que va narrando tan sangrientos y vergonzosos hechos y concluye en la oscuridad del escenario con todos los artistas en silencio y con la cabeza gacha en postrer reconocimiento a esos compatriotas vilmente asesinados, mutilados cual nuevos cristos.

¿Y la resurrección? Porque quedamos en pleno Viernes Santo y sábado de soledad y tristeza. Pues así es. Por ahora la obra va ahí. La resurrección en esta etapa es solo de la fe, lo cual no es poco, si se tiene en cuenta que la fe es creer y esperar en lo que no se ve. No es poco, si se tiene en cuenta que hemos vivido en las sombras y las tinieblas de la muerte y hemos atravesado por cañadas oscuras. Pero habrá resurrección y la vida triunfará sobre la muerte, como la luz sobre las tinieblas. Que resucite la fe es ya escatológico augurio de la resurrección plena. ¡Así sea!