Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez.
Veamos qué significan para Colombia la Iguana y
el Jaguar, que Petro y su pandilla del falso ambientalismo quieren exterminar
de un solo mamonazo.
Érase una vez una iguana laboriosa que, con su
condición de especie milenaria sobreviviente a la adversidad y al pasar de los
tiempos, generó a la sociedad colombiana desde todos los confines de nuestro
territorio, esperanza, energía, productividad, movilidad, progreso social y
económico y riqueza para el Estado y para cientos de miles de colombianos.
Cuando Ecopetrol era sólo una agencia de dudosa
ortografía administradora de contratos de asociación para la explotación de
petróleo y gas, llegó con el nuevo milenio el gobierno hacendoso, montañero,
trabajador de Uribe y creó la Agencia Nacional de Minería para cumplir esa
función de forma especializada, y le entregó a Ecopetrol la responsabilidad de
convertirse en una empresa productora de petróleo y gas que se integrara
verticalmente realizando investigación y validación sísmica, exploración,
explotación, transporte y refinación de hidrocarburos, con el fin de
garantizarle al país una seguridad energética eficiente, estable y sostenible y
a la vez abrirse camino como empresa para participar en el mercado global
energético.
Fue entonces, cuando apareció para hacer
realidad esa necesidad de toda Colombia en función de su desarrollo
socioeconómico, la milenaria y resiliente Iguana, símbolo de fortaleza y de la
vitalidad de la naturaleza en el trópico, y le dio al país y a Ecopetrol una
nueva razón de ser, una ilusión por la cual luchar, y la sabiduría de
democratizar la empresa de modo que cientos de miles (más de 425 accionistas
particulares) pudieran participar de un negocio que sin duda ha sido la columna
vertebral de nuestra economía estatal y de mercados durante lo que va corrido
de este siglo.
Bien conducida por los doctores Isaac Yanovich,
Javier Jenaro Gutiérrez, Juan Carlos Echeverry, Felipe Bayón y unas juntas
directivas notables, esa iguanita se fue metiendo en el corazón de los
colombianos que pasaron a ser dueños directos y materiales de la nueva compañía
que empezó a cotizar en los grandes mercados del mundo y a multiplicar
desarrollo económico y social por toda la geografía nacional.
Esa iguanita produjo empleos, contrató personal
especializado con experiencia mundial en la industria, le dio educación y
bienestar a sus trabajadores que son los mejor pagados en todo el país, generó
riqueza para sus asociados y dividendos para toda la nación, se convirtió en la
empresa que más caja e ingresos no contributivos, contributivos y por vía
regalías y contrataciones llevó riqueza a más de 22 departamentos y a los
rincones de la patria rurales y aislados para los que ha representado la presencia
del Estado por décadas con inversiones socioambientales voluntarias en
educación, salud, economía popular y acceso a servicios públicos para cientos
de comunidades.
Esa iguanita laboriosa, una especie que hoy
quieren extinguir, es la que sostiene a la Unión Sindical Obrera más importante
del país. Esa iguanita que simboliza la vida de lo más profundo de nuestros
territorios, como nuestros ciclistas y deportistas, empezó en los últimos 20
años a darle dividendos a todos sus accionistas e inversionistas y claro, a la
nación, en cabeza del Estado que es su principal accionista.
Esa iguanita como la vaca más lechera del
pequeño establo de una familia campesina en adelanto, donde todos trabajan y
aportan, empezó a dar ganancias y a aportar a la mejora de la calificación del
riesgo país, y por ende a la capacidad de financiación y endeudamiento del
Estado, demostrando a los mercados y a las multilaterales, flujos positivos no
tributarios.
Luego esa iguanita empezó a ser capaz de entrar
en una nueva liga profesional y especializada en materia energética, gracias a
tres logros fundamentales:
Primero: la profesionalización y tecnificación
de su personal, la modernización de su capacidad operativa y la mejora de toda
su infraestructura. Ello incluyó la compra y terminación exitosa del tan
mediáticamente satanizado proyecto de Reficar, que al final demostró ser una de
las refinerías con más réditos comparativos manifiestos en existencias y
ganancias durante la depresión que vivió el mundo en 2020 y la recuperación
económica del 2021, donde la iguanita jugó un papel determinante para toda la
economía colombiana al apalancar la capacidad del Estado para superar el CIVID
y a que nuestro PIB creciera dos dígitos en 2021 y hasta junio de 2022.
Segundo: la participación exitosa en proyectos
de ciclo corto o yacimientos no convencionales en el lugar más prestigioso de
los Estados Unidos, demostrando la efectividad de la relación costo beneficio
del mal llamado “fracking” y una gran mejora en la sísmica, la exploración,
explotación en los procesos de recuperación secundaria de los yacimientos en
Colombia.
Tercero: la incursión en una estrategia de
largo plazo de transición energética apalancada en las eficiencias y
crecimiento del negocio principal y la incursión en autogeneración, en
economías circulares, en transmisión energética con la integración de ISA y sus
más de 30 compañías a las aproximadamente 70 que ya conformaban el grupo. Con
esto se adicionó un 25% del EBITDA proveniente de mercados regulados con lo
cual se aumentaron los ingresos del grupo y se distribuyó un riesgo que estaba
todo a merced de las fluctuaciones de los mercados de genéricos y la iguanita
pasó a ser el segundo conglomerado de transporte y transmisión energética en el
mundo, con una capacidad inimaginable de contribuir al desarrollo de todo
nuestro hemisferio.
Recordemos que la iguanita fue una de las
únicas dos compañías de petróleo y gas en el mundo que logró la proeza de pasar
el 2020 con sus números en negro, de no dar pérdida y de darle resultados
positivos y dividendos al Estado y a cientos de miles de accionistas
minoritarios, sin tener que despedir personal y ayudando al gobierno en la
encomiable labor de poder financiar la nómina de las empresas durante la
pandemia.
Pero hablemos un poco sobre los depredadores.
Mientras nosotros creemos en la legalidad, quienes hoy están en el poder no
juegan limpio, para ellos el Estado, las leyes, la Constitución, las
instituciones, entidades y empresas del Estado, han sido siempre ilegítimos. Su
misión está limitada a hablar bellezas y a destruir todo aquello que le genere
valor y riqueza a la nación.
Convengamos que el éxito sólo despierta envidia
en este país. Y es así como lo primero que hizo el Gobierno actual fue liderar
la cacería que pretende exterminar la Iguana como el más importante símbolo
patrio en materia económica.
Lo que plantea Petro es matar la Iguana y
entregarle su cuero a la empresa quebrada del dictador venezolano, que ya se
fumó cientos de billones de dólares de PDVSA y llevó a Venezuela a la ruina,
para que la conviertan en correas, carteras y zapatos de dictadores y de sus
séquitos de ladrones.
Los depredadores de la Iguana piensan y operan
diferente al resto de la ciudadanía. Son guerrilleros, terroristas y
delincuentes, para quienes los valores y las formas democráticas son la presa
que quieren exterminar por medio del engañó y la trampa populista.
Terminar con el poderío de la Iguana es la
forma más rápida de quebrar la economía colombiana y de mantener el poder que
no lograron tomarse al quemar el Palacio de Justicia en 1985, ni en 2021 cuando
intentaron dar un golpe de Estado comprando violencia callejera que tenía por
objetivo bajar de la presidencia a Iván Duque.
Pero la cosa es aún más grave. Ahora tras
exterminio de la Iguana a manos de estos bárbaros respaldados por el servilismo
de la nueva junta directiva y la nueva administración de Ecopetrol, se van a
llevar al hueco a otra especie, el poderoso Jaguar de los Andes que representa
la robustez y solidez económica de toda la red empresarial regional de
Interconexión Eléctrica S.A. ISA.
La Iguana y el Jaguar señores no sólo viven
libres en nuestros campos, selvas y montañas, determinan la movilidad y la
productividad de nuestra economía, el flujo de ingresos no contributivos con
los cuales opera y se financia el Estado. A la Iguana la llevamos todos tatuada
en el corazón, en los insumos de la salud, las telas, en los tenis, en los
cordones de los zapatos, en los elásticos, en los plásticos, en los celulares,
en muchos los empaques, y en cientos de miles de productos que facilitan el
bienestar y en esencia nuestro existir.
Al grito de “Fuera Petro”, no permitamos que la
doble moral del falso ambientalismo del castrochavismo extinga la Iguana y mate
al último Jaguar, pues son las empresas que estas dos especies simbolizan, las
que día a día llevan la energía, luz, gas, alimentos y conectividad a nuestras
casas y a los centros de producción, que permiten que tengamos trabajo e
ingresos.
Sin la Iguana y el Jaguar, Colombia muy pronto
pasará de ser productor y generador autosostenible con una hoja de transición
energética viable en el tiempo y apalancada en los ingresos petroleros, a
quedar condenada a tener que pagar más caro la energía que otras naciones
produzcan.
Entendamos señores, la carnicería a la que
están sometiendo al GEE, es como la torpeza de vender la vaca que todos los
días produce plata para después tener que salir a comprar leche y mantequilla
más cara, sin tener con qué llevar carne a la casa.
¿Seremos acaso como la Iguana y el Jaguar,
quienes creemos en el trabajo honesto con esfuerzo y sacrificio en función del
progreso de toda una sociedad, convertidos en una especie en extinción y
exterminados por el falso ambientalismo con el cual se disfraza el lobo
castro-chavista?
¿Comprenderá el presidente lunático y las
lumbreras que lo asesoran, que ya con sus anuncios de los últimos 16 meses,
serán responsables de la exterminación de nuestra laboriosa y productiva
iguana, y con ella, de la transición energética que representa el Jaguar, como
emblemas del Grupo Empresarial Ecopetrol y las casi 100 compañías que lo
componen?
La respuesta es sí, claro que sí. Petro y
Maduro son plenamente conscientes de que su misión en el mundo es la
exterminación de la riqueza de las naciones en favor de una nueva especie de
tiranos. De eso dan cuenta millones de seres humanos que hoy piden limosna en
los semáforos de nuestras ciudades o deambulan por el Darién sometidos a todo
tipo de tratos inhumanas con tal de alcanzar el sueño americano.