Por: Félix Alfázar González Mira
No ha existido un momento de nuestra historia republicana
más singular, crítico y único que el que estamos viviendo en los tiempos que
corren. Desasosiego, incertidumbre, dudas, desesperanza, desánimo, angustia y
todos los etcéteras que quepan para describir las inmaterialidades de las almas
tristes en la condición humana.
Colombia, buscando el cambio está encontrando el caos,
pretendiendo cambiar a la clase política corrupta, que es bastante, está
encontrando un relevo igual o peor en los lodazales de la corrupción; buscando
una esperanza está encontrando frustraciones, pretendiendo encontrar ideas
nuevas está encontrando las más caducas de demostrado fracaso en todas las
latitudes donde se han aplicado, buscando la paz está encontrando el miedo. Y
así podríamos seguir describiendo los opuestos de lo buscado en los caminos de
lo encontrado.
Recuerdo en el año 1992, como
alcalde electo de mi municipio, que al abandonar un taxi que me dejaba en el
Palacio de las Exposiciones, no existía Plaza Mayor, para un evento de
capacitación, el conductor me señalaba que iba para una mafia mayor que la de
Pablo Escobar que andaba, por esa época, en la voz de todo el mundo por los
daños que estaba causando a la sociedad.
Y fue esa expresión altamente
premonitoria porque, años después, escuché a un parlamentario, enredado en
lazos de la justicia, señalar que era más rentable invertir en ganar alcaldías
que en las mismas actividades ilícitas por las cuales extraditan colombianos.
Lo anterior lo escribí antes de
las elecciones territoriales en una tarde de desahogo por lo que veía en el
acontecer de las campañas electorales.
¡Pero vaya! El comportamiento
responsable del pueblo colombiano, y del antioqueño en particular, que nos
permite decir como Álvaro Uribe, «No hay causa perdida», nos señala la
esperanza que arropa al colectivo regional.
Oportunidad está dando la opinión votante a los nuevos
gobernantes, a los nuevos liderazgos que a pesar de que en buena parte del
territorio se dieron esas prácticas de negocios señaladas arriba, tienen la
circunstancia coyuntural de responder al giro del electorado, que al ensayar
nuevas políticas y nuevos liderazgos que le causaron frustración, se espera no
dar motivos renovados de nuevas situaciones que conduzcan al desasosiego de
estos cuatro años en Medellín y quince meses en Colombia.
Y ello se consigue con la aplicación y puesta en práctica
del cuerpo de doctrina Uribista señalado en el comunicado del Centro
Democrático al establecer que «Los electos que asumirán las
responsabilidades públicas están comprometidos con el Estado pequeño y austero,
la disminución de la burocracia y la transparencia en el manejo de recursos
para mayor inversión social. Y el convencimiento pleno que recuperar la
seguridad es el elemento determinante para alcanzar la paz».