viernes, 20 de octubre de 2023

Un paraíso llamado Caño Cristales

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Cuenta la tradición oral que unos extranjeros desde una avioneta avistaron tan mágico lugar: “¡un río de colores!” exclamaron maravillados y parece ser que en la capital se lo contaron, para que fuera a conocerlo, al hermano Andrés Hurtado, un religioso marista excepcional, por no decir exótico, un hombre genial que ha registrado fotográficamente los más recónditos y bellos paisajes colombianos, que tiene arañas en su cuarto y que de vez en cuando nos deleita con sus escritos en el periódico El Tiempo.

De hecho, fueron sus espectaculares fotos las que me permitieron conocer, hace varios años, este paraíso ubicado en los límites de la Orinoquia y la Amazonía, más exactamente en el municipio de La Macarena, Meta. Tan encantador lugar parecía muy difícil de ser conocido. ¿Quién va a poder ir por allá algún día? Mi espíritu aventurero no daría para tanto, pero las cosas de Dios… la diócesis de Granada encomendó a la Compañía la parroquia, de modo que una pequeña comunidad trabaja pastoralmente allí desde hace algunos años y yo, por oficio, debo visitarla. La pandemia no dejó, luego mi estado de salud, hasta que por fin este año fue la vencida.

A La Macarena, en tiempos de verano, solo se puede ir en avioneta desde Villavicencio. Claro, en un buen carro desde la capital del Meta puede irse también si se está dispuesto a trasegar entre 6 y 7 horas. Por Bogotá, habría que ir hasta el sur del Huila, pasar por San Vicente del Caguán hasta llegar allí en un viaje mucho más largo. Como yo fui en los meses de invierno hubo vuelo directo de Satena, una hora, desde la capital. Mejor no pudo ser.

Esta temporada es de alto flujo de turismo y varios vuelos transportan ciudadanos nacionales, pero sobre todo extranjeros. No más aterrizar en la pista de El Refugio y ya está uno en la mitad del pueblo. Yo me imaginaba un pueblito de calles destapadas y bastante precario, pero me encontré con un pueblo cuya malla vial está perfectamente trazada, su cuadrícula cuenta con vías de doble carril, una iglesia grande y hermosa, y una activa zona comercial y hotelera bien importante. Hace calor, pero por no ser tan húmedo no afecta tanto. Por cierto, los zancudos y mosquitos debían de estar ocupados por otros lados porque no se dejaron sentir. Un negocio próspero es la ganadería: ¡qué productos lácteos tan buenos y ¡qué carne de res tan deliciosa!

La peregrinación a este santuario natural está perfectamente prevista y organizada por Corpomacarena, de modo que sus exigentes requisitos obligan al turista a cuidar el entorno natural. Primero lancha por el río con impasibles garzas, tortugas e iguanas en sus orillas hasta llegar, minutos después a un sitio donde camionetas 4x4 lo trasladan al punto de partida de caminatas de entre 9 y 14 kilómetros por senderos y trochas preciosas que evidencian todavía erupciones volcánicas y huellas de que el mar estuvo cerca; frailejones y belláceas con su flor blanca de un día son la antesala de esos caños espectacularmente coloridos. Adjunto algunas fotos para que ellas hablen por sí solas de una experiencia indescriptible.

Regresamos al pueblo molidos por el ejercicio alternado entre sudorosas caminatas y baños en pozos y cascadas de aguas cristalinas. Medio muertos del cansancio, pero inmensamente felices. ¡Qué regalo Divino, me hizo evocar “El cántico de las criaturas” o “Laudato sí”! Gracias a mis compañeros jesuitas por ese regalo. Valió la pena. Gracias a quienes habitan esta zona, llaneros de origen y colonos provenientes de todas las latitudes patrias. Y si ustedes amigos que me leen, quieren y pueden un día pegarse la rodadita, no lo duden. Es único ese paraíso llamado Caño Cristales.

Caño Cristales, Colombia

Caño Cristales, Colombia

Caño Cristales, Colombia

Caño Cristales, Colombia

Caño Cristales, Colombia