viernes, 27 de octubre de 2023

No hay que confiarse

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Razón tenía el finado Álvaro Enrique, riguroso ingeniero de la UIS y jesuita, un tanto exótico, cuando maliciosamente, pero en serio, afirmaba: “hay verdades, hay mentiras y hay estadísticas”. Como quien dice, que estas pueden ser ciertas, pero podrían ser manipuladas, como las encuestas, algunas de las cuales, lo sabemos, son pagadas para mostrar resultados favorables a quienes las patrocinan.

La lección debió aprenderse con el plebiscito de Santos cuando nos decían que con el 85% ganaba el SÍ. Ese día llovió y la pereza dominical confinó en sus casas a los ganadores. Perdieron. Y lo que vino después ya lo sabemos. El domingo pasado en Argentina, ¿no dizque ganaba sobrado Javier Milei y le sacaron seis puntos de ventaja? Entonces, no hay que confiarse, ni el que se siente vencedor, ni el que cree que ya está derrotado.

Tendremos nuestras propias elecciones este domingo y la abstención debería ser derrotada por el libre ejercicio del derecho al voto. Si usted calla, usted otorga, permite que otros decidan por usted, de modo que después no tiene ninguna razón para quejarse. Las elecciones son la fiesta de la democracia que nos permite manifestar lo que pensamos y también lo que queremos. Nos faculta para elegir a nuestros gobernantes. No en vano la sabiduría popular asegura que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, ya porque fue los que eligió, ya porque que dejó que otros lo impusieran.

No hay que confiarse. Le tengo pánico a las encuestas y a las intencionalidades que hay tras ellas. Pueden ser usadas para llevar el agua al molino, esto es, para que cual borregos concluyamos: ¿para dónde va Vicente? ¡Para donde va la gente! Y se renuncie cándidamente a las propias convicciones porque hay que unirse al señalado carro de la victoria pues, ¿cómo perder si en realidad pudiésemos ganar? Entonces voto, no por el candidato que yo quisiera sino por el que me dicen los otros que va ganando.

Y, paradójicamente, por no decir perversamente, las encuestas pueden ser manipuladas para lograr el efecto contrario, que es lo que me parece ha sucedido en eventos electorales recientes: generar una sensación anticipada de triunfo de modo que su efecto sea el relajamiento: “igual, ya ganamos, mi voto no va a cambiar el resultado, así que como no es necesario, no voto, mejor me quedo durmiendo en casa, qué pereza tener que salir con este día lluvioso” y resulta que sí, que sí era necesario, importante, que contaba. ¡Cuidado!

Nos falta madurez política o más exactamente, nos falta una mayor formación política para contar con una conciencia crítica. Todos criticamos los politiqueros, pero todos caemos ingenuamente en sus estrategias. Sabemos de antemano que los discursos populistas son siempre engañosos, pero de narices nos vamos directo al hoyo. Ya hemos comprobado que los colores con los que se visten no son pieles naturales sino vestidos que cambian según conveniencias al mejor estilo camaleónico. El pueblo ingenuo matándose por defender y elegir una causa X o Y, y resulta que el tal personaje, una vez electo, abandona literalmente la causa, se voltea, se vende, renuncia al cargo, deja abandonadas sus huestes. Repetimos la historia.

Aprovechemos inteligentemente esta jornada electoral para ejercer democráticamente nuestros derechos. Hagámoslo con seriedad y conciencia. Actuemos auténticamente y no arrastrados por la corriente. Puede ser que ganemos, puede ser que perdamos. Lo importante es que fuimos nosotros mismos y no lo que otros dijeron que teníamos que ser. ¿De acuerdo?