Por José Leonardo Rincón, S. J.
Me
invitaron hace poco a grabar un capítulo del “Latir de la Memoria”, un
seriado de programas que busca recoger la historia de la Compañía en Colombia
en estos últimos 100 años, para que hablara de nuestros colegios. Ciertamente,
al evocar con la memoria tantas gestas tan interesantes, el latir del corazón
aumentaba su ritmo por los recuerdos, anécdotas, personas, situaciones…
Ayer,
en el silencio de la madrugada, contra mi almohada pude escuchar perfectamente el
latir de mi corazón sin necesidad de fonendoscopio, lo escuché cerca de un
minuto y confieso que me impresionó bastante. Se sentía perfecto el músculo
bombeando y a la par de que me gustó oírlo, me asusté: ese motor tiene más de
seis décadas de uso y ahí está, trabajando sin parar. ¿Hasta cuándo? Pensé que
la muerte no era otra cosa, sino que dijera ya no más, ya basta de trabajar.
Recordé,
entonces, que va a ser dos años, el motor fue llevado a reparación eléctrica
pues tenía un corto circuito y estaba sobre revolucionado con eso que llaman
taquicardia, es decir, una arritmia. Aprendí entonces que otros han tenido
problemas hidráulicos y les ha tocado destapar conductos, hacer baipases.
Otros, problemas mecánicos porque una de las válvulas no se mueve. Lo mío fue
eléctrico y el electrofisiólogo hizo un trabajo perfecto que ha funcionado
hasta hoy. Agradecí a Dios seguir con vida.
Y
es que cuando uno está en situaciones límite, aprende a valorar más la vida y
también a relativizar muchas cosas. ¡Somos tan efímeros! Entonces se pone uno
sensible frente a asuntos que para otros serían cuestiones demasiado banales,
por ejemplo, el solo hecho de despertarnos cada día y continuar vivos como
oportunidad para seguir creciendo… abrir los ojos y poder ver este mundo con su
variopinto de colores… o poder oír el canto de los pájaros, una canción bella o
lo que nos dicen los otros… o poderse mover de un lado a otro con autonomía, o disfrutar
de las comidas que más nos gustan…. Respirar cada instante, imperceptiblemente,
sin pagar uso de combustible natural…
Pero
bueno, también admirarse del regalo de haber contado con una madre maravillosa,
el tener muchos amigos tan especiales, amar a alguien y sentirse amado por ese
alguien… poder trabajar y dejar huella con lo que hacemos… todo es un milagro…
como el avión que pesando toneladas se eleva por los aires y nos lleva de un lado
a otro en corto tiempo, como la barca que surca las aguas profundas
manteniéndonos a flote…
Estos
son algunos de los latires de la vida… son muchos, más de los que hemos hecho
conciencia por supuesto, son fantásticos, son increíbles… y a veces no los
valoramos porque no los consideramos como realmente son: ¡extraordinarios!
Ojalá
que mientras nuestros corazones latan, sus latires sean al unísono con el
corazón de ese Dios fuera de serie que nos hizo con amor y hace que nuestro
corazón no descanse hasta que esté plenamente con Él.