Por José Leonardo Rincón, S. J.
Como
tal vez les comenté alguna vez por aquí mismo, la imagen del Yin y el Yan,
desde que conocí su significado, me impactó mucho: la circunferencia partida
sinuosamente en dos, blanco y negro, tiene sendos puntos del color contrario en
cada parte. Todo para decir que la realidad no es cuadriculada y exacta, que lo
blanco tiene un punto negro y que lo negro tiene un punto blamco.
Simple
y sencillo entendí que la vida es así, no siempre clara, recta y bien definida
y que el ser humano también es otro tanto, de modo que el más bueno tiene un
punto negro y el más malo tiene un punto blanco. Lo sabemos y a veces se nos
olvida.
Cuentan
de lo tierno que era con sus hijos Pablo Escobar, el narcoterrorista más
buscado y fue esa actitud amorosa con los seres cercanos lo que lo hizo
localizable para darlo de baja. Y no yendo tan lejos, los mismísimos santos fueron
ante todo seres humanos de carne y hueso como lo somos usted y yo en este
instante, de modo que también tuvieron defectos y cometieron errores. Nadie es
perfecto.
Entonces,
eso que llamamos condición humana es una realidad de a puño que nos muestra
todos los días de qué esfamos hechos; somos humus, somos barro, somos frágiles,
deleznables, lábiles, finitos. Uno resulta decepcionado de personas que montamos
en un pedestal y de pronto la estatua se nos cae. Lo que habíamos idealizado y
exaltado resulta siendo tan poca cosa y eso que considerábamos lo peor, lo más
detestable, de pronto nos sorprende gratamente de modo realmente desconcertante.
“No hay bonita sin su pero, ni fea sin su gracia” sentencia la sabiduría
popular.
Con
el paso de los años, y solo viviéndolos, es como poco a poco se aprenden estos
secretos de la humana existencia. Me he ido convenciendo radicalmente de ello,
tanto que quienes me rodean de pronto me sienten pesimistas. Yo les digo que
realista, porque, aunque cruel la cosa, he visto tantos casos de personas que
suscitaron confianza, esperanza, amor, ilusión, sueños, proyectos… y a la
postre salieron con soberano chorro de babas. ¡Decepcionantes! Y a veces
también me ha tocado ser testigo de personas de las que poco o nada se
esperaría y resultan dándonos sorpresas inesperadas.
No
nos podemos ir a los extremos, sin duda. No sería saludable ni objetivo. Tampoco
estamos para radicalismos obsecados porque, es verdad, la realidad no es blanca
y negra, sino que está cargada de variedad de grises, más todavía, es una
paleta multicolor infinita. Eso es lo que llamamos nuestra condición humana, santos
y pecadores, en simultánea. Tomar conciencia de ello nos hace más humanos, mas
pacientes, más misericordiosos, menos taxativos y radicales. A mí por lo menos
me ha tocado hacer el esfuerzo y entrar en una dinámica de transformación y
flexibilización. Y en estos tiempos de polarizaciones y posturas extremas,
viene bien al menos reflexionarlo, ponderarlo, internalizarlo. Quizás otra
suerte nos espere. Y el que se sienta exento de esta realidad, que tire la
primera piedra.