Por José Alvear Sanín
Otra semana de escándalos (los 500 millones no
contabilizados de Fecode... la posesión de la Sarabia) y de balandronadas
(contra los periodistas..., los congresistas “abrazados a la mafia” ..., el
grupo Argos..., el asperger), y de propuestas grotescas (transporte público
gratuito..., emisión monetaria global)... y ¡nada!
En cualquier escenario racional, y en cualquier
país donde tenga alguna vigencia el derecho, Petro ya habría caído, por inepto,
irresponsable, incoherente, imprudente, incapaz, incumplido, indelicado,
perjuro, violador de la Constitución, alucinado, grosero, trastornado y/o algo
más..., pero en cambio, cada día está más firme en el poder, así sea cada vez
más impopular y desacreditado.
Lo anterior sería inexplicable a no ser por un
increíble fenómeno: durante estos 13 aciagos meses, todo se ha encarecido
(salvo el dólar), pero los demás factores se han desvalorizado, con excepción
del voto de los congresistas, cuyo precio se ha encarecido exponencialmente
para su único comprador, el Gobierno, que por tal razón puede presupuestar la
aprobación de sus tóxicas reformas para fin de año...
Cuando comienza el juego las cartas se esconden,
para luego ponerse sobre la mesa, que es lo que Petro acaba de hacer: insiste
en las destructoras reformas sanitaria, laboral y pensional, y la agraria se
precipita de hecho mediante un decretico...
Cada día que pasa se supera en verborrea e
insensatez, con las cuales satisface tanto su exhibicionismo como el cotilleo
nacional. Las gentes se pasan el día comentando su último disparate, en espera
de otro más sorprendente que vendrá el día siguiente, seguros de que ese
individuo está condenado a caer por su propio desequilibrio, sin darse cuenta
de que, en esas mismas 24 horas, el plan revolucionario sigue avanzando al
mismo ritmo destructor... tic-tac-tic-tac...
Esperando los resultados de las elecciones de
octubre, el país vive una calma chicha: si Petro conserva las alcaldías de
Bogotá, Medellín y Cali, se atornilla aún más, pero si las pierde nada pasa,
porque aquello sería apenas otra comprobación de su impopularidad,
tic-tac-tic-tac...
A partir de octubre, sin tener en cuenta los
resultados, Petro pisará cada día más fuerte el acelerador, hasta que llegue el
momento preciso de dar el zarpazo que le permita sellar el acuerdo final con el
ELN, es decir la promulgación de la Constitución que están redactando,
diariamente y a escondidas, y con carácter vinculante, en el Comité Nacional de
Participación Ciudadana (tic-tac-tic-tac...), la cual no será sometida a
plebiscito, ni tampoco al prevaricato legislativo.
Mientras llega ese momento, como el en libro de
Orwell, el Ministerio de la Paz (Petro) hace la guerra a una sociedad que no se
da cuenta, ni se defiende de lo que viene.
Desde luego, el zarpazo es un paso arriesgado,
si el Gobierno lo da antes de tener la superioridad armada sobre el territorio,
es decir la mayor capacidad de fuego...
Actualmente el Ejército colombiano (decapitado,
desmoralizado, desmotivado, desmantelado presupuestal y operativamente),
todavía no es plenamente confiable para Petro en caso de confrontación. Por tal
razón tiene que acrecentar el pie de fuerza revolucionario: ¿Cuántos efectivos
se suman diariamente a las FARC, el ELN, las Guardias campesinas, la Primera
Línea, los combos, oficinas, antes de que se complete el reclutamiento de los
100.000 “jóvenes de paz”? (tic-tac-tic-tac...)
¡Cuando la suma de esas milicias haga viable el
autogolpe, llegará el zarpazo definitivo!
Creer, en cambio, que Petro gobernará dentro de
la Constitución y la Ley hasta el 7 de agosto de 2026, es culpable ignorancia
de lo que es un gobierno comunista..., o complicidad solapada, pero bien
remunerada, de los actores que la hacen posible desde las cúpulas políticas,
las cámaras, los medios masivos, los gremios pusilánimes y los tribunales
infiltrados.
Si seguimos pasivamente en la interminable
pesadilla, pronto pasaremos a vivir, hambrientos y esclavizados en la
inevitable mazmorra.