Por José Leonardo Rincón, S. J.
No
estoy siendo irónico. Es el estremecedor grito que millón y medio de jóvenes,
una vez más, a una sola voz, lanzaron en Portugal al paso del Pontífice; “¡Esta
es la juventud del Papa!, ¡esta es la juventud del Papa!” Sencillamente
impresionante.
¿Ha
logrado alguna vez un político importante convocar durante varios días a una
multitud de este tamaño? No tengo el dato. No lo creo. Y, sin embargo, estos
Papas, envejecidos por los años, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco,
lo han conseguido.
Ya
en 1979 los obispos reunidos en Puebla, lo habían afirmado sabiamente: “la
juventud no es una edad cronológica, no es una etapa, es una actitud ante la
vida”. Y yo creo que es lo que debe sentir nuestro Papa y lo que sentimos los
que no hace mucho fuimos jóvenes de almanaque y ahora la cédula nos delata en
los albores de adultos mayores: la juventud está en el corazón, no en la
carrocería externa corporal. Es verdad de a puño: gente mayor con una
vitalidad, un dinamismo, una alegría, desbordantes: son jóvenes atrapados en
esqueletos viejos. Jóvenes en años apenas saliendo del cascarón, envejecidos, esclerotizados,
retrógrados, sorprendentemente radicales en sus posturas: momias con disfraz
juvenil. ¡Paradojas de la vida!
Consuela,
por tanto, el espectáculo de la Jornada Mundial de la Juventud. Esa Iglesia
nuestra, tan antigua como nueva, tan pecadora como santa, cuenta con unos
jóvenes que siguen alentando su esperanza, su devenir por el mundo. El
seguimiento de Jesucristo que bien podría ser un acto privado, estos muchachos
saben muy bien y así lo han entendido, solo tiene razón y sentido, si se hace
con otros, en comunidad, en Iglesia. Por eso son la juventud del Papa, un
ejército militante de hombres y mujeres, promesa de mejores futuros. Eso a mí
me anima, me entusiasma, me acrecienta la fe y la esperanza.
“Yo
también tuve 20 años…” y era un líder juvenil
en el Comité Arquidiocesano de laicos, en la Comisión de Juventud del Consejo Nacional
de Laicos, en el Apostolado Juvenil de la Oración, con los líderes lasallistas,
en las pascuas juveniles, en campamentos misión, en la creación del Curso
taller nacional de formación integral… Si acaso, vieja será mi cédula,
porque yo viejo no me siento.
Concluyendo.
Es cierto: la juventud del Papa existe, está más viva y actuante que nunca y estará
siempre presente, en cada joven generación, porque el Espíritu de Dios es joven,
el Espíritu de Dios se mueve y se mueve dentro de su corazón. Siempre habrá
tiempo para soñar, para emprender nuevas aventuras, asumir nuevos retos. Los
que cavaban la sepultura de la Iglesia, quizás se mueran esperando su deceso. “Las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella”, porque el Espíritu que
la anima es joven, sano y fuerte. No se diga más.