viernes, 7 de julio de 2023

Seguro mató a confianza

Por José Leonardo Rincón, S. J.

La lección de vida que hemos recibido esta semana estuvo a cargo de Danielito y Osquitar, dos amiguitos que firman un pacto de sangre de alta confidencialidad, en medio de la total confianza que se tienen, y al final el uno resulta traicionando al otro, ¡plop!

El país entre sorprendido y agradecido asiste a un nuevo destape de esa olla que ya sabíamos podrida. La cuestión que está de por medio es la lesión que sufre un valor como el de la confianza, sobre el cual tanto se habla hoy día en las relaciones interpersonales y también organizacionales. Generar confianza, creer en la palabra del otro, es determinante a la hora de construir esas relaciones. Sin embargo, creo que doña Cecilia, mi mamá, tenía razón cuando me insistía desde chiquito, citando al profeta Jeremías: “maldito el hombre que confía en otro hombre” (Jr 17,5), una frase que siempre me ha parecido demasiado dura de aceptar, porque lo conmina a uno a no confiar más que en Dios, que no en los seres humanos que, por su natural falibilidad y limitación, somos débiles, frágiles, limitados, infieles, desleales, traicioneros. ¡Tenaz!

Entonces, se evidencia la ambivalencia que un valor puede tener. La confianza que per se diriamos es “buena”, como la lealtad, la fidelidad, para mencionar otros valores, pueden ser utilizados para fines no propiamente buenos. Un tema de debate ético y moral, máxime cuando a diario se ven golpeados por escenas como las que ya conocemos. Y es ahí donde uno entiende por qué, en este inacabable proceso de paz, por ejemplo, la guerrilla en sus diferentes vertientes y los otros grupos convocados a la paz total no confían en los gobiernos de turno: porque les han hecho conejo, les han incumplido, les han fallado. Persiste la desconfianza.

Surge entonces aquí el dicho popular también aprendido de mi progenitora: “seguro mató a confianza”, cuestión bien seria, porque obliga a decir de palabra confío en usted, pero déjeme tomar medidas que me blinden o me aseguren que las cosas se van a hacer bien, que usted no me va a fallar y, si lo hace, no me va a lesionar, no me va a ser daño. Toca hacerlo. La experiencia nos enseña que “a mayor confianza, mayor control”. Lo hacen las entidades con la figura del control interno, revisorias, auditorías, sistemas integrados de gestión. Claro que hay que confiar, delegar, empoderar, pero también hay que estar alertas para verificar que esa confianza depositada no se traicione.

Es claro que tenemos que rodearnos de personas que nos inspiren confianza. Sin embargo, la cruda realidad nos muestra que, si el mismísimo Jesús tuvo su Judas, Julio César su Bruto, nosotros, viles mortales, no estaremos exentos de puñaladas traperas y traiciones. ¡Lo hemos vivido! Pasa en las películas, pasa en la vida real… de modo que el único que no falla es Dios y con los otros nos echamos la bendición y seguimos pa’lante, atentos y alerta, No hay de otra.