Por Pedro Juan González Carvajal
El término léxico se refiere al vocabulario o conjunto de palabras
y expresiones que pertenecen a un idioma o dominio en particular.
Dicen los buenos profesores de gramática y de literatura que
el buen léxico, es decir, los buenos recursos idiomáticos que posee una persona
en su propio inventario de palabras para expresar sus ideas se logran gracias a
la conversación ilustrada y a la lectura variada.
Las exigencias tecnológicas del mundo de hoy hacen que el uso
del buen léxico se restrinja y llegamos a la simplificación máxima de la extensión
de las frases y el uso recortado de las palabras.
Sin embargo, existen algunas modas temporales donde ciertos
grupos de humanos utilizan de manera intensiva un término y lo tratan de incluir
en cualquier frase o pensamiento que se registre o se exprese.
Tal es el caso hoy, de la palabra o el término “significativo”,
que es empleado hasta la saciedad y de manera repetitiva, como en su momento lo
fue “articular” o también “coordinar”, “problemática” y
“relacionamiento”, solo por mencionar algunos ejemplos.
De igual manera, palabras o conceptos que se arraigan como “mesa
de trabajo” o el término “aperturar” o el calificativo de “bonito”.
Otra circunstancia particular es el uso de las muletillas para
introducir una idea o iniciar una conversación: “pues”, “o sea”, “ya
que”, “mmmmm”, y otros tantos que son empleados de manera frecuente por
una persona, muchas veces de manera inconsciente.
Recuerdo con nostalgia definiciones que a uno se le quedan grabadas
como es el caso de lo que es una oración, gramaticalmente hablando, cuya definición
es: “Una oración es la menor unidad del habla con sentido completo”.
Hoy la juventud trae enormes potencialidades y grandes fortalezas,
pero también, en algunos casos, grandes debilidades, sobre todo en lo que tiene
que ver con conectar el cerebro con la boca para expresar una idea, o conectar el
cerebro de manera adecuada para hilar adecuadamente una idea, o simplemente desarrollar
una propuesta básica de argumentación, partiendo de la simple fórmula de hipótesis,
tesis y desarrollo.
Los humanos nos distinguimos de los animales por la capacidad
de hablar. Nada más satisfactorio que una idea bien expresada o una argumentación
sencilla y contundente.
La Torre de Babel nos dotó de múltiples lenguajes, sostienen
las Sagradas Escrituras.
Para comunicarnos requerimos del emisor, del medio de transmisión,
del contenido y del receptor.
La existencia de principios y reglas gramaticales como la sintaxis,
la semántica, la morfología, la ortografía, la fonética y la puntuación, nos permiten
unos estándares mínimos para podernos comunicar fluidamente.
La globalización y el desarrollo de las telecomunicaciones ha
permitido y potenciado el surgimiento de dialectos, idiomas locales, expresiones
vocálicas novedosas y aún el entrecruce de lenguajes como por ejemplo el espanglish.
Interactuar con una persona bien hablada, es simplemente una
delicia. No solo el vocabulario, sino el tono, la curva melódica, los acentos, las
pausas, la respiración, los énfasis, el manejo de las manos hacen todos parte del
arte de la oratoria, caído lamentablemente en desuso a este momento de la historia.