Por: Luis Alfonso García Carmona
No es el momento de
llorar sobre la leche derramada, como anotábamos en columna anterior. Pero sí
es preciso identificar en qué nos seguimos equivocando, para adoptar un
rumbo que nos conduzca de manera eficaz a la derrota del espurio régimen Petrista
y al rescate de los valores que han caracterizado nuestra cultura.
Nos
enfrentamos a una batalla cultural, no a una simple confrontación partidista
Todavía, a pesar de
las contundentes realidades que muestran a las claras que en Colombia está en
marcha la estrategia del Foro de Sao Paulo para convertirnos en otro
país esclavo del comunismo castro-chavista, algunos siguen pensando –y
actuando– como si nos encontráramos en un libre juego democrático entre los
amigos y los enemigos de Petro.
En consecuencia, la
única propuesta que se les ocurre para rescatar a Colombia del abismo en que
está sumida es ganar las próximas elecciones regionales, en las que no se
define el futuro del país sino la elección de gobernadores, alcaldes,
concejales y diputados departamentales.
Si existiera un
monolítico movimiento comprometido en la salvación de Colombia, con una
adecuada organización capaz de seleccionar candidatos coherentes con ese
objetivo, habría un mínimo de esperanza. Pero la experiencia nos indica que, a
partir de la Constitución de 1991, los partidos fueron reemplazados por empresas
electoreras, que permiten a cualquiera que esté interesado en acceder al
manejo de los presupuestos, contratos y de la burocracia estatal, conseguir el
aval de cualquier partido para satisfacer sus apetitos de poder. Ningún
papel tiene ni la ideología ni la coherencia doctrinal del candidato.
Cunde una supina
ingenuidad en quienes suponen que no se repetirá el fraude por cuenta de la
Registraduría, bajo la presión de la camarilla comunista instaurada en el
poder. La compra de votos, la coacción armada en gran parte del territorio
nacional, los oscuros manejos en los softwares empleados para el conteo
de votos a espaldas del pueblo, la violación de los topes de gastos en las campañas
y todos los artilugios utilizados en las campañas para el Congreso y la
Presidencia volverán a arrojar los resultados que convengan al régimen de la
extrema izquierda.
Derrocar
el espurio régimen es el prioritario objetivo
Es prácticamente
imposible cambiar la funesta orientación política que está destruyendo a
Colombia, mientras permanezca Petro, o su vicepresidente, al frente del
Ejecutivo. Si la Constitución del país brinda la oportunidad de destituir a presidente
por indignidad para ejercer el cargo, todos a una, como en Fuenteovejuna,
deberíamos apoyar la denuncia formulada por el jurisconsulto José Manuel
Abuchaibe ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes por violación
de los topes de gastos fijados por la Ley en la campaña por la Presidencia.
Es bien
significativo el hecho de que multitud de ciudadanos comunes y corrientes se
han solidarizado con este juicio político para derrocar a Petro,
mientras que los dirigentes políticos de partidos que dicen estar en oposición guardan
sospechoso silencio frente al tema. ¿Es que existe algún oscuro pacto con
el sátrapa para no hacerle daño?
No desconocemos las
dificultades que la fórmula del juicio político encierra, dado el nivel de
corrupción de nuestra clase política. Hacia el futuro debemos acometer la
reforma a fondo de nuestro sistema político para corregir las falencias de
nuestra débil democracia.
Pero es fundamental
ahora enfrentar con decisión el objetivo prioritario de derrocar al tirano
para eliminar el primer obstáculo en la reconstrucción de nuestra sociedad.
No busquemos el
ahogado río arriba. Apliquemos el sentido común y echemos mano de las herramientas
que nos otorga la Constitución. Después será el momento de reestructurar
toda nuestra organización política para erradicar de ella la corrupción, la
compra de votos, el fraude electoral y el remedo de la democracia.