Por José Alvear Sanín
Imaginar que existirá
negociación entre el Gobierno y el ELN constituye el colmo de la credulidad
bobalicona. Pensar así con el deseo a nada conduce, porque no estamos en
presencia de dos actores enfrentados, sino de dos confabulados para hacer la
revolución marxista-leninista en Colombia, propósito que nunca han ocultado y
que se repite mil y mil veces en el discurso de ambos.
Si la “negociación”
Santos-Farc no fue cosa distinta de un largo simulacro para comenzar la entrega
del país a la subversión organizada, la actual de Petro-Eln no tiene fin
diferente de cambiar el modelo democrático y representativo por el estatismo colectivista
y la supresión de las libertades individuales.
El reciente y mendaz
“cese al fuego”, que obliga al Gobierno a dejar en libertad al ELN para que
este continúe su accionar sin limitaciones, es algo muy grave. Pero todavía más
grave es la creación de la Comisión Nacional de Participación, convenida entre
las mismas partes, pero que ningún expresidente, jefe político, congresista,
dirigente cívico, empresarial o religioso, ni director de medio masivo, ha
leído y denunciado como les corresponde.
Con esa Comisión se
entrega, silenciosa y subrepticiamente, el país al ELN, la más radical,
inflexible y fanática guerrilla comunista, depredadora nunca arrepentida del
medio ambiente, narcotraficante, secuestradora y extorsionista.
En efecto, Gobierno y ELN
han escogido 80 organizaciones para conformar esa, dizque Comisión Nacional de
Participación. Seis de ellas responden a los principios democráticos y
constitucionales, mientras las otras 74 son frentes comunistas de fachada.
Cuando se “negoció” con
las FARC, se dijo que “nada estaba convenido hasta que todo estuviera
aprobado”. Ese principio válido de negociación no se respetó, porque
rechazado el acuerdo plebiscitariamente por el pueblo, se impuso de manera
fraudulenta, con las terribles consecuencias de todos conocidas.
Pero ahora van más
adelante, porque se ha resuelto que todo acuerdo parcial a que se llegue en esa
Comisión es “vinculante”, lo que significa que, dentro de unos meses, cuando
Petro y el ELN firmen la paz, el país quedará sometido a la suma de acuerdos
parciales y obligatorios, aprobados en medio de densas sombras, siempre por
mayoría de 74/6, en esa omnipotente Comisión Nacional de Participación.
El país como que no
quiere ver ni oír nada sobre ese diabólico mecanismo. Todos miran para otro
lado, con excepción de La Linterna Azul, del profesor Alfonso Monsalve,
quien ha escrito un excelente artículo con el título de “Solipsismo”, en el que
publica la lista de los 80 integrantes de la tal Comisión, y La Hora de la
Verdad, que ha expresado con toda razón cómo con esa Comisión se elimina el
Congreso, con las consecuencias que son de esperar.
Si Colombia no rechaza
la trapisonda infame que representa la creación y funcionamiento de ese
engendro, marchará, ciega y sorda, hacia el abismo.
El derecho
imprescriptible de ciudadanía me autoriza para exigir a todos y cada uno de los
grandes dirigentes atrás citados que salgan en defensa de la democracia y del Estado
de derecho, en estos que pueden ser sus últimos meses, en lugar de salir a
conversar con Petro, quien ahora, con voz meliflua, habla de la “necesidad
de un pacto nacional para salvar las reformas” ...
Esas reformas no
merecen discusión, deliberación, modificación ni revisión, sino el rechazo
total y absoluto, porque son tóxicas, inmorales, perjudiciales, pérfidas, como
corresponde a su orientación destructora de las instituciones y del progreso
nacional.
Si el país tolera la
operación de esa Comisión y la continuación de las falsas negociaciones con los
peores extremistas, pronto todos tendremos que exclamar, en la puerta del
infierno: “Abandonad toda esperanza”.