viernes, 21 de julio de 2023

Bogotá inmóvil

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Recibí copia de un correo del ingeniero Jorge Prieto, ciudadano bogotano, en el que hace un derecho de petición a la Dirección Técnica de Planeación de Movilidad de la Alcaldía de esta capital de la República. En uno de sus párrafos me menciona diciendo que un artículo que escribí hace meses en este muro sobre los problemas de movilidad le hizo tomar conciencia de este delicado asunto.

Expone ampliamente sus argumentos y la sensación que queda al final es que estamos peor que antes. No exagera. Todos los días me desplazo por nuestras calles y compruebo que no miente: estamos en la sucursal de la luna con unos cráteres peligrosos que no solo dañan la suspensión de los vehículos, sino que ya ha cobrado la vida de varios ciclistas y motociclistas. Si estuviéramos en un país desarrollado, las demandas que perdería la Alcaldía le resultarían más caras que el arreglo de sus vías, pero aquí no pasa nada, todo el mundo refunfuña, no protesta, se resigna y aguanta, hasta cuando llegue el próximo estallido social que acabe con media ciudad y el Gobierno de turno se vea obligado a sacudirse de su letargo.

Criticamos entonces el gasto inoficioso, que no la inversión de un montón de aditamentos costosos (ojos de gato, taches, postes plásticos, etc,) que más demoran en instalarse que ser arrancados para robárselos dejando destapados sus anclajes metálicos apenas precisos para pinchar llantas y torcer rines. Les ha dado también por gastar miles de galones de pintura en señalizaciones sobre superficies deterioradas y para inventarse parqueaderos callejeros sin parquímetros, con cobros altos y amenazas de cepos a los que allí se ubiquen y no paguen a tiempo sus estrafalarias tarifas, tan altas o más caras que las de los parqueaderos de verdad, con funcionarios improvisados y altaneros que se sienten plenipotenciarios alcaldes locales. Para poderlos habilitar roban espacio para amplios carriles de ciclo rutas que muchos ciclistas descaradamente no usan y hacen unos trazados para carros propios del Macondo garciamarquiano porque uno de sus corredores lo utilizan, abusivamente, para instalar sus famosos parqueaderos callejeros.

Estamos, pues, en la Bogotá inmóvil, llena de ciclo rutas sin ciclistas, de parqueaderos inventados para buscar plata a como dé lugar, con enormes gastos de pintura y aditamentos que los dañan pronto, con andenes rotos encerrados en polisombras inaccesibles, con calles y avenidas cerradas por meses, obligada reducción de carriles, semáforos electrónicos desincronizados, severos picos y placas que se pueden obviar pagando, etc. Que nos digan entonces la verdad, pero tengo la certeza de que todas estas geniales estrategias son para desincentivar el transporte de particulares. Decisión maravillosa si tuviéramos la alternativa de un transporte público masivo, organizado, eficiente, ágil y decente. No lo tenemos y esto es una anarquía donde no se respetan las señales de tránsito, los peatones se le tiran a los carros de modo amenazante y la gente hace lo que se le da la gana. ¡Qué vaina, pero es la realidad!