Por Antonio Montoya H.
Son muchas y verdaderas las angustias que se viven en
Colombia en estos días, pero, debo ser claro, no todos los colombianos las sufrimos:
existe un gran porcentaje de la población que no ve mal lo que está sucediendo,
por el contrario, aplauden, imploran que se hagan efectivos los cambios que se
prometen, no comprenden la magnitud del daño que van a recibir, pero, para
ellos es igual, hoy no tienen nada y lo que venga puede ser mejor. Esa simple
expectativa los sitúa a todos ellos en un escenario diferente que
indudablemente polariza el país y es un hecho que cada día que pasa tenemos
división, confrontación y obviamente surge la posibilidad de enfrentamientos y
muertes.
Es lento e imperceptible aun el objetivo de la izquierda
para controlar el país, pero es constante y se percibe en el ambiente del
parlamento donde tratan de aprobar a pupitrazo limpio las reformas propuestas,
dentro de un marco aparente de democracia, en el que todo vale, la compra de
conciencias, la desobediencia a los partidos y por consiguiente el desorden y
la confusión.
Parece un espectáculo de película borrosa de los años
treinta, bochornoso, sin respeto por los electores, en contravía de la
democracia, ofensas, golpes bajos, redes multiplicando noticias falsas, surgimiento
de falsos mesías, no hay ideologías, ni principios, todo al garete.
Observo en cada ciudad de Colombia, sin excepción,
proliferación de aspirantes a las alcaldías, gobernaciones, concejos y
asambleas y ni hablar de las JAL.
La pregunta que nos hacemos muchos ciudadanos es el porqué
de esa cantidad de personas aspirando a cargos públicos, cuál es su formación
moral y académica, su experiencia profesional y conocimiento del manejo de la
ciudad, de la manera en que operan cada uno de los entes públicos mencionados,
y sobre todo, el tratar de acertar en el porqué de su aspiración. Respuesta que
es muy difícil de responder satisfactoriamente, e implica predecir el futuro
con una varita o bola mágica, lo cual intentaré dilucidar en pocas palabras:
interés personal, de lucro y beneficio para quienes los apoya en la elección en
por lo menos un 80% de los candidatos y solo un 20% máximo están interesados en
lograr el mejoramiento de las condiciones de vida en sus poblaciones grandes
medianas o pequeñas.
¿Cuántos de los alcaldes, gobernadores o corporados están
inmersos en procesos judiciales en los últimos 20 años?, ¿cuántos, con condenas
a cuestas?, ¿cuántos han persistido en ayudar a sus comunidades y cuáles de
ellos son verdaderos lideres en sus regiones? Podríamos pedir estadísticas judiciales
en cada región y obtendremos una respuesta terrible sobre el número de procesos
que obran y están en curso contra ellos.
Por ello, invito a que no repitamos historias funestas como
las de las grandes capitales: Medellín, Cali, Cúcuta, Cartagena, Bogotá y otras
más que han caído en manos de personajes inescrupulosos que además consideran
que han tenido administraciones brillantes y sobresalientes y han sido
siniestros para proteger los intereses ciudadanos y su calidad de vida.
No todos tienen el perfil adecuado para administrar una
ciudad, o municipio, o departamento, debemos ser meticulosos en exigir hojas de
vida limpias, sin prontuarios, sin investigaciones penales sobre todo por actuaciones
previas, y que los electores tengan fe en que su gestión se realizara en un
marco de austeridad, respeto por el ciudadano y orden y disciplina.
Les pido e imploro a todos los colombianos sin distinción de
edad, raza o condición que no cedamos a las malas propuestas, pensemos en las
familias, los hijos y nietos para votar por ideas, y sobre todo por la democracia.
Ni un paso atrás, siempre adelante.