Por: Luis Alfonso García Carmona
En tan solo nueve
meses la izquierda radical que accedió al poder en Colombia ha logrado un
regreso a la barbarie que muy pocos nos atrevíamos a predecir.
Estupefactos nos
quedamos los colombianos ante las diarias noticias que cada vez ensombrecen más
el panorama, pero no atinamos a identificar las verdaderas dimensiones de la
tragedia que vive nuestra sociedad.
Un colectivo
irregular autodenominado “guardias campesinas” secuestra a plena luz del día a
75 policías y civiles y degüella a uno de los agentes del orden, cometiendo un
salvaje concurso de delitos (asesinato, secuestro, ataque a la autoridad,
concierto para delinquir). En lugar de ser capturados y judicializados, como
ocurriría en cualquier país democrático, el presidente Petro prohíbe que los
secuestrados sean auxiliados por la fuerza pública, mientras uno de sus
ministros califica el crimen como un “cerco humanitario”. ¿Dónde se puede
encontrar barbarie como esta?
El 1ro
de mayo participó la vicepresidenta Francia Márquez en una manifestación en la
ciudad de Cali, donde dijo: ¡Viva la Primera Línea!, refiriéndose a un
grupo de vándalos que torturó y asesinó policías, e incendió dos alcaldías y un
palacio de justicia en el departamento del Valle del Cauca. Es la voz
autorizada del Gobierno haciendo una clara apología de la barbarie y ensalzando
a asesinos y terroristas, como si viviéramos en el más atrasado país del mundo.
Imágenes que
circulan por las redes sociales muestran la Plaza de Bolívar de Bogotá
controlada por grupos de indígenas armados de garrotes, al parecer otras
“guardias indígenas” patrocinadas por el actual régimen comunista con violación
del artículo 22 A de la Constitución, las cuales están sustituyendo a la Fuerza
Pública que ha sido acuartelada y se la impide actuar. Tenebrosa imagen que
atemoriza a la población inerme frente al totalitario y bárbaro régimen
comunista.
Ya la barbarie se
nos ha venido imponiendo a partir del claudicante pacto de La Habana suscrito
por los socios de Petro, Santos y las FARC, en el cual se aprobó premiar a los
más crueles criminales de nuestra historia con curules en el Congreso.
Siguiendo ese
funesto precedente, se confabularon todos los poderes públicos para dar por
ganador en la contienda por la Presidencia al terrorista y guerrillero Gustavo
Petro, fiel exponente de la bárbara sociedad en la que Colombia ha mutado.
La barbarie implica
la sustitución de los principios propios de la civilización occidental, judeocristiana
y democrática, por los funestos propósitos del Estado comunista, totalitario y
materialista. En la mira del régimen no está solamente cambiar nuestro modelo
económico y perpetuarse en el poder, sino, también, cambiar los fundamentos
culturales de nuestra nacionalidad para regresarnos a una sociedad primitiva
sin valores, en las que se desprecie la dignidad de la persona humana y se
olvide el Estado de trabajar por los bienes morales y materiales que
constituyen el bien común.
No nos queda a los
colombianos otra salida que enfrentar con decisión, antes de que sea demasiado
tarde, este proceso de descomposición moral y material.
Debemos hacerlo en
dos sentidos:
a. Una acción política de “objetivo próximo”, enderezada
al derrocamiento de la tiranía marxista-leninista instaurada ilegítimamente en
el poder. Para ello se debe recurrir a todos los medios eficaces, entre los
cuales, señalo la organización de un paro nacional e indefinido hasta que caiga
el Gobierno, el respaldo masivo y callejero al juicio político instaurado ante
la Cámara de Representantes contra el presidente por violación de los topes electorales,
la reunión de los líderes políticos democráticos propuesta por el doctor José
Alvear Sanín, la confederación de los grupos de resistencia y organizaciones
gremiales, profesionales y cívicas que se ha iniciado en las ciudades de
Medellín y Cali;
b. Una acción
política de “objetivo remoto”, para conducir a la Nación, mediante los cambios
estructurales profundos que sean necesarios, hacia un nuevo sistema que refleje
en nuestra sociedad una renovación humanista integral que sirva como dique a
futuras amenazas social-comunistas. ¿Cómo obtener este segundo objetivo? El
movimiento enderezado al derrocamiento del régimen deberá proceder por etapas,
preparando desde ahora todos los medios requeridos (elaboración doctrinaria,
cuadros directivos, trabajo de difusión, actividad proselitista) hasta crear
una fuerza reconocida y funcional en la sociedad. Consideramos vital la
maduración de la “confederación” de grupos opositores al régimen, como base que
sustente piramidalmente el proceso de rescate cultural de la sociedad.
Como acertadamente
anota Agustín Laje, “…los aparatos estatales no solo están dentro del
terreno de la ‘sociedad política’ sino también dentro de la ‘sociedad civil’”.
Y agrega: “…para
hacer una revolución no basta con hacerse con las instituciones represivas del
Estado, sino también –y tal vez fundamentalmente– con las instituciones que
mantienen una hegemonía, embarcándose en una batalla cultural: medios de
comunicación, escuelas, universidades, iglesias, asociaciones civiles…”[1]
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