Por Andrés de Bedout Jaramillo
La multiplicidad de viajes del presidente Petro,
su esposa y de la vicepresidente Francia, los convierte en los tres turistas más
costosos que tenemos los colombianos; mucho paseo y poco trabajo, porque los resultados
no se ven. Qué pena con los más necesitados, ver tanto despliegue, tanto despilfarro
y nada para ellos. Ni hablar de la contaminación ambiental que generan con la gran
cantidad de combustible que queman los aviones, helicópteros y camionetas en que
se desplazan ellos y sus increíbles esquemas de seguridad.
Cuando recorren las diferentes regiones de nuestro
país y del extranjero, se parecen más a los viajes de un turista, que a los viajes
de un presidente y de una vicepresidente en funciones, pero, gratis, en aviones
y helicópteros propios del Estado colombiano, con invitados propios y todo de cuenta
de nosotros los colombianos. Están pasando sabroso y conociendo mucho, pero si miramos
costo beneficio, dentro del concepto del interés general, los resultados son malísimos
y la decepción de las comunidades visitadas es inmensa, a ninguna llevan soluciones
inmediatas a sus problemas de hambre y salud.
El ejemplo más claro, más patético y más reciente,
fue el viaje a las hermosas tierras del departamento del Guainía a sancionar el
plan de desarrollo 2023-2026, nada más parecido al viaje de un rey, de un monarca,
de un dictador: Petro llegó al aeropuerto con su caravana de 10 camionetas y abordó
su lujosa nave, cuando todos sus invitados ya se encontraban a bordo, esperando
a su majestad, aterrizó en Inírida y seguramente en helicóptero se desplazó al resguardo
indígena El Remanso; allí descubrió que no tenían ni médicos, ni suero antiofídico
para las picaduras de culebras, lo que aprovechó para darle impulso a la nefasta
reforma a la salud que se tramita en el Congreso, cuando lo que debió fue aprovechar
tan costoso viaje para llevar, mercados, suero antiofídico y una brigada de médicos
para atender a los compatriotas indígenas y ser consecuente con los pilares del
plan de desarrollo que sancionaba, plan de desarrollo, que hoy tiene múltiples demandas
por la gran cantidad de locuras e improvisaciones que allí se contemplan.
El despliegue de aviones, helicópteros y guardaespaldas
cogidos de las manos, haciendo círculo alrededor del presidente, como para que nadie
lo pudiera tocar, corresponde más al estilo del monarca dictador, que al del presidente
cercano al pueblo. La cara de asombro de los indígenas era mayúscula, allí, les
garantizo, no se debatieron las necesidades del resguardo, ni las inmensas necesidades
del hermoso departamento del Guainía, ni se asumieron ningún tipo de compromisos,
con esas comunidades. Solo quedarán las fotos para el recuerdo de ese costosísimo
e innecesario acto simbólico de sanción presidencial de un plan de desarrollo disque
para favorecer a los más desfavorecidos, qué contrasentido y qué pena con los más
desfavorecidos.
Días antes, la vicepresidenta culminaba su paseo
turístico por África con su combo de invitados, donde no le alcanzaron los miles
de millones que del presupuesto de la nación se destinaron y según ella, pidió ayuda
al multimillonario Soros, quien no da puntada sin dedal; lo único cierto es que
esa ayuda, no es legal, ni es gratis.
El presidente ha viajado varias veces a la Guajira,
allí se siguen muriendo los niños por desnutrición, no les ha llevado ni mercados,
ni médicos ni nada, lo poquito o mucho, lo ha hecho el médico pediatra que designó
como gerente para la Guajira, quien, con auxilios totalmente privados, ha logrado
ayudar a muchos niños indígenas de la zona, como lo narró en entrevista en la W.
Va siendo hora de revisar que está pasando con los
billones y las tierras que se les han entregado a los indígenas, porque hay muchísimos
de ellos reclamando ejercer la mendicidad en las grandes capitales y asentados en
difíciles condiciones; algo está pasando, alguien se está aprovechando, mientras
nuestros tres costosos turistas, viven sabroso, derrochando nuestro presupuesto.
La ausencia total de austeridad de nuestros tres
costosos turistas es absolutamente notoria y perjudicial para el país, especialmente
para los más pobres, no hay derecho.
Esperamos que la sensatez y el sentido de la austeridad
y del ahorro invadan las conciencias de nuestros tres dilapidadores y descarados
turistas, que se están gastando a gran velocidad el presupuesto de nosotros los
colombianos.
Que se arrepientan y corrijan su actuar, para que
mi Dios los perdone.