martes, 30 de mayo de 2023

De cara al porvenir: la educación primaria

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal

Dicen los pedagogos, los pediatras y los nutricionistas, entre otra gran variedad de especialistas, que los 5 primeros años de vida son fundamentales en la configuración física y mental del individuo, sin olvidar sus nueve meses de gestación. Durante este período madura el cerebro y se potencian las facultades sicomotrices.

El niño es una absoluta esponja, absorbe y retiene toda porción de realidad que se le atraviesa, buena o mala, lo cual lo marcará de por vida de manera consciente o inconsciente.

La familia, cualquiera sea su configuración, es determinante para sacar adelante el más importante de los proyectos de la humanidad: darle continuidad a la especie.

El afecto, el respeto, la seguridad, los principios de socialización, entre otros grandísimos atributos, se consiguen o no alrededor del núcleo familiar.

Aparece el proceso educativo y formativo que involucra a la familia, al profesor, al niño y a la sociedad, para que entre todos saquemos adelante este valioso y definitivo proceso.

Si me preguntaran cuál es el más importante de los niveles educativos por los que he transitado, a saber, kínder, primaria, bachillerato, pregrado, especialización, maestría, doctorado o extensión, no vacilaría un solo instante en afirmar que, para mí, el fundamental y estructurante es el haberme graduado de primaria.

Adquirí en mi amado Colegio de San José, “mi colegio por siempre”, las primeras orientaciones para poder desarrollar las habilidades sociales que me han permitido convivir y coexistir tanto con amigos como con no tan amigos. Aprendí que la mayoría de los objetivos y los logros se alcanzan trabajando con los otros, es decir en grupos y en equipos de trabajo. Además, adquirí seguridad en mí mismo y comencé a descubrir nuevos mundos, que, ante la variedad y magnificencia, no me han permito todavía saber qué es lo que verdaderamente quiero estudiar, pues me gustan casi todas las áreas de conocimiento. Entendí que existen normas de buen comportamiento que se reducen a reconocer que debo tratar a los otros como quiero que me traten a mí, que todos somos iguales y que es bueno compartir de manera solidaria, poniendo la verdad delante de cualquier cosa. También aprendí que todo toma su tiempo, que hay que prepararse si uno quiere obtener buenos resultados en cualquier actividad y que solo a base de disciplina, voluntad, esfuerzo y autocontrol, uno puede aspirar a logros superiores.

Finalmente, pero no de manera absoluta, los Lasallistas poseemos el valor casi que innato y espontáneo de la solidaridad y de la tolerancia, lo cual nos facilita y hace más amable nuestro breve tránsito por este planeta, que no es precisamente un camino de rosas.

Percibimos en la primaria lo que algunos pensadores consideran verdaderas máximas: que la matemática nos hace exactos, la filosofía nos hace reflexivos y la astronomía nos hace humildes.

También en primaria nos acercamos a las respuestas a los grandes interrogantes que nos acompañarán por toda nuestra vida consciente: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy?, que son los insumos básicos para poder acceder a la comprensión de la ubicación y la identidad, tanto geográfica como histórica que tengo en el planeta.

Hoy podemos estar muy descrestados por las herramientas informáticas, computacionales y de comunicación que se han venido incrementando y popularizando, pero lo más importante es reconocer que son y deben ser manejadas y tratadas como simples herramientas.

En mi caso, durante los cinco años de la primaria tuve profesores que eran a su vez jefes de curso y que respondían por todas las materias. Para mí era mágico que una misma persona supiera de historia, de geografía, de religión, de castellano, de música, de matemáticas, de ciencias naturales, de educación física, de dibujo, de caligrafía, de cívica y urbanidad, y que por sobre todas las cosas, distinguieran profundamente a sus estudiantes y los supieran orientar y potenciar hacia actividades donde pudieran desarrollar sus fortalezas y gustos tanto en el deporte, como en temas de liderazgo, de investigación o de actividades sociales, entre otras tantas.

Aprendí a respetar a los mayores y a las autoridades, aprendí que la convivencia y la civilización están acompañadas de ritos –todos ellos respetables y que existen instancias y momentos para enfrentar las situaciones que se presentan de manera cotidiana.

En esta época de cambio o de cambio de época, los padres, los profesores y los estudiantes no son los mismos de antes y esto no es ninguna novedad ni ningún hándicap negativo. Cada época trae su afán y nos corresponde a nosotros como generaciones de relevo, no ser inferiores al compromiso de permitir su desarrollo personal y respetar sus nuevas cosmovisiones, tal como nuestros padres y abuelos hicieron con nosotros.

¡Insistir, persistir y no desistir!