Por: Luis Alfonso García Carmona
Cada día que pasa
nos sentimos los colombianos más indignados con el rumbo que ha tomado el país
y no entendemos ni aceptamos las políticas gubernamentales, ni mucho menos los
desastrosos resultados de estos primeros ocho meses de desgobierno.
Por encima de la
lucha de clases y la creciente estatización de la sociedad en que se ha
empeñado el régimen radical de izquierda, prima la soberanía de la persona humana
y el bien común como máxima exigencia de la naturaleza humana.
No se sirve al bien
común desconociendo la voluntad del pueblo en las urnas como ocurrió en la
turbia elección presidencial.
No se sirve al bien
común cuando los nombramientos para altos cargos no están determinados por
las calidades morales o intelectuales de los designados sino por su fanatismo
marxista, su odio de clases y su deseo de venganza contra quienes han defendido
la democracia.
No se sirve al bien
común destruyendo los sistemas de salud y de pensiones, y estableciendo
obstáculos a la generación de empleo mediante la reforma laboral.
No se sirve al bien
común aumentando la inseguridad de la población, destruyendo la fuerza
pública, dejando en libertad a los delincuentes, y pagando con la impunidad los
apoyos de la mafia y de la corrupción a la campaña presidencial.
No se sirve al bien
común acabando con la estabilidad económica, aumentando la inflación,
desvalorizando al peso colombiano, aumentando el costo de vida y disparando el
déficit fiscal con el despilfarro gubernamental.
¿Hasta cuándo vamos
a permitir que esta política castro-chavista siga engañando a nuestro pueblo
con mentiras, que continúe el derrumbamiento moral con la promoción del tráfico
de estupefacientes y que se siga escarneciendo la dignidad de la persona
humana?
No perdamos de
vista que el bien de los hombres es incompatible con cualquier medio
intrínsecamente malo. Y estamos en presencia del más perverso de los sistemas.
Nuestra tarea no es
otra que organizarnos para oponernos inteligentemente a esta avalancha
depredadora que ya empieza a destruir hasta las bases morales y democráticas
que de nuestros mayores heredamos.
¿Cómo organizarnos?
En una gran confederación de colombianos honestos, que crean en la justicia, en
la libertad, en un humanismo centrado en Dios, en el premio al trabajo honrado,
en la solidaridad con las personas más vulnerables. En este ejército para el
rescate de Colombia tenemos que convocar a los hombres y mujeres que salen a
marchar en señal de protesta contra el régimen, los jubilados, los militares y
policías en retiro, los desempleados, los laicos de todos los cultos
cristianos, los defensores de la familia y de la vida, las madres (casadas o
solteras), y todos los que sufren y no encuentran solución en un Gobierno que
sólo busca perpetuarse en el poder y arruinar a toda la sociedad colombiana.
Tengamos como
bandera el juicio político contra quienes fueron elegidos presidente y vicepresidente,
de manera fraudulenta, violando la normatividad electoral y la prohibición
legal de elegir como presidente a quien fuera condenado por la comisión de un
delito intencional. Como si ello fuera poco, han sido indignos en el ejercicio
de sus cargos, omitiendo el cumplimiento de los deberes constitucionales que
les competen.
Pasemos a la acción
y dejemos la actitud de tolerancia o de inercia, mientras el país se nos va
desmoronando. No pasemos por la historia como “momias en sarcófagos de
buenos pensamientos”.[1]