Por John Marulanda
“Me llamo Gustavo Petro y quiero
ser su presidente” ¿Qué tiene que ver esto con el Bajo Cauca antioqueño? Pues casi
que están ligados.
El Bajo Cauca antioqueño, en donde
se han presentado diferentes eventos violentos con incineración de buses, de ambulancias
y el peaje de Tarazá, saboteo del oleoducto, falta de oxígeno y de medicamentos,
escasez de alimentos, todo está interconectado. Las “ballenas” brasileñas que han
sido incineradas por la fuerza pública - ¿tres, cuatro, cinco? - y 250 mil personas
retenidas en su contra, son una clara muestra del “quiero ser su presidente”. Y
esto no quiere decir que nadie en el pasado no lo haya usado. Samper, por ejemplo.
El domingo anterior le propuso al
Ministerio de Cultura recordar los nombres de quienes murieron ejecutados en Soacha
por pasados gobiernos.
"El peor delito de lesa humanidad
de las Américas en la historia contemporánea, aquí comenzó, y por tanto sería importante
un gran monumento, ojalá con los nombres de las 6.402 víctimas", dijo. Y dale con la cantinela de
los gobiernos anteriores.
De cualquier manera, ese “quiero
ser su presidente”, es una clara muestra del voluntarismo que impera en la región,
en donde la democracia representativa está a la baja. Por ahí leí que el balance
tiende al centro, es decir, al equilibrio, difícil de ver y de experimentar en las
actuales circunstancias. Es otra voz en medio de la vocinglería rabiosa de la galería
en contra del alcalde de la localidad, no exentas de uno que otro Bukele.
Doce municipios del Bajo Cauca están
con el toque de queda del eje Tarazá-Caucasia cuando llegue el acobijamiento del
Clan de Golfo bajo las banderas del Autodefensas Gaitanistas de Colombia. “No
hay razón para eso” dijo su abogado. Y aquí aparecen los sicarios que reciben
200 mil pesos por cada acción violenta que cometan.
“La presencia de la fuerza pública
que, es masiva, se va a mantener en todo el territorio liberado de organizaciones
ilegales armadas, sean que las que quieren la paz o las que se combaten, permanecerá
la presencia de Estado”, dijo el presidente el domingo anterior.
Los manifestantes piden la formalización
de la minería ancestral, para eliminar la burocracia minera.
Si a esto agregamos la educación
política de su hijo, el diputado Nicolás Petro se perfila como un delfín complicado,
ya que el “quiero ser su presidente” le puede jugar una mala pasada.