Por Antonio Montoya H.
No logro entender, por más que lo intento, qué motivo
conduce a las personas a actuar en contravía del deber ser, es decir, de
aquella norma moral “que orienta nuestras acciones de tal forma que sean
buenas acciones constitutivas de vida buena”. De ello hablan filósofos como
Immanuel Kant, lo cual en el fondo no es otra cosa que actuar bien, y en
beneficio de la comunidad pequeña o grande que nos rodee.
Dicen que es fácil ser bueno o malo, dependiendo de cómo
nos desarrollamos en nuestra vida, en el ámbito familiar y social en el que
crecemos, de cómo nos educamos, los valores inculcados y objetivos de vida. Calificar
el comportamiento humano se vuelve complejo desde esta perspectiva y por consiguiente
que se logre una adecuada forma de actuar en la vida depende de muchos
factores, hasta de los amigos, los cuales sin duda alguna tienen influencia
positiva o negativa que luego se trasmite a sus propios y directos familiares,
esposa e hijos, y así, sucesivamente, todos son afectados por los demás y
posteriormente se refleja en su propio actuar.
No logramos aprender de la experiencia, eso es verdad, y apostamos
por el error, ya que aunque sabemos desde el inicio cómo será el comportamiento
de una persona, caemos una y otra vez, en forma repetitiva, en su poder. Eso
ocurrió con el presidente Gustavo Petro, sabíamos que hizo parte de un grupo
guerrillero, que secuestró, maltrató, que se tomaron el Palacio de Justicia, se
aliaron con la mafia, atacaron y destruyeron la justicia, y aunque se
amnistiaron legalmente, moralmente siguen teniendo el mismo comportamiento: él
no concilia, no escucha, es terco, obsesivo, intolerante, ambicioso y
destructivo. Ese es el hombre que conocíamos desde hace muchos años, que
sabemos que es inteligente, que maneja bien el lenguaje y en general la palabra,
y que con ello logró cambiar el pensamiento de miles de personas que hoy
empiezan a reconocer que se equivocaron y por las que tenemos serias y graves
dificultades para mantener la democracia.
Ese comportamiento ya lo vivieron en Bogotá, durante el
periodo de su alcaldía, que desde el primer día se desarrolló en conflictos en
temas como el de basuras, huecos, infraestructura, seguridad y empleo. Fue
suspendido del cargo, se reintegró y terminó su mandato dejando a la ciudad en
un peor estado del que ya venía con administraciones iguales de nefastas
lideradas por la izquierda.
No tenemos memoria, no analizamos la historia y por ello
nos convencen fácilmente.
Pero, les digo con claridad y sin titubear, el presidente y
su grupo quiere destruir el sistema, a la democracia, y convertirse en un
dictador como Maduro, como lo quiso hacer Evo Morales, en Bolivia, y lo mismo lo
hace Ortega en Nicaragua y quiere hacerlo Manuel López Obrador, en México. Y lo
seguirán intentando en otros países hombres de características iguales o
similares a los anteriores. Dictadores de pacotilla.
Si alguien se opone, si no se aprueban las reformas propuestas
en su integridad, amenaza al Congreso e invita a la calle. No respetan la
democracia. Pronto, si nos descuidamos, miles de personas perderán su
nacionalidad y otros irán a la cárcel por ser, según ellos opositores del régimen,
esto es viable, posible y cierto… sucederá.
Miremos todo a la luz de los acontecimientos:
* Invitó
a la unidad nacional. Se diluye la unidad.
* Ministros de Hacienda, Agricultura y Educación,
demócratas, hoy en conflicto con el Pacto Histórico y con el presidente. Piden
a uno que renuncie y otros se retiran del Ministerio si se hace efectiva.
Crisis segura.
* Paros nacionales en apoyo, y otros en la oposición.
* Taxistas que bloquean y al final acuerdan. Todo es bajo
presión.
* Toma de la Alcaldía de Medellín.
* Intento de toma del Congreso de la República.
* Reforma al sistema de salud. No hay consenso.
* Reforma pensional. No se conoce el texto.
* Reforma política. En trámite y posiblemente en veremos.
* Repudiado en el Perú.
* No a la exploración de petróleo y de gas, productos que
aseguran ingresos al a nación.
* Incrementos en casi todos los productos superiores al aumento
del salario mínimo.
* Inseguridad creciente.
* Acuerdo de paz total en veremos.
* Gestores de paz. Bandidos reconocidos.
* incremento del costo de vida alto en enero de 2023.
* No existe confianza en los inversionistas extranjeros. se
retiran capitales del país.
* No destrucción de cultivos ilícitos. Narco estado
* Ciudadanos colombianos que no regresaron en el año 2022,
la no despreciable suma de 547 mil colombianos, ¿dónde están? Regados por todo
el mundo buscando una mejor calidad de vida.
* Deserción universitaria en niveles nunca esperados.
* Inexistencia de aplicabilidad de justicia pronta y rápida.
* Cortes corrompidas desde antes, caso típico cartel de la
toga.
* Extorsión, secuestro, asesinatos en incremento.
* Desempleo informal en alza.
Si sigo enunciando todos estas dificultades y problemáticas,
podríamos llegar a la conclusión que Colombia nuevamente es inviable. Por ello,
invocando el título de este artículo me pregunto si vale la pena a que
repensemos nuestro país, a lo cual respondo que sí lo creo, que es posible y
por consiguiente los invito, los motivo, los invoco a que rompamos este ciclo
terrible de nuestra vida, uniéndonos en la adversidad y torciéndole el pescuezo
a la maldad, construyamos una mejor vida para nuestras familias y las
generaciones futuras sin egoísmo, con fortaleza y grandeza.
Dios nos ilumine.