Por: Epicteto, el opinador
Resulta
especialmente difícil superar el desconcierto y la disgregación que se observan
en la población colombiana, en la búsqueda de soluciones al mayor desastre del
país en sus primeros 212 años de vida independiente.
Mientras unos
buscan la caída del totalitario régimen comunista que preside el guerrillero Aureliano
a través de marchas de protesta a las que llaman “paro nacional”, sin que
exista de verdad un cese de todas las actividades, otros insisten en la
peregrina idea de derrotar a los candidatos del Gobierno en las próximas
elecciones regionales, a sabiendas de que se repetirá el monumental fraude con
el que la izquierda radical se hizo con el poder contra la voluntad de las
mayorías nacionales. Hasta la fecha ninguna autoridad judicial o administrativa
se ha atrevido a hacer reconteos en las urnas ni a investigar las
irregularidades denunciadas.
Repasando lo que
opinan los políticos, los escritores y el público en general, nos encontramos
las más variadas fórmulas para salir del desmesurado embrollo: Que esperemos un
salvador “golpe militar”, quimérico y engañoso, después de la decapitación de
la cúpula militar con la salida forzada de cerca de 70 generales. Que busquemos
la unión de la oposición con los mismos políticos que, por acción u omisión,
nos condujeron a este triste callejón sin salida. Que hagamos una oposición
“constructiva” a este gobierno que sólo quiere la destrucción de todo lo
existente para crear otro país a semejanza de las repúblicas bolivarianas de la
persecución y la miseria.
Nos corresponde,
ante todo, asumir que aquí no se cambió un partido por otro en el gobierno del
país, ni se trata de una pelea entre personajes queridos u odiados por el
electorado. No, mis queridos contertulios, lo que aquí ocurrió fue la
imposición fraudulenta del progresismo ateo y revolucionario, la destrucción de
los valores y principios que formaron el ADN de nuestra Nación, la creación de un
nuevo país a merced de los narcos y sus aliados comunistas, todo ello con el
propósito de perpetuarse en el poder, conforme a los mandatos del Foro de Sao
Paulo.
Se impone, pues,
una nueva estrategia para salir del abismo, que pasa por apelar al colombiano
de bien, al ama de casa, al pensionado, al militar o policía en uso de buen
retiro, al trabajador al que el Gobierno le roba sus ahorros para la pensión,
al joven que vislumbra cómo se esfuman sus posibilidades con este negro porvenir,
a la clase media castigada por la reforma tributaria y por la más demoledora
desvalorización del peso en nuestra historia.
Debemos
intensificar la protesta a través de un verdadero paro nacional e indefinido,
no una simple procesión sin un preciso objetivo. De allí deben surgir los
militantes, promotores y líderes del movimiento que salvará a Colombia de este
gobierno de la infamia.
Precisamos desde
ahora un principio de organización, de división de tareas, de captación y
registro de la militancia. La tarea es ardua pero no estamos autorizados para
desfallecer en el momento más crítico que ha vivido nuestra Patria. “Es
vergonzoso que, en el transcurso de una vida en la que tu cuerpo no desfallece,
en este desfallezca primeramente tu alma” (MARCO AURELIO, Meditaciones,
Editorial Gredos S.A., 1977, pág. 120).