miércoles, 1 de febrero de 2023

Irracionalidad, prepotencia, odio...

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Nos acercamos al primer semestre de los incontables que vienen. No son los ocho del periodo, porque ya por segunda vez, un lapsus linguae indica que su propósito es la reelección. Partiendo de ese velado anuncio, no faltan los que la vislumbran en el cuerpo ajeno de la Alcocer, o con el tiquete peronista de Gustavo y Verónica…

No comparto esos escenarios, porque avizoro que después de la “paz total” con el ELN, con el fin de acelerar y radicalizar la revolución, vendrá la inevitable Constituyente para establecer la reelección presidencial indefinida. Petro no aceptará nada menor que la magistratura vitalicia, como las de Díaz Canel, Ortega, y la inevitable de Maduro.

Aunque la futurología está plagada de incertidumbre y de futuribles, es probable, si proyectamos lo que conocemos de la megalomanía del personaje y de su ideología, que quiera igualar y superar a sus ídolos, Lenin y Castro…

Después de los pronunciamientos de la última semana, no parece descabellado colegir que Petro no ha podido dejar atrás su período delirante. Cada día su logorrea es mas inverosímil, pero en vez de causar efectos previsibles en su credibilidad y su capacidad de gobernar, su chambonada acelera la demolición del modelo económico, social y jurídico, que realmente es su propósito inexorable.

La notificación, por parte de la lamentable ministra de Minas, de que el país va a suicidarse económicamente con la destrucción del sector minero-energético, se refuerza con la sacada del doctor Bayón de Ecopetrol, a pesar de los inútiles esfuerzos del Minhacienda para hacer creer que en ese crucial asunto todavía falta la última palabra.

Si bien es verdad que todo lo que dice este gárrulo es revanchista, tendencioso, incoherente, improvisado, acalorado e impensado, lo que cuenta no es lo sorprendente y ridículo de su discurso, sino el fondo atroz que se traduce, tendiente a la aniquilación de todo lo que él no ha hecho. En ese sentido, siempre es predecible como un incorregible Eróstrato, porque lo suyo es dañar y destruir, y solo por eso será recordado.

La primera iniciativa de su gobierno fue una reforma tributaria antitécnica y contraproducente, esperpento dirigido por un economista de avanzada edad, larga experiencia y numerosos postgrados, que prefirió apartarse de la ciencia, para lograr figuración en su crepúsculo vital. Por la inopia que ha exhibido, Ocampo no será capaz de atajar el colapso económico que él mismo propició. Hacen, pues, muy mal, los que confían en sus poderes mágicos para detener los disparates de su jefe.

Ahora bien, traigo a cuento la reforma tributaria, porque aun en el caso de que rinda los billones esperados, Petro ya parece habérsela gastado, pues para él no hay diferencia entre su deseo, la realidad y la posibilidad. Su creciente prepotencia no solo se proyecta al futuro. También es retroactiva, como puede verse en el asunto del Metro de Bogotá.

Aceptemos, en gracia de discusión, que el minúsculo pero costosísimo Metro de Bogotá sea conveniente. Hace algunos años Petro dijo que debería ser subterráneo, pero en vista de las condiciones del subsuelo se contrató un ferrocarril elevado. Ahora se empecina en enterrarlo, así su costo suba, de unos 15 billones hasta el doble (que hay que pagar en dólares), según se atiendan en mayor o menor número sus caprichos. ¡Su respuesta olímpica es que la Nación atenderá todo el extracosto que sea necesario!

Ahí no paran las cosas. En campaña propuso un ferrocarril elevado entre Buenaventura y Barranquilla. Era tal el despropósito de tamaño tren traído de los cabellos que no volvió a mencionarlo. Pero no lo olvidó. Por eso nombró a un señor Dusán en Colpensiones, para que, como su primer acto, resucitara semejante locura. Igual que con el Metro, apuesto a que ese tren se iniciará, consumiendo todo el ahorro pensional, ambientado ahora como el primer tramo del seductor ferrocarril desde Chile hasta nuestro Caribe, que se ha sacado también de la manga en su más reciente viaje a ese país.

Esto me hace pensar en todas las desquiciadas improvisaciones del candidato Petro que fueron luego omitidas en su programa. Todos las hemos olvidado, salvo él, que una por una las hará realidad a medida que se consolide su omnipotente y rencorosa voluntad.

Con un individuo que compromete sin la menor reflexión varios billones de pesos cada vez que abre la boca, no es posible predecir cosa distinta del caos. Ante su obcecación y su espectacular desorden mental, muchos siguen escribiendo en vano buenos artículos para recomendar prudencia, raciocinio y sindéresis, porque la esperanza es lo último que se pierde, desconociendo que ese sujeto es incorregible y que su agenda no es la de mejorar y corregir, sino otra bien diferente.