La inquietud que en distintos medios se ha manifestado por
la salud de Petro, no se disipa con el boletín que indica que padece de
bronquitis. Esa es una condición pasajera y superficial… Seguimos ignorando
entonces sus verdaderas condiciones de salud, que en todo caso no afectan la
memoria. La suya es feliz. En cada uno de los 41 interminables días de lo que
va corrido de su gobierno, recuerda alguna de las asombrosas propuestas de su
programa explícito, o alguno de los desatinos de su proyecto implícito.
Ante la magnitud de los perjuicios que puede sufrir el país
cuando esas manifestaciones se conviertan en hechos, abundan las expresiones de
“si Petro reflexionara”, de “si rectificara”, de “si corrigiera”, de si…
No estoy en capacidad de saber si Petro alguna vez ha
deliberado sobre algo, pero en cambio sabemos que jamás ha rectificado. Su
pensamiento es inapelable y su ejecución se viene confiando a individuos de
impecables credenciales revolucionarias. Salvo dos o tres afiliados al
liberalismo y al novedoso conservatismo castro-chavista, la segunda fila de
funcionarios está compuesta invariablemente por incondicionales, cuya
obediencia está reforzada por la ineptitud, la ignorancia y el fanatismo.
Más culpable que la ministra de Minas es, sin embargo, el
de Hacienda. Cargado de años, de títulos y experiencia, no tiene la excusa de
la ignorancia y de la impericia, para paralizar la inversión, incrementar el
desempleo y dar impulso a la inflación.
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Grandes anuncios de la semana: la desvertebración del
sistema pensional y el subsidio permanente para millones. ¡Ruina para los
futuros pensionados y júbilo para quienes gozarán del despojo de los primeros,
en la inicial hoguera inflacionaria!
También tendremos 100.000 “jóvenes de paz”, dizque para
alejarlos de la delincuencia, con $ 800.000= mensuales. Se disipa entonces la
primera gran incógnita sobre el destino de los recaudos de la reforma
tributaria, que no será para fomentar el empleo productivo, sino para remunerar
los inevitables “colectivos”, sin los cuales es imposible consolidar una
revolución.
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Así, una después de otra, resurgen las tenebrosas
propuestas del incorregible Petro. Es verdad que faltan muchas, como aquella de
limitar a 65 m2 el espacio de las familias en sus casas, pero ¿hasta
cuándo?
En su más reciente artículo para El Tiempo, recordando
quizás al viejo Petro, el doctor Germán Vargas Lleras hace una pregunta. A
pesar de su mutilación digital por cortesía de las FARC, Vargas Lleras empuña
la pluma cuando inquiere si también habrá ocupación de casas y apartamentos…
Buena pregunta, ahora que sabemos que la policía apenas dispone de 48 horas
para proceder a la restitución del bien a su poseedor legítimo.
Como no hay revolución si la “reforma agraria” no va
seguida de la “reforma urbana”, la ocupación de inmuebles habitacionales es una
amenaza que ahora pende sobre el país, y hace muy bien Vargas Lleras en preocuparnos…
Lástima que, como jefe político, senador y vicepresidente,
no haya jamás movido un dedo para detener el avance de Petro hacia el poder. No
fue el único que omitió oponerse al avance de la revolución, pero la
negligencia culpable o la colaboración vergonzante de la mayor parte de los
políticos en su ascenso jamás será excusable.
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Papito, papito… ¡Quiero ir al entierro de la reina!