Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Después de un tiempo de ansiedad e
incertidumbre, tres alegrías diversas he experimentado esta semana: la 17ª
estrella de Atlético Nacional, el informe final de la Comisión para el
esclarecimiento de la verdad y el acuerdo nacional que el presidente electo quiere
construir con los diferentes sectores políticos.
La estrella. Hincha del verde he sido desde cuando
tenía siete años y era un equipo que solo tenía una estrella (la de 1954) y
estaba de 12 entre 14 en la tabla de posiciones. Me ha tocado vivir su segundo
campeonato en 1976, época en la que descollaban figuras como Raúl Ramón Navarro,
Carlos Miguel Diz, Gerardo «el Mono» Moncada, los hermanos Campaz (Víctor y
Teófilo), Francisco Maturana y el inolvidable goleador Hugo Horacio Londero,
entre otros. No fui, pues, un hincha producto de la primera Copa Libertadores
ni de la buena racha del Rey de copas. He padecido los tiempos difíciles en los
que los carteles se infiltraron descaradamente en el fútbol y aquellos en los
que su jugar mediocre nos puso a sufrir. Mi mayor orgullo fue haber hecho parte
del comité asesor del comité ejecutivo del equipo, conocer personalmente a mis
ídolos de niño cuando el equipo cumplió 60 años y disfrutar en el Atanasio la conquista
de varias estrellas. Después de 5 años de obligados y traumáticos ayunos, por fin
la 17 y frente a un gran rival que nos tenía acomplejados. Falta pelo pal moño
para evidenciar nuevamente el talante y jerarquía como la que se alcanzó con Oswaldo
Juan Zubeldía o Óscar Héctor Quintabani, para citar solo dos de sus mejores
directores técnicos. Primera gran satisfacción de esta semana.
La verdad. Sabemos todos que nadie la tiene
completa y por eso había que escuchar las verdades parciales de los actores de
la guerra y de las víctimas. Nunca se conocerá la verdad completa, pero nos
hemos aproximado bastante. Hay quienes han colaborado para su esclarecimiento y
otros que, obcecadamente, se han opuesto a que se conozca. Debe ser porque la verdad
duele, la verdad es incómoda, pero como decía el filósofo, la verdad es la
realidad de las cosas. Por eso la doctora de Ávila hablaba de que la humildad
es verdad, porque se trata de ver las cosas como sucedieron, como son, sin
exagerar por exceso o por defecto, ni más ni menos. Mi hermano Francisco de
Roux, con quien vivo en la misma comunidad, ha liderado un trabajo titánico
junto con los otros miembros de la comisión. De felicitar no solo por la
seriedad que han querido imprimirle a tan delicada tarea, sino por la fortaleza
moral para aguantar tantas calumnias y tantos insultos. Para que este país
madure democráticamente, tendremos que aprender a escucharnos con respeto, a
debatir con argumentos, a superar la visceralidad con la razón, a tolerar la
diferencia, a reconocer las propias limitaciones, a superar los dogmatismos que
no es lo mismo que claudicar en los principios. Tarde que temprano la verdad
saldrá a flote y ojalá no sea muy tarde pues hay que construir país por encima
de nuestras propias mezquindades.
El acuerdo nacional. Tengo que decirlo
honestamente. Me ha sorprendido la talla de estadista del presidente electo. Me
resulta grato, ya lo dije en mi anterior escrito, su llamado a la
reconciliación. Ya no estamos en campaña, ya no es cuestión de populismo. Una
lección de democracia ha sido su encuentro con el expresidente Uribe y el tono
de la conversación que deja abierto un canal de diálogo. Me ha admirado
gratamente el reconocimiento unánime de su mandato. En un país polarizado por
años en el que se esperaría un malestar indescriptible por su elección, veo que
la gente quiere apostarle a una nueva etapa de país, soñar algo que no sea más
de lo mismo. Quisiera creer que lo que he visto esta semana no es un
colinchamiento oportunista en el bus de la victoria, sino el deseo sincero de
darnos una nueva oportunidad como país. Ni Petro ha sido arrogante con su
triunfo, ni sus detractores han dado muestra de ser ciegos obtusos, salvo
vergonzosas excepciones de odios recalcitrantes que el expresidente enmarca en
la pluralidad de su partido y de ese uribismo del que él mismo se declara
curado. Creo que todos estaremos atentos a apoyar lo que nos haga avanzar como
país, lo que busque equidad y justicia social, lo que construya patria, estado
y nación, lo que nos permita a todos buscar “vivir sabroso” porque
estamos en paz superando males perversos que tanto daño nos han hecho como el narcotráfico
y sus secuelas, la corrupción con sus tentáculos destructores; la pobreza y el
hambre que agobian a millones. Ojalá lo logremos.