viernes, 10 de junio de 2022

La calidad hace la diferencia

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Siempre he sostenido que la calidad no es un sello, ni una oficina, ni unas políticas para aplicar a procesos y procedimientos. Puede ser eso, pero sobre todo es un espíritu que anima, una actitud clave ante la vida.

Cuando por la pandemia aumentó el desempleo escandalosamente, la gente se lamentaba por ello. Muchos valoraron en ese momento lo que habían perdido. Fueron conscientes de lo que significa estar parado y con los brazos cruzados. Quedar sin trabajo, a la deriva, es una desgracia que no se le desea a nadie. Los ahorros escasean, las reservas se acaban, no hay con qué comprar nada, el hambre agobia, los pagos no dan espera, todo se afecta, pareciera la vida colapsar.

Debe ser por eso que me ofusca ver a la gente que tiene un empleo, pero le importa un bledo patear su lonchera, es decir, trabajando a media máquina, con desgano y pereza, pegados de un celular y abstraídos del entorno, haciendo las cosas con mediocridad… la queja es que es duro conseguir trabajo, que la situación está muy dura, pero cuando se tiene viene la acomodación y el apoltronamiento.

En contraste, qué satisfacción da ver a la gente con la camiseta puesta, haciendo las cosas con gusto y con pasión, trabajando juiciosamente, con responsabilidad y seriedad, ejerciendo sus profesiones plena y conscientemente, haciendo las cosas no porque toca o por rutina sino amando eso que hacen y haciéndolo bien hecho, con cariño, con calidad. ¡Ahí está la diferencia!

Hay empresas que se precian de tener sus procesos certificados en calidad, cumplen aparentemente con unos estándares, pero en realidad son pura fachada. Lo que cuenta no es tener un bello discurso sobre calidad, ni llenar puntualmente unos formatos, ni mostrar orgullosos unas estadísticas admirables. Lo que finalmente vale es que el usuario beneficiario, el cliente, esté satisfecho y se sienta bien atendido. Y, repito, eso no lo da automáticamente un reconocimiento, un certificado, un cartón. Eso se transpira en el ambiente, se contagia por ósmosis. Por eso es un espíritu, un carisma, una manera de ser y de proceder. Es una cultura organizacional que, obviamente, no se ha construido de la noche a la mañana, sino que se ha venido trabajando paso a paso, enamorando con esas actitudes que son reflejo de los principios y valores que la sustentan.

La calidad del producto para uno es muy importante, como también la calidad adelantada en los procesos que lo hicieron posible, pero lo es sobre todo la calidad humana que está detrás de todo esto y que resulta ser lo más importante, lo esencial, porque, finalmente, son las personas y no las cosas lo que realmente vale. Se podrán tener capitales relevantes, pero la calidad del capital humano es el mayor activo de cualquier empresa u organización, es su tesoro más valioso.