Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Ha llegado usted por fin a la presidencia de la
República después de luchar muchos años por lograrlo. Lo ha conseguido con un
amplio margen de votos de tal manera que su opositor, con un número muy significativo
de votos también, no ha tenido problema para reconocerlo y con ello respetar el
veredicto popular en las urnas.
Ese discurrir pacífico de la jornada electoral,
a pesar de la campaña bastante turbia, por decir lo menos, que hemos vivido, me
ha hecho sentir orgulloso de mi país. Primero, porque la participación
ciudadana crece y la abstención disminuye. Segundo, porque esta democracia
nuestra, considerada como una de las más sólidas del continente, así lo ha
ratificado. Se ha tenido una jornada en bastante paz y se han respetado los
resultados. Tercero, porque nuestra institucionalidad es fuerte, a pesar de las
debilidades de quienes están al frente de ellas. La Registraduría hizo su
trabajo en el tiempo previsto. La Presidencia, la Iglesia, los gremios, los mandatarios
extranjeros que felicitaron el triunfo, colaboran para el proceso de transición
y quieren que a usted le vaya bien.
Es verdad, usted suscita resistencias,
prevenciones y miedos. No tanto por ser exguerrillero, como infelizmente esa
revista lo calificó, sino porque usted ha sido cabeza protagonista de la
polarización política que ha fastidiado a nuestro país estos últimos años.
Porque siendo un excelente congresista no fue tan exitosa su alcaldía, por ese
carácter autócrata que espantó a amigos y colaboradores cercanos, y por algunas
decisiones caprichosas y poco felices, como esa compra de obsoletos carros de
la basura, por citar solo un ejemplo.
Sin embargo, personalmente tengo que
reconocerle su sensibilidad y sentido social frente a los excluidos y
marginados. Me consta que usted quiso erradicar el hambre subsidiando mercados.
Vi muchas caras felices de pobres miserables por fin tener algo de comida
digna. Eso me conmovió. Lo que falla es la estrategia asistencialista que
regala el pescado, pero no enseña a pescar y sobre todo genera pasividad y
dependencia, consume millonadas del erario, pero no soluciona de raíz el
problema social.
Al momento de escribir estas líneas usted no
había definido su equipo de colaboradores más cercano. Esa decisión es clave.
Usted tiene que rodearse bien, de los mejores, si realmente quiere dejar huella
y pasar a la historia. Hay politiqueros tóxicos muy cerca de usted que le hacen
daño y que es mejor que estén al margen del gobierno ejecutivo. Usted tiene en
sus manos la oportunidad única para demostrarle al país que la izquierda
puede hacer un buen gobierno, superar esas desgracias que nos han destruido por
años y evidenciar que no son más de lo mismo, propósito que hasta ahora no lo
han podido cumplir.
Si a usted le va bien, a todos nos va bien. Su
discurso el día de las elecciones mostró su mano tendida a todos para construir
país, reconciliarnos y darle rienda suelta a la política del amor y el vivir
sabroso, como dice Francia, su fórmula vicepresidencial. Lástima que no las
hizo más explícitas para descalificar esas acciones bajas que quemaron a
contrincantes suyos en plena campaña, cuando se dieron a conocer bochornosas
evidencias de tan ruin comportamiento. Hubiese demostrado ahí su talante ético
al tomar distancia de todos esos oportunistas que se subieron en su bus de la
victoria, ya lo han demostrado, seguramente para dejarlo abandonado más
adelante. Son dinámicos, camaleónicos y traicioneros de principios y valores.
Ojalá en su mandato ejercite más el escuchar
que el hablar. Largos y pesados discursos no es lo que queremos, sino una
excelente administración con efectiva gestión. Usted puede tener excelentes
ideas, pero no se imponen a la brava, sino que cautivan y seducen cuando apuntan
al bien común.
Deseo que le vaya bien a pesar de la oposición
ya declarada de sus enemigos políticos. Usted sabrá respetarlos como lo hizo en
aquel debate con el senador Mejía cuando le dijo que usted sobraba en el Congreso
y usted le respondió diciendo que en cambio él sí era necesario. Las
retaliaciones, revanchismos, venganzas y el retrovisor no son la estrategia
acertada para conseguir la paz. Es el tiempo del cambio verdadero, venciendo a
quien lo odia con amor, como lo practicó Luther King.
Todos los colombianos estamos a la expectativa.
No nos defraude. Ni a los que votaron por usted, ni a los que nada esperan de
usted y quisieran huir de este país. Repito, usted tiene una oportunidad
histórica única para mostrar que las cosas pueden ser diferentes cuando se
ejerce el poder con nobleza y grandeza. Ojalá nos sorprenda con decisiones
acertadas y alentadoras. El país está muy mal y usted lo sabe. No podemos tener
nuevas y fatales decepciones. Es su
turno, tiene lo que quería, entonces haga historia en esta nueva etapa que
ahora comienza. Hágalo y hágalo bien.