viernes, 20 de mayo de 2022

Cierto olor a podrido

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Algo huele mal en nuestra sociedad, decía José Luis Martín Vigil en ese ya clásico literario. Parafraseándolo en nuestro contexto, diría yo, algo huele mal en nuestra sociedad colombiana. ¿Algo? Bueno, ¡tal vez todo!

La descomposición política que estamos presenciando con ocasión de la campaña presidencial es apenas un reflejo de lo que en realidad estamos viviendo como sociedad. Insultos, calumnias, infiltraciones, espionaje, mentiras, fake news, el “todo vale” con tal de llegar a la primera magistratura del Estado. ¿Con qué cara, con qué autoridad moral? Después de haberse despotricado directamente o por otros, de haberse descalificado, insultado, ofendido, ¿con qué cara va a salir el ganador a decir el día del triunfo que ha pasado el debate y que ahora será presidente para todos los colombianos y que buscará la unidad, la paz y la concordia entre todos? Primero nos masacramos, imponiéndonos a la brava y después nos tendemos la mano. ¿Habrá alguno medianamente avispado que se coma ese cuento?

Porque hemos llegado a tal nivel de degradación que se han abierto heridas profundas. Hay mucho dolor, resentimientos, odios, revanchismos, acumulados. La polarización no es solo ideológica ni se mueve en el plano de los debates de atrevidas propuestas programáticas. No es una confrontación partidista tradicional. Es ruin, miserable, rastrera, vergonzosa y muestra las mezquindades más sobresalientes. ¡Oye! ¿De quién o quiénes se rodean esos que nos van a gobernar un día? De qué baja ralea y maloliente estopa son los alfiles y peones de esas campañas. Un debate limpio y de altura es posible o ¿solo es una vana ilusión?

Ganarse la Presidencia de este país, tal y como estamos, propiamente no es el premio mayor. Quien gane, de entrada, sabe que tiene medio país en contra y que le espera un calvario de cuatro años de feroz oposición. No gratuitamente quienes por allí han pasado salen con sus cabezas encanecidas no propiamente con tinturas. Quizás ellos mismos se encarguen de embarrarla y den papaya para vivir los años más aciagos. Eso lo saben, pero, además de satisfacer egos, debe haber muchas ganas de estar en el poder para lograrse propósitos no siempre manifiestos. ¿El poder para qué? ¡Para poder! ¿Poder servir y contribuir al mejoramiento de las condiciones del país y de su gente? Jejejeje, bueno, para disfrutar el cuarto de hora y algo más. Sin duda que tamaña dosis de masoquismo no es ingenua ni desinteresada, algo muy atractivo debe haber desde que se busca a codazo limpio el asunto. Algo me huele mal, es cierto olor a podrido…