Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Si hay una institución desprestigiada en
nuestro país es el Congreso. Un ente bicameral muy numeroso, oneroso, poco
eficiente. Sinónimo de corrupción, de mañas malucas, que se niega a cambiar a
pesar de que la mayoría de los colombianos lo cuestionamos. Sin embargo, sigue
ahí. Muchos sueñan con llegar allí y los que a él acceden no quisieran dejar
tan lucrativo y cómodo trabajo: sesiones de martes a jueves y apenas durante
unas horas, con derecho a buen sueldo, oficina, asistentes, vehículo, viajes, prebendas.
Algunos, noblemente aspiran estar allí para trabajar
por los demás. Sin embargo, efectivamente, las deliciosas mieles del poder
pronto los hace olvidarse de tan loables propósitos. Son pocos los que
realmente sacan la cara, trabajando y mostrando resultados.
Si el Congreso no es mejor es porque con
nuestra indiferencia y apatía de participar en lo político dejamos que otros
decidan por nosotros. Pues bien, este domingo nos toca elegir quiénes lo
conformarán. Si queremos renovarlo, en nuestras manos está escoger a los
mejores. Se trata de un deber ciudadano indelegable, no endosable. ¿No nos
gustan los actuales congresistas? Pues elijamos a conciencia, descalifiquemos
con la no reelección a todos esos que son auténticos vividores, vagos
irredentos, vociferantes parlanchines, politiqueros de baja estopa que
compraron votos y engañaron incautos para ganarse la plata fácil y sin mayor
esfuerzo. A los camaleones transfugistas que un día están con unos y al otro
día con otros, decepcionando a todos.
Así como está el Congreso es un mal necesario,
pero como demócratas sabemos que el Congreso es un bien necesario para un país
saludable, si así decidimos que sea. Su importancia en una democracia radica en
la representatividad y en la diversidad y pluralidad de sus miembros pues es el
ágora donde se construye país debatiendo las mejores opciones. Por eso las
dictaduras cierran el parlamento, porque no toleran el pensamiento divergente. Por
eso se hace ingobernable un poder ejecutivo que quiere hacer de las suyas y
choca de frente contra un Congreso que no es genuflexo.
Este domingo en las urnas tenemos una
responsabilidad muy grande como ciudadanos: votar por los aspirantes a senado y
cámara con quienes ideológicamente nos identificamos. Con las consultas
internas de coaliciones y pactos sabremos quién queda en el cedazo para la
contienda presidencial definitiva. Imperdonable no votar. Si tan aburridos
estamos con los politiqueros, es nuestra hora para ir cambiando las cosas. Después
no vale quejarse, refunfuñar, criticar y maldecir. Dejemos la pereza y la
indiferencia pronunciándonos, haciendo sentir nuestra inconformidad y nuestro
deseo de un estado de cosas diferente, más justo, más equitativo, más humano.