Por José Alvear Sanín*
El país ya conoce la magnitud del fraude que representan
los 489.000 votos que le aparecieron súbitamente a Petro.
Como el registrador, después de reversar su inicial aceptación
del reconteo exigido por las circunstancias, se empeña en no modificar los
inconsistentes y viciados resultados, de la poca confianza en los escrutinios
hemos pasado a la incredulidad total sobre su validez.
Restablecer la confianza en los resultados electorales ya
no será posible entonces, antes de la elección presidencial, si este registrador
permanece en el cargo y el escrutinio lo realizan Gregg (empresa estrechamente
vinculada con Santos) e Indra (controlada por el gobierno social-comunista
español), con la colaboración de varios subcontratistas igualmente confabulados.
Los ciudadanos amantes de la legalidad y del derecho no
entendemos la resignación del gobierno y de casi todos los movimientos
políticos frente a una organización electoral proclive al candidato
castro-chavista de las FARC, del ELN y del Foro de Sao Paulo.
Pues bien, la logística, el cómputo y el escrutinio de las
elecciones este año cuestan unos 1.3 billones de pesos mal contados. Las cifras
astronómicas que reciben los sospechosos contratistas, escogidos a dedo, en vez
de garantizar el escrutinio imparcial y confiable han conducido a lo contrario,
la pérdida absoluta de la credibilidad en el sistema electoral.
En el mundo actual ha aparecido un nuevo y colosal negocio:
el manejo y escrutinio electrónico de las elecciones, apresurado e
incontrovertible. Basta con algunos algoritmos para proclamar a los vencedores
pocas horas después del cierre de las urnas… ¡Y apelación a los infiernos!
Un verdadero Kartell (SmartMatic y Dominion principalmente,
con sus franquicias en muchos países, como Gregg e Indra en Colombia), está
privatizando la función electoral. Estos colosales negocios, corruptos y
aberrantes, seguirán extendiéndose por el mundo. En Colombia han avanzado
escandalosamente y ya no temen mostrarse a plena luz del día.
Pero si la Registraduría apesta, el tema de la selección de
jurados es también muy preocupante.
Todos sabemos de la orientación comunista y revolucionaria
de la tal Federación Colombiana de Educadores (Fecode) y de su compromiso
militante con la candidatura de Petro.
Antes de la elección de Congreso se conocieron
manifestaciones de ese sindicato en favor del Pacto Histórico, y de la “actitud
vigilante” que se encarecía a los miembros de ese “colectivo” en su actuación
como jurados de votación, pero no se publicaron —desde luego— las instrucciones
impartidas para la correspondiente actuación en la elaboración de las actas y
formularios de cada mesa.
Nada más sencillo que llenar las planillas con datos trucados,
que se remiten a la Registraduría para ser computados y escrutados con el
software de los contratistas.
Como de las filas de Fecode procede la inmensa mayoría de
los jurados de votación, todo se puede esperar. Hay multitud de planillas E-14
fraudulentas, que a pesar de ser objetadas siguen contabilizadas a favor del
Pacto Histórico.
Si a pesar de todo la democracia colombiana sobrevive con
la elección de un candidato respetable, lo primero que habrá que hacer será
proponer la reforma constitucional necesaria para depurar el organismo
electoral y desmantelar el monopolio electoral de Fecode. Los 300.000 y más
jurados de las mesas deben proceder de todos los sectores sociales del país.
Así como la patria es de todos, las elecciones también deben ser de todos.
La total autonomía funcional y presupuestal de la
Registraduría la ha convertido en un foco de corrupción inadmisible, y tal vez
en el único elector del país.
***
¿De dónde, si no de Fecode, salieron los 67.000
“voluntarios” que, coordinados por el señor Álvaro Echeverri Londoño, dizque
“salvaron” los 489.000 votos que aparecieron en tres días? Mientras tanto, los
demás movimientos carecen de estas bien entrenadas formaciones que prefiguran
los “colectivos bolivarianos”.
***
Dos perlas de Fecode:
¡Uribe, paraco, el pueblo está verraco!, cántico que
resuena en tantas aulas infantiles
¡Y la niña de doce años, en La Unión (Antioquia), hija de
una amiga, que le dice su mamá que vote por Petro, porque el profesor les enseñó
que ese es el candidato bueno!