Por Antonio Montoya H.*
En Colombia las cosas no funcionan bien porque las tres
ramas del poder, la ejecutiva, legislativa y judicial, son lentas,
paquidérmicas; no actúan a tiempo y dejan al garete la decisión sobre los temas
de importancia para el país ya que se dedican únicamente a lo cotidiano. Así
ocurre con el estudio, discusión y aprobación de leyes fundamentales y con las
reformas que se requieren; pasan los meses, los años y no pasa nada, diluyen en
el tiempo el tomar el toro por los cuernos y empoderarse definitivamente del
buen rumbo del país.
Violando la justicia así está sucediendo con temas vitales
de los ciudadanos. La Registraduría Nacional, el Consejo Nacional Electoral (CNE),
la justicia, entidades del Estado, diluyen limitando al ciudadano en el
ejercicio de sus derechos surgidos de la Constitución Nacional. Ejemplo claro
lo es la figura de la revocatoria, en la ciudad de Cúcuta se aplaza la fecha de
votación, en la ciudad de Medellín, con todo tipo de argucias, también dilatan
la decisión de fecha para votar, es decir, todas las instituciones torpedeando un
derecho ciudadano, y, además, lo más horrible es que se presentan tutelas que
se ganan y a pesar de ello vuelven e interponen más; esas son acciones
temerarias que afectan la institucionalidad y se pierde el respeto por la ley.
Soy un convencido de que el ejercicio del debate es bueno
para el país, que con un instrumento jurídico como la revocatoria, el pueblo puede
ejercer su poder para decidir si el camino iniciado por un alcalde cualquiera
va en contra del plan de trabajo presentado en la campaña o no convence al
ciudadano. En ambas situaciones se debe respetar la posición del pueblo y por
ende quien ostenta el poder no puede ni debe ética y moralmente impedir el
desarrollo de esa actividad del constituyente primario.
Por ello, y ante tanta dilación para la certificación que
se requiere para fijar fecha de votación, están surgiendo ideas que tienden a
demostrar que el poder ciudadano está por encima de aquellos que quieren
impedir su ejercicio y eso lo observo con beneplácito. Yo lo coadyuvo, no me da
temor expresarlo de frente. Esa idea consiste en proponer a los ciudadanos
efectuar de manera simbólica una votación, un sábado o domingo, con jurados,
cumpliendo las formalidades que se requieran, invitando a todos para que se
expresen con base en la siguiente pregunta así: ¿SÍ o NO está usted de acuerdo,
con la revocatoria del alcalde? El resultado sería una muestra de lo que el
pueblo quiere. Si gana el SÍ, para el alcalde sería una muestra palpable del
sentir ciudadano que le estaría diciendo que no debe continuar, aunque esa
votación no tenga la fuerza legal, si tendría incidencia moral, y si gana el NO,
tendríamos que aceptar esa decisión y esperar el final del periodo con
resignación, solicitándole que cambie su forma de gobernar; sería una simple
petición.
Lo que conlleva esa ceremonia de salir a las urnas, ir a
los mismos lugares donde se ejerce el derecho o cerca de ellos, porque
seguramente no nos los prestan para esa votación, es una enseñanza para
cualquier gobernante ya sea alcalde, gobernador o presidente, en la que
claramente se demuestra que no se puede gobernar a espaldas del pueblo, y que
este, el pueblo, decide, al final del cuento, su propio camino.
Esperamos opiniones, para que todos participen en la
construcción de esta propuesta, proponiendo cuál sería la mecánica del proceso si
es favorable o la opinión si no la consideran viable, antes de continuar
impulsando esta decisión ciudadana de ir a las urnas como una muestra de
desobediencia civil.
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