domingo, 27 de febrero de 2022

Insisto...

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

En continuar hablando del Pacto Histórico, de sus figuras predominantes, aspirantes al Congreso que están impregnados de historias nefastas y acusaciones que enturbian su accionar, del mal que le hacen a Colombia y de las consecuencias  económicas y sociales que tendremos si es elegido presidente del país Gustavo Petro.

Me decían desde niño, en mi casa y en el colegio, que uno se debía formar para capacitarse adecuadamente en los saberes que por gusto decida, pero más aun para contribuir al crecimiento y fortalecimiento de las comunidades donde se vive y por ende buscar que los ciudadanos tengan mejor calidad de vida. Ello sin duda alguna es el deber ser, crear condiciones de bienestar, pero trabajando y aportando al Estado y por consiguiente al desarrollo de los pueblos.

Escuché este fin de semana pasado algunas entrevistas al candidato Petro, en varios medios periodísticos nacionales y en todo ellos da grima, tristeza oírlo, siempre atacando la institucionalidad, a los empleadores, y en general expresando claramente su animadversión sobre el capital como fuente de ingresos para el país y de sustento para los que trabajan allí.

Se le pregunta si va a iniciar un proceso de expropiación y dice que no, pero a continuación dice sin sonrojarse que subirá los valores de los prediales y que aquellos que tengan más de una vivienda, estas se le comprarán, es decir no habrá incentivo para que las personas crezcan el patrimonio. Posiblemente procederán a vender sus bienes y se retirarán del país.

Yo insisto en expresar con claridad a los ciudadanos el peligro latente, real, que existe que este señor Petro sea presidente de Colombia, país que no se lo merece. Es un hombre con un pensamiento absoluta y totalmente contrario a los valores democráticos, los mismos que atacó como guerrillero del M-19, como promotor de la primera línea en las mal llamadas expresiones populares que se realizaron en el 2021, y que regresan nuevamente, en estos días, al escenario público. También, con sus palabras, en los diversos eventos que realiza por todo el territorio nacional, se evidencia que es un autoritario, que no sé por qué razón las juventudes menores de 25 años le copian.

Él dice abiertamente y sin titubear, que “la riqueza es de quien la necesita, no de quien la crea y quien posee riqueza en cualquier medida es en esencia enemigo del pueblo”, por ello, basta con leer esta frase, y no puede quedar duda alguna en la mente ciudadana que el camino de Colombia será el de la expropiación, la perdida de la propiedad privada, la destrucción de la empresa privada y por consiguiente el empobrecimiento generalizado del pueblo colombiano.

Remata diciendo que “la propiedad es casi siempre un hurto a los pobres, y la Colombia Humana se encargará de redistribuir en bien de ellos, lo que otros injustificadamente aluden como propio”. Además de mentir, va en contra del empresarismo, de esos hombres y mujeres que, por décadas, con esfuerzo y sufrimiento, han construido empresas, que acompañados de sus familiares y empleados se han mantenido en el tiempo y pagan impuestos, salarios, prestaciones sociales, aportan desarrollo y sostenibilidad a Colombia. Si solo pudiera decirnos que han construido ellos, bastaría para conformarnos, pero no, mienten, dan como verdades lo que no es cierto y entonces se convierten en los adalides de la justicia y el orden social, cuando desde su niñez ha construido violencia y odio, ese es el verdadero aporte de este ciudadano colombiano, que encarna la maldad.

Es pues un horror el solo pensar que sea posible la debacle para nuestro país. Estemos atentos, analicen con detalle el accionar de Petro y se darán cuenta de que no es posible votar por él y su grupo, ni en las elecciones de marzo 13, ni en las presidenciales. Ojo abierto que se acaba la democracia y el país de bienestar que podemos construir combatiendo la corrupción, y teniendo una mejor justicia y un legislativo serio, preparado y constructor de una mejor sociedad.

Están avisados.