viernes, 25 de febrero de 2022

Unos ganan, todos perdemos

José Leonardo Rincón, S. J.

Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Sucedió casi simultáneamente con el fallo de la Corte. Deyanira, nombre ficticio para esta historia real, me fue remitida el fin de semana pasado por una amiga para que yo la aconsejara porque estaba en una crisis muy profunda pues estaba embarazada, quería tener el bebé, pero su novio le exigía abortar si quería continuar con él. Ella lo amaba, pero no podía entender cómo le podía pedir algo tan absurdo. Llegué tarde. Ya había abortado. Su novio le dijo que seguir con el embarazo era perjudicar su vida para siempre, que eso no era amarlo, que él no quería ser papá porque tenía planes de estudiar en el extranjero, que se sentía el hombre más infeliz, etcétera. En el culmen de la confrontación, le dijo que la abandonaría, que no la amaba, que de seguro ese hijo no era suyo… Cuando ella accedió finalmente, obrando contra su conciencia, pero temerosa de perderlo, él volvió a ser tierno y cariñoso y le dijo que la acompañaría al procedimiento médico. El quedó feliz, ella quedó desecha.

Llámenme retrógrado, anticuado, conservador, católico medieval, oscurantista, anacrónico, lo que quieran, pero tengo que decirlo en conciencia: no estoy de acuerdo con el aborto.

Veo a cientos de manifestantes bailar de alegría por esta victoria jurídica con la sentencia de la Corte Constitucional y a la par el dolor y la congoja de miles que tendremos que aceptar ese despropósito. En apariencia han triunfado. En realidad, han perdido. Todos hemos perdido. La moral ha quedado por el suelo.

Embriagados por lo que consideran un paso adelante en la conquista de derechos para las mujeres que defienden la tesis de que con el propio cuerpo se puede hacer lo que se quiera, dicen admirar a Canadá pues es un país que tiene despenalizado totalmente el aborto de modo que se puede practicar en cualquier momento. Se enorgullecen pues somos un país muy avanzado que está a la altura de Inglaterra, Gales y Escocia donde se puede abortar el feto con seis meses de embarazo.

Como Deyanira, conozco decenas de casos de mujeres destrozadas emocionalmente por haber abortado. Se sienten egoístas, mezquinas, asesinas. De poco sirve decirles que Dios las ama y las perdona misericordiosamente. Cargan insoportablemente con su culpa. Y debo decirlo, detesto esos machos reproductores que engañan mujeres incautas, les endulzan el oído, las ilusionan y después de preñarlas como objetos sexuales las dejan tiradas. Por eso no entiendo a las mujeres sin educación afectiva, que tienen sexo sin protección, que se dejan embarazar de cualquiera y les importa un bledo abortar, como si nada.

Si como país estábamos mal, creo que ahora estamos peor. Tampoco me cabe en la cabeza que la sensibilidad exacerbada entre lágrimas proteste por el maltrato animal (causa noble de respeto por estos seres que comparto) y lo convierte en un grave delito, en tanto no ve problema en el aborto como derecho a asesinar un ser humano indefenso a pocas semanas de nacer. Eso lo que muestra es que estamos moralmente enfermos. Y no dudo de que pronto estaremos aprobando la eutanasia para quitarnos de encima a esos viejos improductivos y estorbosos. Como lo señalé en otra ocasión, corremos desbocados hacia el abismo.

Nuestra Constitución dice en el artículo 11 que “El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte.”, pero en realidad ya ha sido decretada. El aborto no es un derecho, es un homicidio. Lo dice José Gregorio Hernández, expresidente de la Corte Constitucional al criticar el fallo de sus colegas. Lo dicen los médicos espantados de saber que a los 6 meses está ya bien formado el ser humano.

Si tan dueños de la vida se sienten los proabortistas, otros podrían también, esgrimiendo el mismo argumento y con todo derecho abortarlos a la vida, porque no merecen vivir. De pronto protestan y dicen que, si quieren vivir, porque es muy fácil decidir por otros, pero no que les decidan a ellos. Un tal Putin por estos días y con otros pretextos está segando vidas humanas en Ucrania sin que eso le preocupe lo más mínimo. De seguro se siente ganador como estos nuestros; lo que no ha caído en cuenta es que con su supuesto triunfo todos perdemos.