miércoles, 9 de febrero de 2022

¿"Honorable senador" o...?

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Desde hace años en Colombia hay una palabra especialmente tabú: “comunista”, que precisamente por ser tabú no se puede aplicar a los que lo son. Cuando ellos se camuflan para desorientar al electorado, si mucho se los puede llamar “progresistas”.

En esas condiciones, el candidato castro-chavista —que por tanto lo es también de Fecode, Asonal judicial, la JEP, las FARC y sus pseudodisidencias, el ELN, la comisión de la “verdad”, el Partido Comunista aparente y el clandestino, el Foro de Sao Paulo, la legalización de los narcocultivos y la teología de la liberación—, es descrito habitualmente, en todos los medios, como el aspirante de centro-izquierda a la presidencia.

Con ese apelativo y con los guantes de seda con los que se lo trata, el “doctor” Petro, el “honorable” Petro, se ha convertido en un político normal que ya no asusta a nadie, ni siquiera al Nuncio Apostólico, que por su formación teológica tiene obligación de conocer que entre catolicismo y comunismo no puede haber entendimiento, y que preferir el segundo al Evangelio es traición propia de los discípulos de Judas.

Como nadie recuerda su nutrido prontuario como terrorista, ni su asesoría a Chávez como “economista”, ni su Alcaldía caótica, gárrula y dilapidadora, ni las bolsas de billetes, ni sus diarias mentiras sobre su patrimonio y su salud, podrán votar por él, desde los asesinos hasta las piadosas señoras de la Acción Católica parroquial…

Dos hechos recientes demuestran el clima de indolencia moral que impera:

1. Semana, a pesar de su aparente viraje hacia el centro y la objetividad, nos advierte que el modelo económico y social no corre peligro con ninguno de los candidatos. Con Petro, a juicio de esa publicación, solo se verá una mayor intervención del Estado, en especial en el área de la salud.

2. El director del Partido Liberal oculta cada vez menos sus preferencias por Petro en la segunda vuelta, como tampoco las disimulan la madre de los logreros Galán, la loquita de Ingrid y el señor Fajardo, entre muchos otros.

Ese clima se refleja en las encuestas —que todavía habrá que presumir veraces—, que desde hace ya como dos años vienen consolidando en la opinión la idea de que Petro es imparable…

Según la última de Guarumo, el candidato comunista alcanza el 31% en la primera vuelta, frente a 14% del Equipo Colombia y 10% entre los provectos señores de la “Esperanza”…

Ahora bien, si al pueblo colombiano le recordaran lo que inexorablemente llegará tras una presidencia de Petro, otra sería su suerte electoral. Pero mientras se oculte lo que nos espera si triunfa, sus posibilidades aumentan.

No hay un solo colombiano que no conozca la aterradora tragedia de los venezolanos. Todos los hemos visto mendigando y los encontramos a diario reemplazando a los colombianos más pobres en los oficios más humildes, aumentando el desempleo de nuestra gente, y, sin embargo, en la actual y definitiva campaña electoral Venezuela es invisible e innombrable.

Ahí está el ejemplo chileno. En ese país no se trató el tema venezolano y ya regresaron a La Moneda los nostálgicos del precursor de Maduro, el fatídico presidente comunista Allende, el del desorden, el derrumbe económico y la hambruna.

Nadie en los medios masivos, ni en los políticos, parece dispuesto a increpar a Petro, a recordar lo que hizo y aconsejó en Venezuela, ni a volver sobre su pasado sombrío y criminal, amparado por la prescripción, aunque su verdadero programa nos conduciría inevitablemente a ser una segunda Venezuela.

Ese silencio culpable sobre lo que es y significa Petro, y la falsa y pusilánime cortesía con la que se lo trata, nos llevarán al abismo. Con candidatos debiluchos y con debates donde no se toleran expresiones fuertes, afirmaciones contundentes ni enérgicas réplicas en los escasos minutos que se reservan para cada candidato, no se preserva la democracia. ¡A la serpiente hay que darle en la cabeza, para que no nos pique en el calcañar!

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Inquietudes

¿Qué se está haciendo para motivar a los abstencionistas?

¿Qué seguridad ofrece una Registraduría que a hurtadillas delega sus funciones en firmas cuestionables?

¿Será capaz el registrador de responder verazmente al oportuno cuestionario del Comité Electoral del Foro Atenas?

¿Hasta dónde es aceptable que Fecode cope los jurados de votación y les imparta consignas?