José Leonardo Rincón, S. J.*
Me ha pasado más de una vez. Hay semanas en las
que uno tiene como cuatro temas sobre los que le gustaría escribir y otras en
la que no se le ocurre nada.
En algunas ocasiones el texto está listo el miércoles
y otras apenas a las 5:55 a. m. del viernes. Hay días en los que uno está
inspirado y la pluma fluye y otros en los que uno está seco y no se le ocurre
nada. Artículos que uno creería gustarían mucho por lo sugestivos y bien
pulidos no tienen tanta acogida y otros de los que se espera poco, resultan
llenos de likes. El artículo “Al meollo del asunto”, increíblemente
viralizado, fue escrito una hora antes de su publicación.
Con ocasión del cumpleaños, más de uno me hizo
saber que leía mis escritos. Muchas gracias. En realidad, mantener los viernes
esta “columna” privada y destinada a mis amigos y conocidos no es fácil por lo
que acabo de decir, no siempre hay tema, no siempre fluyen las palabras. Pero
es también verdad que me gusta hacerlo, agradezco sus reacciones y comentarios y
me alegra saber que esas líneas pueden servir de algo. Soy consciente de que
hay temas complejos, difíciles, donde no siempre podríamos estar de acuerdo, pero
siempre he agradecido el disenso respetuoso e inteligente. Es cierto que uno
escribe con un propósito y no necesariamente para un público determinado. Por
eso se corre el riesgo de gustar o no gustar.
Mirando hacia atrás las centenas de escritos,
los encuentro muy variados en sus temáticas. Todos son de opinión y sin
rigurosas pretensiones académicas. Son un collage de temas personales, religiosos,
deportivos, políticos, educativos. Muchos sobre la coyuntura del contexto y
otros de asuntos no tan perecederos. Siempre expresando mis personales ideas. Algunos
con cierto toque jocoso, otros más serios, en todos confluyen tanto ideas como
sentimientos.
No sé si escribir es un arte o solo una buena
práctica, pero lanzarme a hacerlo ha tenido motivaciones externas. Comencé a
hacerlo desde mediados del bachillerato en pequeños boletines de grupos
juveniles, más adelante en el Mensajero del Corazón de Jesús y en El Catolicismo.
Cuando inicié mi rectorado en el colegio Javeriano de Pasto, el entonces
director del Diario del Sur, me abrió un espacio en la página editorial
todos los miércoles. Al volver a Bogotá y durante muchos años dejé de hacerlo.
En Medellín, quizás dos veces escribí para El Colombiano y más recientemente
fue mi amigo Antonio Montoya quien me insistió enviarle semanalmente mis
escritos para su blog de El Pensamiento Libre que ahora se llama El Pensamiento
al aire. He escrito periódicamente editoriales y artículos en las revistas de
las instituciones que he dirigido y también para libros y revistas de corte más
académico sobre asuntos de educación y espiritualidad.
Esa disciplina ha sido tan interesante como
exigente. Uno no escribe para sí, uno escribe para los demás. Y debe hacerlo
con autenticidad, expresando lo que realmente piensa y siente, de manera
conversada, es decir, suelta, sin demasiadas artimañas o protocolos, sin
acartonamientos. Creo que van mejor así. Y bueno, ya vieron que como hoy no
sabía sobre qué escribir, por eso escribí sobre el escribir en mi vida.