Por José Alvear Sanín
Estamos en vísperas de un año electoral en el que se
elegirá Congreso, se celebrarán consultas populares para designar candidatos
presidenciales y finalmente, en dos vueltas se escogerá un jefe de Estado, que
puede ser el primero de una aterradora dictadura comunista.
Nunca el país se ha visto ante un dilema tan trascendental,
pero el debate no se está dando sobre los verdaderos términos del mismo. La
discusión se reduce a temas mecánicos. Docenas de precandidatos se presentan a
la consideración nacional sin atreverse a enfrentar los temas de verdadera
importancia. El primero y fundamental es el de la preservación del estado de
derecho, la democracia representativa, la libertad personal y el modelo
económico productivo.
Hasta ahora ningún aspirante se ha dirigido al país para
plantear la disyuntiva entre libertad y comunismo, porque esta última palabra
es tabú. Y como es impronunciable, el pueblo ignora lo que está en juego y lo
que puede representar en materia de opresión, hambre y cierre del futuro, la
elección del candidato que puntea en las encuestas. También es tabú recordar su
prontuario, sus bolsas de billetes, su estrecha vinculación con Chávez y
Maduro, su incompetente y dilapidadora administración, su ideología totalitaria
y la locura de sus propuestas demagógicas.
En este debate no se discute nada: El plebiscito robado, la
invalidez de los acuerdos que constriñen al gobierno y privilegian la
subversión, la impunidad de los peores delincuentes, la entrega del poder
judicial y la educación a la causa revolucionaria, la identidad entre la FARC
parlamentaria y sus aparentes “disidencias”, el auge de la narcoindustria, las
alcaldías subversivas, y así sucesivamente.
Todos estos temas y otros igualmente delicados son
omitidos, empezando por el más grave, el de Venezuela. ¿Cómo es posible que con
millón y medio o dos millones de venezolanos mendigando aquí, nadie la haga ver
al electorado lo que significa el posible triunfo del candidato chavista?
Con discursos técnicos y con impecables argumentos
económicos no será fácil rebatir las promesas de renta básica universal; salud
y pensiones no contributivas; emisión en lugar de impuestos; servicios
domiciliarios baraticos; repartición de tierras y viviendas ajenas…
¡Cuando la casa se incendia, ya no es hora de hablar de los
seguros que se debieron haber tomado oportunamente!
Mientras al pueblo no se le haga ver que todo eso produjo
la terrible miseria, ya incorregible, en Venezuela, no veo mucho futuro
electoral a la tardía figura de derecha que eventualmente surja en marzo para
disputar la presidencia.
Desde hoy, porque para mañana es tarde, hay que emprender
una campaña vigorosa y convincente, que haga evidente lo que se juega: la
libertad y el futuro, contra el hambre y la opresión, y que fije en las mentes
la figura verdadera del candidato Petro, cuya identidad con Castro, Chávez y
demás hampones, no puede seguir siendo desconocida. “Dime con quién andas y
te diré quién eres”.
Por desgracia hay muchas fuerzas políticas dispuestas a
acomodarse con Petro, haciendo creer que ese individuo es un político más y que
la vida con él seguirá como siempre…
Nada, pues, más increíble que un país con los ojos cerrados
frente a una realidad visible. No hablemos de Cuba en 1959, o de Hungría en
1956, o de Checoeslovaquia, Corea del Norte o Cambodia, pero por favor, miremos
el hambre horrible en el vecindario, que no conmueve a los políticos logreros,
los medios fletados, los candidatos blandengues ni a todos los que siguen
haciendo la política con la falsa cortesía con la que se trata a los que
infunden miedo.
Omitir el tema de Venezuela equivale a descartar la carta
ganadora en el juego decisivo por el poder, entre libertad y comunismo.
¡A todos hay que hacerles saber que Petro es Venezuela!
***
Con Xiomara Castro, esposa de otro Sombrerón, Honduras se
precipita en las honduras del socialismo del siglo xxi.