Por Antonio Montoya H.*
Recordar lo que era Medellín, hace varios años en la época
de diciembre, genera nostalgia, y nos llena de tristeza. La otrora pujante
ciudad la recorrí la noche de las velitas en poco tiempo, contrario a lo que
ocurría antes que era lento el paso de los carros, no porque fueran muchos,
sino porque apreciábamos la belleza de los alumbrados en cada casa del poblado,
y a lo largo de la avenida hasta llegar a Envigado, las sedes de las empresas
iluminadas, veíamos a la familia afuera conversando y a los niños evitando que
se apagaran las velas. Los que estábamos recorriendo el camino en familia o con
los amigos, disfrutábamos el paisaje y lo bello de la noche, y así trascurría el
largo recorrido lleno de alegría en el que se percibía un ambiente de pujanza y
alegría.
Con el paso de los años fue transformándose la forma de
iluminar la ciudad y el río se convirtió en su epicentro, con alumbrados que
evocaban la Navidad, los Reyes Magos, el pesebre, la decoración de los postes a
lado y lado del río, que permitían la iluminación de este, con cambio de color
y vivaces destellos que descrestaban a todos aquellos turistas que por esa
época venían a la ciudad desde los municipios vecinos u otras ciudades para
disfrutarlos caminando, comiendo, jugando, en fin. Ese paseo que se a través
del río, y luego, en lo que es hoy el Parque del Río, era maravilloso y evocaba
sentimientos alegres, girando todo alrededor de la familia y la Navidad.
Esa noche conversando en el recorrido, mirando las palmas,
el centro de la ciudad, el río desde la macarena hasta la 30, la Avenida El Poblado
y las casas apagadas nos fue entrando esa desazón que generan los cambios
abruptos, sin sentido, que en vez de avanzar muestra un gran retroceso de
ciudad y eso es lo que se sintió.
Dicen que la inversión fue grande, y así será el pago que
se vendrá en la cuenta de los servicios públicos en los próximos meses del año
2022, pero no hay relación entre el valor de los alumbrados y el resultado, este
mayor costo, es horrible, frente a lo que se ve en la ciudad.
De manera pues, que, si nos ponemos a mirar lo que ha
ocurrido desde enero 1 de 2020 y diciembre 31 de este año, en Medellín, es
decir en dos años de gobierno del alcalde, llegamos a la inevitable conclusión de
que no solo han sido dos años perdidos, sino que el retroceso en la ciudad es
mayor al tiempo de gobierno. Vamos por mal camino, estamos desandando el
tiempo, la ciudad no es la misma, el orgullo antioqueño esta mermado, la
pujanza de capa caída, las calles sucias, no se corta el césped, no se podan
los jardines, el Jardín Botánico dejado al olvido, Ruta N, sin rumbo, el centro
de la ciudad se convirtió en la vivienda cotidiana de los indigentes, la
inseguridad crece, el buen comienzo se ve mal, EPM destrozada, llena de
burocracia y mal gobierno, la triada entre educación, empresa privada y
gobierno inexistente, secretarios en pugna con los ciudadanos, conflictos
serios en el Concejo de la ciudad, un gobierno de Medellín, conformado con
personas de otras ciudades, sin vínculos reales y sin sentido de pertenencia,
en fin, el caos, esperando que no sea el principio del fin.
Afortunadamente el presidente Iván Duque intervino
decididamente y evito lo que hubiera sido el descalabro social más grande en EPM,
al lograr el pago del seguro y el mantenimiento del contrato con los actuales
contratistas para que el proyecto hidroituango logre poner en marcha las dos
primeras turbinas en junio del año entrante.
Así que, en este mes de diciembre, estamos añorando épocas
pasadas, esperando que se logre rápidamente la definición de fecha y día para
la votación de la revocatoria y lograr así evitar el caos total en Medellín.
Una feliz Navidad.
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