Por John Marulanda*
Una de las causas por la que los Estados latinoamericanos
no salen de su “en vías de desarrollo” y de su enfermiza dependencia de las
ayudas de países con menos recursos naturales, pero con mayor organización, es
eso precisamente, la organización.
Disfuncionalidad a izquierda y derecha
A esa falencia organizativa contribuye en grado mayor la
disfuncionalidad de las instituciones de los Estados, que es proverbial en los
gobiernos de derecha y de izquierda. Especialmente los gobiernos de izquierda,
como el de Venezuela, cuya obcecada ideologización les impide ver la realidad y
priorizan la adherencia política al conocimiento y experiencia. Mentecatos de
partido gerencian empresas sin conocimiento ni experiencia y los resultados
están a la vista. El cuento de la “felicidad” del pueblo sigue vendiéndose para
estúpidos, incautos y aprovechados. En la disfuncionalidad del Estado comunista
las fuerzas militares, el ejército, tienen como prioridad misional garantizar
la permanencia de la camarilla gobernante que, entre más se hunde más se aferra
a las armas, institucionales o no, para defender su incompetencia. El fenómeno
no es solo de Venezuela sino de Nicaragua, de Bolivia, de Cuba. En la isla, el
cuento de “la dignidad”, tiene a los cubanos en diáspora, aguantando hambre y
miseria desde hace 60 años.
En Colombia, un aspecto de la disfuncionalidad misional de
las FFMM se ha vuelto rutina, con costos muy altos para el futuro de la
estabilidad del país. Soldados que reemplazan su fusil de dotación por azadones
para arrancar matas de coca, no logran relevar al país como primer productor de
cocaína mientras el Ejército se convierte en rey de burlas. Cultivadores de
coca y marihuana, insultan, detienen, retienen, secuestran a soldados y
policías encargados de erradicar sembradíos ilegales. Machete en mano, los
vocingleros representantes de los acorralados campesinos llaman estos
desafueros “cercos humanitarios”. Habilidosa expresión para justificar su
accionar ilegal, ilegítimo, delincuencial, a favor de las organizaciones
narcotraficantes.
¿Un incidente esperando suceder?
Los militares soportan estoicamente improperios y hasta
golpes. Las imágenes de un sargento comandante de pelotón arrastrado fuera de
su base por indígenas desafiantes, aún perdura en la memoria. Y la de un
indígena borracho colocando su machete en el cuello de un soldado armado y
equipado, también persiste.
Los frecuentes sometimientos de unidades militares del
tamaño de escuadras (7-8 hombres) o equipos (14-14 hombres), saltaron a
pelotones y la semana pasada confinaron 6 pelotones, 180 efectivos. A este
paso, los cocaleros del Cauca y del Catatumbo paralizarán un batallón entero,
con comandante y plana mayor incluidos.
Los problemas de mando y conducción que generan estos incidentes
harán crisis cuando algún soldado, suboficial u oficial saturado de insultos y
ofensas, desesperado, haga uso de su arma de dotación. Entonces todo el peso de
la prensa fletada y de la izquierda partidista y congresional, caerá sobre los
militares, con el apoyo de organizaciones internacionales a quienes esos
escándalos les reditúan ventajas políticas y beneficios económicos. Entretanto,
las FARC y el ELN siguen aumentando su pie de fuerza y su armamento, gracias a
los cultivos de coca más grandes del mundo en las fronteras con Ecuador y con
Venezuela, que Duque nunca fumigó. No faltará algún “colectivo melón” (verde
por fuera, rojo por dentro) que proponga cambiar los fusiles por armas no
letales como dotación del Ejército, para evitar un incidente. Parece increíble,
pero puede suceder. Si hasta el capo mayor del narcotráfico en Colombia, alias
Otoniel, con el apoyo del senador comunista Cepeda, aspira a meterse a la JEP y
quedar libre, probablemente refugiado acá en Venezuela. Porque para la
izquierda continental, el narcotráfico es asunto de pragmatismo político, no es
asunto moral: en La Habana logró que ese delito transnacional se convierta en
conexo al delito político. De nada valdrán azadones y el desprestigio será para
los militares. Disfuncionalidad que desbarajusta al Estado.