Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez*
¿Adónde se perdió el propósito de servirle bien al país, de
quienes más obligación y compromiso moral tienen de hacerlo? Para algunos, todo
eso quedó empeñado en una prendería clandestina en la tierra que Colón bautizó
como Isla Juana, en honor a la que después se convertiría en “Juana La Loca”.
Mientras en ejercicio responsable, serio y comprometido con
el cumplimiento de la ley, el presidente de Colombia lidera el Estado y la
actividad económica con un rigor y un profesionalismo democrático ejemplar, y
lo hace sin llorar por la complejidad de lo heredado, ni por la época y
vicisitudes que le han correspondido sortear, ex gallipollos y avechuchos de
toda suerte de plumajes afiliados o no a las agencias de empleo político
partidistas, la mayoría de los medios del país y algunos de la madre patria, no
le perdonan, ni le perdonaran jamás a Duque, el haber llegado al poder en total
convicción y franco compromiso con las banderas de los valores democráticos con
que gobernó Álvaro Uribe y le mejoró las condiciones de vida al pueblo
colombiano entre 2002 y 2010.
Raro resulta que, cuando uno de estos rimbombantes
pajarracos se subió al anca del caballo de Uribe para luego engañar el
electorado y al país, o cuando se desconoció de tajo la voluntad democrática
del pueblo expresada en las urnas en octubre de 2016, el asunto de un atropello
constitucional no fue criticable, todo parecía ser algo plausible y que no
acreditó reproche alguno.
Y resulta aún más inadmisible al simple entender de los
mortales, la mezquindad y falta de patriotismo demostrado por esos mismos
“líderes políticos e institucionales”, durante el terrorífico intento narco
populista de derrocar la democracia en el pasado mes de abril, cuando
nuevamente primó el silencio inexplicable de la gran prensa, sobre toda lógica,
razón o consideración al sentimiento que nos obliga esa embolatada noción del
patriotismo.
Observe el lector que es justo ahora, cuando al igual que
en enero de 2019, nuevamente bajo el liderazgo de Duque, vemos un claro proceso
de recuperación afianzado en el esfuerzo y el trabajo público y privado bajo un
marco de legalidad, emprendimiento y equidad, que esos mismos egos viscerales
llenos de las menudencias propias de la vanidad, la envidia individualista y la
orfandad de poder, envían “propios” a criticar desde España, Brasil y los
Estados Unidos, cada acción de un presidente honorable, que gústeles o no, los
aventaja.
No sin razón entonces, se pregunta el ciudadano: ¿Cuáles
habrán sido y a qué precio, los compromisos ocultos que se asumieron en La
Habana, hipotecando nuestra carta constitucional a un gran costo social,
político, económico y moral, con tal de dejar tranquilo y hasta fortalecidos la
deforestación y narcotráfico?
Y es que no se entiende ni se explica, cómo es eso de que
ahora, la inseguridad es asunto nuevo en esta tierra y es a cuenta de Iván
Duque, ni cómo diablos quienes viven a la caza de un escándalo, callan y
ocultan que hay un partido deforestador que se nutre de la ilegalidad, amparado
por redes milicianas de guerrilla rural y urbana, por algunas dictadoras y
gobiernos populistas, por bandas de micro y gran narcotráfico, y por una
corruptela infiltrada en algunos de los círculos de control de los poderes del
Estado, al cual algunos de estos patronazgos demagógicos se empeñan en proteger
a cualquier costo, sin importar para nada, casos como los recientes bloqueos
violentos a la movilidad y a la economía nacional, los atentados contra la vida
del señor Presidente, la reincidencia criminal de Santrich o la participación
en crímenes de lesa humanidad de cabecillas narcoterroristas como Granda y
tantos otros, incluidos congresistas violadores y asesinos de mujeres y de
niños campesinos.