viernes, 29 de octubre de 2021

Fake news, calumnias y chismes

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón S. J.*

Después de recitar juntos el Padre Nuestro, con el cual se inicia el rito de comunión de la eucaristía, el presidente de la asamblea, retomando la última petición de la oración que Jesucristo nos enseñó, continúa la súplica: “líbranos de todos los males y concédenos la paz en nuestros días…” Pues bien, hablábamos hace ocho días de uno de esos males (la envidia), hoy debemos hablar de estos otros que no contribuyen en nada a la paz ciudadana: fakes news, calumnias y chismes.

Cuando la envidia ha progresado al punto de que ya no solo se siente, sino que se desborda en contra de personas, grupos o situaciones, entonces se apela a estas artimañas para ocasionar daño. Se trata de cobardes y rastreras estrategias para lesionar a los otros y afectar severamente su reputación. Se acude entonces a la desinformación que inventa cosas y pone a rodar, mediante comidillas del voz a voz, historias falsas.

“Calumnia, calumnia, que algo queda” es su consigna de batalla, pues, aunque en principio la gente dude o no lo crea, de tanto repetirla, eso que llaman hacerlo viral (de contagioso virus) y haciéndoselo decir a una fuente que ha tenido alguna credibilidad, va logrando su cometido.

Si hay algo que la gente disfruta es sentarse a chismosear. Nada más apetitoso que comer un buen plato de prójimo, condimentado con narrativas de fantasía, aderezado con dosis de lenguas viperinas, con abundantes pizcas de perversidad y maldad, sazonado de envidias, celos y rencores ocultos y, cuando ya no queda nada, a modo de postre, el fresquito de no solo sembrar cizaña y animadversión, sino de haber acabado con el otro.

Así las cosas, estos pecados sociales anidan en el corazón de las personas y mientras no se combatan y exorcicen, serán la fuente y origen de otros muchos males. Aquí es donde se entiende aquella frase de Jesús Maestro cuando, enfrentando a los fariseos, radicalmente aseveró que lo impuro no es lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón del hombre (Cfr. Mateo 15,19). Con razón decimos que “de la abundancia del corazón, brotan las palabras” y también otros muchos males, algunos de los cuales apenas aquí hemos mencionado.

Qué bueno sería medirnos al hablar de los otros. Tener el valor de reconocer las cosas buenas que tienen, no juzgando y menos condenando. No aceptando gratuita e ingenuamente, de buenas a primeras, lo que de ellos se nos dice. Ponderando objetiva y equilibradamente todo el conjunto y no sólo la parte. Con razón, San Ignacio en sus “Ejercicios espirituales # 22”, pone como presupuesto “salvar la proposición del prójimo”, esto es, de entrada, pensar bien del otro, dar el beneficio de la duda, no tragar entero y menos comer cuento ingenuamente. Y no olviden que quien con uno habla mal de otro, prontamente lo hará también de uno.