Por Antonio Montoya H.
La ilusión, el deseo de ser presidente,
senador, representante a la Cámara, diputado, concejal, gobernador o alcalde, lo han tenido o lo
hemos tenido y lo tienen muchas personas a lo largo de la vida, para servir a
Colombia sin ánimo de lucro o enriquecimiento indebido, simplemente por el
deseo de contribuir al desarrollo del país, para tener un mejor nivel de vida y,
obviamente, para contribuir al mejoramiento y lograr un el desarrollo, en lo
social, económico, en todos los ámbitos, con estabilidad y paz.
Al final de cuentas no todos participan en la
contienda electoral por múltiples motivos, unos de índole económico, otros
porque no tienen avales, y otros porque respetan las decisiones familiares de
no participar en estas lides electorales. Sin embargo, muchos se lanzan a la
batalla y buscan los avales de los partidos políticos, lo cual unos lo logran y
otros no, así es la vida.
Los que han logrado llegar a estos cargos de
elección popular, celebran su triunfo, pero no saben lo que les espera, y es
que después del éxtasis viene el trabajo, los proyectos, los debates y las
decisiones. Los que están amparados en partidos tienen mejores resultados que
aquellos que se lanzaron solos creyendo que así logran vencer la maquinaria y
obtener buenos resultados para sus electores.
Son muchos los casos de deportistas,
empresarios, sindicalistas, curas, en fin, que después de lograr el escaño
soñado no pueden hacer nada y tienen que construir alianzas con otros grupos o
sectores políticos para mostrar resultados. Allí, es donde esos elegidos tienen
problemas, se comprometen a votar proyectos para que les ayuden a ellos y ese
es el principio del fin porque quedan amarrados y por lo tanto su independencia
tan cacareada se pierde y sus electores nuevamente sufren un nuevo golpe que
acaba con la credibilidad en las instituciones.
En el caso presente, cuando estamos cerca de
elecciones presidenciales nos encontramos con que, al día de hoy, 20 de
septiembre de 2021, se ha inscrito más de 43 candidatos para aspirar a la presidencia
de la República, lo cual de por sí es una cifra increíble, alta y difícil de
entender.
La razón de ello es que no son muchos los
partidos políticos, los dirigentes no someten a decisión de la asamblea del
partido la consideración de los candidatos, son excluyentes y por consiguiente
casi que son seleccionados a pupitrazo limpio por los directores de los
partidos, y eso explica en parte la razón de no someterse a sus resultados.
Esto es increíble, además de inadmisible, que
se juegue con los ciudadanos en este aspecto que es de vital importancia para
el país. De allí, que la primera conclusión en este artículo es que los
partidos deben ser estructurados, fuertes, con afiliación, estatutos claros y
reglas de juego precisas para que sus afiliados se sometan tranquilamente al
proceso electoral propio y confíen en su liderazgo para obtener el apoyo del
partido.
Hoy nos encontramos con una realidad que no
admite discusión, dieciocho (18) de los candidatos a la Presidencia de la República,
quieren inscribir su candidatura con firmas, es decir, buscan el apoyo
individual de quienes desean, confían y quieren ser dirigidos por el candidato.
Es necesario contarles a ustedes respetados
lectores que cada uno de ellos debe recoger por lo menos quinientas mil firmas
para inscribirse como candidato, tarea que no es fácil, que requiere de apoyo
no solamente ciudadano, sino el apoyo económico para sufragar los gastos de la
recolección de firmas, lo cual no se obtiene de la noche a la mañana y en ese
empeño muchos claudican.
Por todo ello, creo que se debe trabajar en una
gran reforma electoral, obviamente constitucional, para que las personas en
forma individual no puedan aspirar a ningún tipo de cargo público.
Los partidos son la base de la democracia,
sobre ellos recae la institucionalidad y la preservación del sistema, los
individualismos conducen al populismo y este al caos.
Invito a quienes creen en esa gran reforma, a
que apoyen la democracia y los partidos, para que así y evitemos jugar al mesianismo,
porque creo con convicción que con ellos nunca se logra nada, y sí se logra, es
temporal y no se mantiene en el tiempo; luego vendrá el caos. En cambio, un
partido fuerte, serio, con inscripciones, permite la lucha democrática y el
ejercicio de la toma de decisiones coherentes y ordenadas.
No más al individualismo, sí al trabajo en
equipo y al liderazgo de los partidos para bien de Colombia.